Tengan para que aprendan
AMLO
Por Rafael Serrano
Casi 1500 mañaneras se han cumplido. Un hecho inédito que solo guarda comparación con el “Aló” de Chávez; con los largos discursos de Fidel Castro con afanes pedagógicos y propagandísticos; o con los rompedoras ruedas de prensa de Bukele en El Salvador. Pero con la novedad de unir la información sobre las acciones de gobierno con la réplica o el debate contra los opositores; sobre todo, la “comentocracia”. Lo que se llamó “comunicación circular”. Sin duda, un triunfo informativo y comunicativo sobre el poder mediático realmente existente y una oposición encajonada en estrategias comunicativas encadenadas a los rituales informativos del régimen neoliberal.
Las mañaneras quebraron el remake del control mediático impuesto por los gobiernos prianistas bajo el signo de la cooptación, la represión o la supresión. Y por otro lado, se convirtieron en un instrumento para hacer pedagogía política y reconvertir o sublimar los conceptos de propaganda e ideología. En un formato simple y sin escenografías televisivas; con un lenguaje sencillo y redundante con parábolas y dichos del saber popular, un presidente se acercaba a sus públicos, diversos y plurales, de dentro y de fuera del país con información sobre las acciones de gobierno, posicionaba sus obras, sus acciones y polemizaba respondiendo a críticas de la oposición o de la comentocracia. Y lo hizo sometiendo el discurso político al habla popular. Creó un código para describir la política y a los políticos, un código preciso y sencillo, no escrito “en físico”. Rompió el paradigma del habla enfadosa de los políticos (robalesca) y ofreció un repertorio fresco y extenso para definir a los políticos/comentaristas y a sus actuaciones: tiempos de zopilotes, fifís, me canso ganso, progres buena ondita, traficante de influencias, ternuritas, minoría rapaz, mapachada de angora, matraquero, malandrín, corruptazo, pirruris, traidorzuelo, hampones de cuello blanco, moronga azul, maiceado, mafiosillo, aspiracionista, machuchón, mirones profesionales, gacetillero vendido y un largo etcétera. Se alejó del habla petulante y “correcta” y ganó en credibilidad, creció su público; a pesar de que los machuchones del habla mediática tiraron tinta para socabajearlo durante los seis años de gobierno.
La comunicación circular, consistió en un dialogo virtual con la ciudadanía utilizando como pretexto mediador a periodistas y comunicadores invitados a una sui generis conferencia de prensa, en un sitio, Palacio Nacional, donde TODOS los días laborales posibles sin límite de tiempo se hablaba de las cosas de la República. Rompió con la rigidez y solemnidad de las ruedas de prensa, de los comunicados estereotipados y vocerías petulantes. Introdujo el hipertexto apoyando sus dichos en relatos orales y escritos, testimonios, imágenes, audios y videos traídos del océano de internet, incluyendo la música con canciones y letras reforzaban sus palabras. La agenda del gobierno se convirtió en algo verdaderamente interesante. Impuso y recompuso la agenda pública, les arrebató a los grandes medios esa potestad y sólo les dejó el comentario y la crítica, generalmente a contra corriente y ciegamente opositora, incapaces de construir una nueva habla.
Las mañaneras se convirtieron en un medio de información con millones de seguidores. Los grandes medios tuvieron que anclarse en las transmisiones matutinas del presidente para no perder audiencia. Creció la credibilidad/confianza del gobierno y decreció la credibilidad/confianza de los noticieros radiales y televisivos. La prensa escrita agonizó y agoniza viviendo de pequeñas tribus lectoras de plumas sabiondas o abrevando en el mundo de los trascendidos, dándose el avión. Los medios tradicionales se agruparon en torno a un discurso monotemático, del go negative y del bad news are good news donde la narrativas hablaban del desastre obradorista y de la destrucción de México. Mala tarde porque sus públicos son cada vez más pequeños, fragmentados y polarizados; muy orientados hacia la derecha y con una visión retrograda: volver al statu quo de la era neoliberal. Todavía son millones pero ya no tienen el monopolio de la palabra ni el control de las conciencias. Son una especie en extinción en un parque jurásico con demasiados velociraptors y poca fauna para alimentarlos. No han volteado siquiera a ver hacia la derecha profunda y encontrarse con un Bukele o un MIlei.
Las mañaneras nos hicieron ver que los asuntos públicos son la vida misma de la sociedad; que es un mito eso de que la política es aburrida y el pueblo está despolitizado. Informar sobre los temas que más preocupaban al “pueblo”; como los precios de los productos, los programas de salud, los programas sociales, las “obras del pueblo”, seguridad y educación son asuntos de interés y de polémica. No basta con mostrar lo que se hace sino explicar y debatir sobre lo que se hace. Nos mostró que la objetividad, la relevancia y la verdad de lo que se informa se construye entre todos y que no existen posiciones neutrales ni supremacismos éticos para hablar las cosa pública, la res-publica. Lo importante es decir de parte de quien. Con oportunidad y pertinencia narrar los acontecimientos emergentes como sucedió en la lucha contra el Huachicol, la pandemia o el huracán Otis que devastó Acapulco. Hacer más pública la vida pública.
Las mañaneras fue un encuentro masivo y virtual para movilizarnos. Todos nos sentimos cerca, unidos y participamos haciendo colas en las gasolineras sin protestar, aplaudiendo en las carreteras a la pipas de la República; cantando el himno mientras esperábamos ser vacunados o llenos de alegría por la llegada de los medicamentos a los lugares más alejados y pobres; lo mismo en la cuenca del Papaloapan que en el desierto de Sonora; y vimos en tiempo real como nuestro Acapulco devastado se levantó de las cenizas y en horas llegó la ayuda y la reconstrucción comenzó con comida, medicinas; las viviendas se reconstruyeron y volvieron a poblarse con enseres mejores. Nos indignamos de las felonías de la justicia y de los togados levitando en sus privilegios olvidándose de limpiar su casa. Nos asombramos de como Madrid se convertía en el hogar de los saqueadores del país y ahora en un paraíso de conspiradores. Por eso la pausa con el Reino de España convertida en madrasta déspota que no olvida su 300 años de virreinato. De la aventura solidaria para salvar a Evo Morales y la familia de Pedro Castillo víctimas de golpes de Estado. De la ruptura de relaciones con Ecuador ante el abuso autoritario y nuestra tradición en defensa del asilo, y un largo etcétera. Eso fue el relato humano de la política en las mañaneras. Nos educó para recordar de dónde venimos y a dónde vamos. Nos politizó y nos hizo ver que México es plural, diverso. Descubrimos que no somos lo que dicen o dibujan los “expertos/eminencias” o los que nos encerraron en jaulas o laberintos y luego nos vendieron una democracia mocha, “la transición”, encabezada por una oposición impostora que afortunadamente fue derrotada en junio pasado.
En las mañaneras el público fue protagonista y a través de las redes nos hizo ver que vivíamos en un inmenso país donde la tierras eran pródigas pero que habían sido expropiadas por una minoría “rapaz” que mentía, robaba y traicionaba. Que los migrantes eran unos héroes que a pesar que la miseria los había expulsado de sus tierras, ellos no habían olvidado sus querencias y defendían la patria vendiendo salchichas en la Quinta Avenida. Que a los pueblos indígenas les debíamos no solo una disculpa sino devolverles con hechos su dignidad y su orgullo. Que el pueblo existía como fratrias unidas por sus tradiciones, sus amores y arraigo a su tierra. Y que la batalla era contra el dragón de la corrupción que aparecía en todas partes: dentro y fuera del gobierno, en las empresas, en la banca, en los hospitales, en la industria farmacéutica, en el campo, en las explotaciones mineras, en la lucha contra el crimen organizado, en la iglesia, en los sindicatos y en los medios de comunicación. Hizo ver que el “MAL” era un virus social (codicia) que se combatía limpiando de arriba para abajo las instituciones. Y que con apretar un poco a los ricos y poderosos, México podría levantarse y construir aeropuertos, presas, caminos y redes ferroviarias, pero sobre todo, que permitía sacar de la pobreza a miles y avizorar una prosperidad compartida. Un discurso y narrativas que al cumplirse en los hechos se convirtió en credibilidad, respeto y confianza hacia el gobierno.
Quedó en el imaginario el siguiente relato: …nos levantamos de la más feroz pandemia y el desastre económico se revertió: hubo pan y trabajo; la gente vio en tiempo real como miles de trabajadores, como los antiguos olmecas, construían aeropuertos, caminos, refinerías, redes ferroviarias, puertos, presas, rescataban siglos de historia y repoblaban de árboles nuestros bosques deforestados para poner de pie al país y devolverle su autoestima. Eso vimos, narrado todos los días por el presidente y su equipo de trabajo. Esa fue la “ideología” y la “propaganda” y lo que llaman “demagogia populista”. Las mañaneras lograron politizar a un pueblo y movilizarlo para defender sus causas. Una enseñanza mayor para los viejos y obsoletos partidos y para unos medios/mediadores de comunicación viviendo en una realidad paralela. Pero no aprenden y creo, no tienen remedio. Por supuesto falta mucho para arribar a una sociedad justa y plenamente democrática. Pero se rompió y se abandonó el paradigma autoritario y su deriva profundamente antidemocrática…
Andrés Manuel López Obrador y sus mañaneras ganaron la batalla de los referentes o como dicen los políticos marcó agenda y el curso de las conversaciones públicas y obtuvo un triunfo contundente no solo en las urnas sino que logró la hegemonía cultural. A sus opositores, les arrebató el qué y el cómo decirlo. Con una contra-narrativa demoledora desacreditó a los medios “vendidos y alquilados” y desnudó a los bustos parlantes de la vieja guardia del periodismo, desmontó sus discursos y los arrojó al basurero de la historia. Ahora, la oposición tiene que construir un nuevo discurso y no sabe como hacerlo, vive en su laberinto y también en su jaula no melancólica sino iracunda y rabiosa. Desde las mañaneras la esperanza narro su épica, había dejado de ser un ideal y la utopía empezaba quitarse la U para volverse un topos, un lugar concreto y real.
La respuesta de los medios conservadores y sus aliados:
En las mañaneras vimos también la mala leche de los opositores, su pequeñez. Ante las tragedias, los abusos y la inmensa descomposición social mostraron, siempre, el cobre. Exhibieron su miseria moral convertida en rencor/fobia, clasismo/racismo. Su mantra fue el go negative: no reconocer nada ni a nadie del nuevo gobierno y menos de su proyecto. Emergió la soberbia llena de prepotencia. Los opositores se aliaron con los periodistas del establecimiento mediático, toda una caterva de viejos y mañosos periodistas que viven de sus viejas “glorias” y de sus “apapachos”; ahora en el papel de sanedrines críticos, estrenando la libertad que nunca ejercieron, poblando los medios con “mesas de análisis” para mostrar las debilidades, los errores de la 4T y sobre todo, denostar a AMLO. Ya no callan “como momias”. Se dedican a difundir la idea, o la “especie”, de que la oposición es más grande que el “oficialismo” y hacen una pasarela, cotidiana, de críticos al servicio de la reacción: somos el 40% y no estamos sobre-representados sino bajo-representados.
Ahora, los medios/mediadores reconvierten su discurso en una “defensa” de la democracia donde el “respeto” a las minorías es la verdadera mayoría, la poseedora única del conocimiento. ¿Qué es lo que se busca? Volver al viejo régimen donde el control político lo tenía el poder económico y para ello se contaba con la enredadera ideológica de los medios de comunicación. Pero ésta, se está secando. Quieren una democracia con contrapesos que limita y evita la Voluntad General, “populismo”. Quieren un presidente pelele o un presidente debilitado por la tiranía de la minoría; desean un poder a modo y confunden contrapesos con equilibrio de poderes y sobre estiman a las minorías que son ahora el reservorio de la reacción y se visten con discursos libertarios al estilo Milei, Vox o Trump. Hablan, ahora, de irse a las trincheras de la resistencia ante la deriva autoritaria. Imagínese: Manlio Fabio, Ricardo Anaya, Alito Moreno, Marko Cortes, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas y toda la casta divina se volvieron “libertarios” en un remake perverso del mayo del 68 (¡¡), con el mentoring de la inteligencia colectiva conservadora, un ejército de jenízaros con pluma aguda y verbo ponzoñoso encabezados por los capos Krauze y Camín. Ese es el equilibrio y el contrapeso.
Las mentiras de la semana y las réplicas presidenciales nos mostraban sus yerros y su deshonestidad. Los periodistas sabiondos mintieron, abusaron de su libertad y nunca pidieron disculpas ni fueron autocríticos. Una personalidad colectiva autoritaria hecha y derecha. Ningún busto parlante de alto rendimiento fue a una Mañanera. Retro vade. Todos desde el estudio y con traje de moda y voz como el pelo, engominado nos dictaban el rumbo y nos alertaban de la tiranía autoritaria. Otras personalidades antes libertarias no aguantaron la crítica y en lugar de enderezar se torcieron refugiándose en el rencor y en la envidia. Se perdieron y olvidaron que la misión central del periodismo es dar cuenta de lo que sucede sin calumniar o tirar mala leche. No estaban acostumbrados a ser criticados, solo a ser alabados o censurados o reprimidos. Tenían la “mala costumbre de ignorar al pueblo” y “ningunearlo”; “ahí andan aferrados a su rancio conservadurismo”.
La gerentocracia mediática y los nuevos mediadores del establecimiento mediático acusan, con vehemencia, a López Obrador de haberlos “insultado” casi todos los días en las mañaneras. En realidad de haberlos desnudado ante sus públicos: bustos parlantes de la oligarquía. Baste con ver al socarrón de Ciro Gómez Leyva, a Loret y sus técnicas fake; o a los ilustres y ya momificados lagartijos periodísticos López Dóriga y Marín, o al rencor vivo anidado en Aristegui, etcétera. Todos tratando de ser “objetivos”, imparciales y verosímiles. Unidos y amalgamados en una inteligencia orgánica llena de galones académicos que se han dedicado a adjetivar y señalarnos, después de quitarnos las cadenas mentales y los velos de la ignorancia, el mal camino que hemos seguido los simpatizantes de AMLO y lo ignorantes supinos que somos los “chairos”. Y advertirnos que la “deriva autoritaria” ya es el “fin de la democracia”.
En las mañaneras se les desnudó y se mostró lo que son: palafreneros del viejo régimen. Se sintieron ofendidos y abrumados por las réplicas presidenciales. Pero no fueron reprimidos ni censurados aun cuando han insultado y calumniado a diestra y siniestra. Llama la atención la manera en que los medios ayer dóciles al poder ahora son verbos candentes que usan su independencia y su libertad a todo. Las mañaneras hicieron una dura crítica al periodismo opositor, al cual le señaló sus malas prácticas y exhibió sus miserias expresivas y sobre todo el olvido de sus credos éticos. AMLO le llamó prensa inmunda, pasquines de los de arriba y medios al servicio de la oligarquía. Esta crítica tocó duro en el espíritu intocado de los periodistas del establecimiento. Y muchos periodistas se pusieron el saco cuando no les quedaba y hablaron de los periodistas asesinados por el crimen organizado y se lo achacaron al gobierno y por supuesto a López Obrador.
Cambio de Régimen es también y sobre todo un cambio de Régimen informativo y comunicativo
Tiempo de aprender y de hacer la autocrítica de los medios, los mediadores y los opinantes. Me incluyo. Tiempo de pensar seriamente en cómo nos integraremos al nuevo orden informativo y comunicativo que ha emergido a nivel planetario. En México, vivimos ya un proceso de cambio de Régimen. Ha emergido una nueva manera de producir, distribuir y consumir información. Presupone un nuevo Régimen comunicativo; no una reforma sino una transformación. Las señales nos indican que estamos viviendo un cambio estructural, sistémico que nos muestra dos tendencias: una autoritaria que algunos expertos han llamado infocracia; la manera en que la globalización capitalista ha transitado del control sobre los medios tradicionales a un control sobre la información a través de las plataformas digitales; en ambos casos, permanece el carácter oligopólico, la “propiedad privada” o las “concesiones” de los medios de comunicación; y otra, que apunta a una nueva comunidad de hablantes basada en la conversación, la interactividad plena, el aprendizaje colectivo, y el acuerdo para convivir en paz y felizmente. Una comunicación liberada del dominio de un emisor institucional y sus sanedrines, centrada en las voces diversas de los públicos que acuerdan para hacer, conocer y construir un mundo nuevo. La lucha es por la libertad informativa y por una comunicación basada en la cooperación y la fraternidad. Todavía una utopía.
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