Un lindero con la Rusia asiática está demasiado lejos

Por: maya

1 octubre, 2024

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Rajak B, Kadjieff / Moscú

*Hay una frontera convencional en Orembrgo, el este.
*Ese límite geográfico está a mil 400 kms de Moscú.
*La capital rusa y San Petersburgo están en Europa.
*Opiniones de los geógrafos y científicos Klimenski y Kólosov

Es un tema más que complicado, de siglos, y de inicio se ha dicho que el 77% de Rusia se encuentra en Asia, mientras que la mayoría de la población vive en la parte europea, en donde se desarrollaron formas culturales y civilizatorias extraordinariamente diferentes.
“Los propios rusos han discutido esta cuestión hasta el cansancio, desde hace muchísimo, sin que falte quienes digamos que nuestro gran país tiene una identidad especial, que no es ni europea ni asiática”, afirman los más reconocidos estadígrafos rusos.
“No son pocos los monumentos que señalan la frontera entre Europa y Asia. Hay alrededor de cincuenta y algunos pueden llevar a conclusiones erróneas. Por ejemplo, el obelisco Europa-Asia de Oremburgo, a mil 400 kms al este de Moscú”, recuerda Guennadi Klimenski, estudioso de Geografía y Humanidades del Instituto de Ciencias de San Petersbugo.
Seguramente -agrega- ese límite convencional se construyó en un momento en el que se pensaba que el río Ural -Oremburgo está situado en sus orillas-, separaba dos partes del mundo, y hoy con cierta razón se cree que esa idea no es correcta.
Tradicionalmente como la enorme la mayoría de los científicos, Klimenski suponía que la parte oriental de los Urales establecía la frontera entre Europa y Asia en Rusia, y es que en cualquier caso resulta sencillo establecer porcentajes de las partes europea y asiática de Rusia.
Las mediciones estadísticas que muestra Guennadi Klimenski establecen que alrededor del 23% y del 73%, respectivamente, están en lo cierto; pero lo que es más difícil de descubrir es si Rusia se considera a sí misma europea o asiática.
¿Existe dominación europea? A pesar de que la mayor parte del país territorialmente más grande del mundo se encuentre más allá de los Urales, la población se concentra en considerable medida y en su mayoría en la parte europea, y es que cerca del 75% de los rusos vive en esta zona.
Mientras, ante algo que no asombra ni sorprende a nadie, es que los vastísimos espacios de Siberia y el Lejano Oriente ruso, más allá de Vladivostok, están mayormente despoblados, debido a las muy duras e implacables condiciones climáticas.
Vladímir Kólosov, quien, como presidente de la Unión Geográfica Internacional, declaró que “la densidad de población en la parte asiática es de dos personas por kilómetro cuadrado”.
Las dos ciudades histórica, política y económicamente mayores -Moscú y San Petersburgo- están en Europa, así como las autoridades federales, por lo que numerosos europeístas dicen que la parte europea es más importante.
“Aunque, define Kólosov, por otro la mayoría de los recursos naturales se encuentran en la parte asiática, por lo que no se debería infravalorar su importancia, además de que hay discusiones culturales y la principal cuestión de la identidad de Rusia en relación al mundo exterior podría formularse de la siguiente manera:
“¿Es Rusia un país europeo o no?”. La cuestión provocó un agitado debate en el siglo XIX, cuando los dos grupos de intelectuales más influyentes eran los eslavófilos y los occidentalistas.
En aquella época los eslavófilos creían que Rusia debería basarse en su herencia única (tradiciones, cristianismo ortodoxo, vida rural), mientras que los occidentalistas apoyaban el individualismo y una modernización al estilo europeo.
Esta cuestión entró en pausa por las revoluciones rusas de 1917, cuando los socialistas radicales subieron al poder, pero los debates entre los occidentalistas y sus oponentes siguen vigentes todavía hoy. ¿Cuáles son los argumentos principales?
“Sí, somos asiáticos”, claman los que se oponen a la idea de que Rusia pertenece al mundo occidental suelen enfatizar que a lo largo de la historia Rusia ha vivido en “una encrucijada” de civilizaciones y que por eso ha abrazado valores culturales tanto de Europa como de Asia.
Tal y como decía Lev Gumiliov, historiador ruso y una de las voces más respetadas de euroasianismo (aquellos que consideran que Rusia es euroasiática, un país tanto occidental como oriental): “Rusia es un país singular que une elementos tanto de Occidente como de Oriente”.
Además, la convulsa y conflictiva historia de Rusia y sus polémicas relaciones con los países europeos y Occidente, en general, no hace más que echar leña al fuego y provoca que muchos pensadores patriotas digan:
“No somos europeos ya que Europa nunca nos abrazará”, decía Alexander Blok, famoso poeta de principios del siglo XX, quien escribió un airado poema llamado Escitas, dedicado a los europeos que niegan que Rusia sea parte de Europa: “Sí, somos escitas, sí, somos asiáticos, con rasgados y codiciosos ojos. Así Intentan atraparnos”.
¿Somos los rusos parte integral o no de Occidente?, cuestiona Blok al llamar a la unidad entre los rusos y sus vecinos europeos:
“¡Camaradas, seamos hermanos!”, gritamos, y es que se trata del ejemplo de un tipo de pensamiento según el cual los lazos entre Europa y Asia prevalecen a pesar de las diferencias y los malentendidos políticos.
Desde la época de Pedro el Grande, entre 1682 y 1725, que llevó los valores, hábitos e incluso las ropas europeas a Rusia a principios del siglo XVIII, este punto de vista cuenta con muchos apoyos.
Por ejemplo, el periodista ruso y editor jefe de Carnegie.ru, Alexander Baúnov, escribió en 2014 un ensayo en el que afirma que los orientales y los occidentales consideran que Rusia está más cerca del Occidente global, al menos en el plano cultural.
“Nuestras diferencias con cualquier país occidental son significativas; pero no son más que las diferencias que puede haber entre Finlandia y Portugal, Hungría e Irlanda o Chipre y Polonia”, escribió Baúnov.
“Entonces, ¿por qué Rusia..?, es lo único que no logramos respondemos en cuanto a la más recurrente, repetida y reiterada pregunta que tiene que ver con la nación en que nacimos”, concluye Baúnov.