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viernes, noviembre 22, 2024

Los daños menonitas de la agroindustria en Q. Roo

Adrián García Aguirre / Bacalar, Q. Roo

* Ese sistema llegó con ellos en 2003.
* Todo cambió por decisiones políticas y empresariales.
* Afectaciones en Bacalar y las acciones colectivas.
* Historias campesinas sobre formas de resistir.

La milpa, la apicultura y el turismo local fueron durante décadas el sustento económico de un territorio orgulloso de su biodiversidad y destacado por el saber de las comunidades mayas de Yucatán, Campeche y Quintana Roo que habitan esas entidades desde sus orígenes.
Hoy estas superficies territoriales se han visto afectadas por esos y otros factores, entre ellos la agroindustria que llegó hace dos décadas, acentuada y promovida por los colonos instalados en la región.
Todo cambió a partir de decisiones cupulares políticas y empresariales que colocaron a los pobladores en el mapa letal del extractivismo peninsular y de la agroindustria, con impactos negativos que corrieron por cuenta de esas comunidades de origen europeo procedentes del norte de México.
Hasta hace un par de décadas, Bacalar era un pequeño pueblo maya de puertas abiertas al Caribe y cuya economía se sostenía a través de la milpa, la apicultura y la docencia, en este último caso a partir del funcionamiento del Centro de Educación Normal en Bacalar.
Ante una situación que ha conducido a circunstancias insostenibles, los directivos de ese plantel de educación superior, opinan que no hay soporte económico con la agroindustria de los menonitas, que ha perjudicado los rasgos bioculturales y modos de vida local.
Dos eventos cambiaron la historia de ese Bacalar ajeno al extractivismo turístico, bajo el cual se promovió la Riviera Maya como destino internacional, y de labor agrícola concentrada entre los pobladores históricos del lugar.
El primero de ellos correspondió a la instalación de colonias menonitas que, a inicios de la primera década del siglo XXI, comenzaron a proliferar a partir de la compra ilegal de tierras ejidales, sin que nadie, ni siquiera los mismos ejidatarios, sospecharan que el arribo de ellas los sería sumamente negativo.
Se abriría paso a una explotación que, respaldada mediante programas de impulso agropecuario, corrupción de funcionarios agrarios e intereses de empresas nacionales e internacionales, terminaría lacerando la selva de Bacalar por efecto de una expansión incontenible.
Los datos de esta depredación son contundentes: según un monitoreo de Global Forest Watch (GFW) Quintana Roo perdió en dos decenios al menos medio millón de hectáreas de monte a manos del desarrollo agropecuario instrumentado por los menonitas.
A ese factor se suman el aumento de la violencia delictiva, la especulación inmobiliaria, el encarecimiento de la tierra, la marginación y la segregación poblacional, la migración, la gentrificación y la folklorización de la identidad maya.
Tal gravedad resultó invisibilizada por los beneficiarios de los negocios que alentó la categorización y por las autoridades y organismos competentes, interesados también en asegurarse una mayor recaudación económica a partir del cobro de impuestos, regalías y prebendas de ocasión.
La presencia de la secta menonita -que se asentó inicialmente en Chihuahua en 1922 con la autorización del gobierno de Álvaro Obregón- y más cerca en el tiempo, el impacto de esos eventos se vio magnificado a partir de la imposición del llamado Tren Maya de Andrés Manuel López Obrador.
No está demás explicar que es un megaproyecto impulsado por la Presidencia del país y cuya premisa es acentuar la expansión del turismo, la producción agrícola y ganadera a gran escala, y la industria en el sureste.
No conforme con el daño que han causado los menonitas de origen y holandés y alemán en esta parte de México, el gobierno federal está consciente de que existe la afectación directa de los modos de vida y los medios de sustento de las poblaciones mayas que habitan el territorio.
Las investigaciones realizadas en los últimos años han comprobado cómo esta combinación de decisiones e iniciativas impulsadas por actores políticos y del capital privado, han dado lugar a una transformación de la región.
“Es un proceso dramático, que tensiona de modo riesgoso la perduración de las comunidades y sus formas históricas de habitar el municipio, dado que impulsa la expansión agroindustrial y territorial menonita”, destaca Global Forest Watch.

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