Adrián García Aguirre / Cdmx
* Cuáles son las diferencias que tiene con el tradicional.
* El compositor estudió con Aaron Copland en EU.
* Compartió clases con Leonard Bernstein y Blas Galindo.
* Los pasos de danza son un ingrediente importante.
* Alondra de la Parra, la mejor directora de esa pieza.
Tras un viaje de estudios a la Huasteca veracruzana, José Pablo Moncayo vio los frutos de su talento musical cuando, antes de cumplir treinta años, su Huapango se estrenó el 15 de agosto de 1941 en el Palacio de Bellas Artes, bajo la interpretación de la Orquesta Sinfónica de México y la dirección del maestro Carlos Chávez.
Para esa obra orquestal, José Pablo Moncayo elaboró y transformó los temas de tres huapangos: El Siquisirí, El Balajú y El Gavilancito, y luego del estreno, el compositor jalisciense fue becado por el Institute Berkshire de Serge Koussevitzki.
Asistió a cursos impartidos por Aaron Copland en Tanglewood, Massachusetts, y en 1942 tuvo como como condiscípulos a Leonard Bernstein y a Blas Galindo, además de que escribió Sinfonía, Sinfonietta y La mulata de Córdoba; sin embargo, ninguna de tales obras alcanzó la relevancia del Huapango.
Al ser cuestionado que diferencia hay entre la obra de Moncayo y el huapango tradicional, el musicólogo Samuel Pascoe explica que “una diferencia es la instrumentación: el huapango que se escucha en la sierra y en toda la Huasteca se toca con requinto.
También se usa el arpa, la guitarra, uno o dos violines, y se entona la jarana, la voz cantada, “mientras que el compositor tapatío utiliza todos los instrumentos de la orquesta sinfónica tradicional”.
“Muchos aspectos de la armonía, de la composición, de los acordes del huapango tradicional, Moncayo los retoma y modifica de manera genial. En su lenguaje armónico hay sorpresas novedosas, maravillosas”, asegura Pascoe.
La obra de Moncayo ha llegado a los escenarios centenares de veces; sin embargo, la Compañía Nacional de Danza y el Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández son las organizaciones que mejor han bailado el mundialmente celebérrimo Huapango.
De acuerdo con el maestro Sergio Alberto González Nila, director de la Compañía Universitaria de Folklor Mexicano de la Facultad de Medicina de la UNAM, este tipo de música “habla de la decepción amorosa, así como de la conquista y el cortejo”.
Para introducirnos al baile, señala el maestro, es esencial saber los pasos, los cuales se marcan de acuerdo a la parte de la canción, pues en los versos se hacen descansos, que dan prioridad a escuchar la música, mencionó.
Además, es importante que se realicen sobre una tarima para el baile, lo que dará el mejor efecto para acompañar la música, de modo que {os pasos básicos del huapango son:
Campanas: Consiste en chocar las puntas de los zapatos entre sí, produciendo un sonido similar al de las campanas.
Deslizados: Pasos laterales que se realizan mientras se mantiene el ritmo de la música.
Puntas: Se ejecutan con un solo pie, mientras el otro se mantiene en el aire.
Paso de tres: Consiste en mover los pies en tres tiempos, en una secuencia de campana, deslizado y punta, respectivamente.
Jaranas combinadas: Secuencia de pasos que incluyen campanas, deslizados, puntas y otros movimientos, ejecutados en un orden específico.
Según el profesor González, ha sido Alondra de la Parra quien mejor ha dirigido el Huapango de Moncayo, al “tejer un puente entre México y Francia con la Orquesta de París en la interpretación de la afamada pieza.
Hay quienes preguntan con curiosidad cómo suena el Huapango de Moncayo con mariachi, otro de los grupos musicales clásicos que jamás morirá en el alma ni en la patria de los mexicanos.
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