Sergio Gómez Montero*
Afirmo, señor ministro,
que se murió la verdad.
Hoy día se jura en falso
por puro gusto, nomás
V. Parra: “Yo canto la diferencia”
Para el compita López Obrador
Recuerdo, sí, que a principios del gobierno de López Obrador. Claudio Lomnitz publicó una nota periodística llena de interés sobre la importancia que tendría el darle relevancia a las tareas culturales como eje de las actividades de gobierno a desarrollar. Nadie, en el aparato de Estado, le concedió gran importancia, hasta hoy, a lo escrito por Lomnitz, pero a mí, a raíz de esa nota, sí me quedó un gusanito: era obvia la afirmación del escritor, ¿pero cómo llevarla a cabo? En otras palabras, ¿qué significa ubicar como eje central de las tareas de gobierno a la cultura?
Sí, también yo comparto ese punto de vista, pero sé que ello no es una tarea sencilla si no entendemos que ello significa, más que nada, encontrarle sentido de pueblo a la nación que nos dejaron destruida y la cual, con urgencia, requiere encontrarle razón de ser a todo lo que hace, pues, por decir algo, hacer radicar el sentido de pueblo y de cultura en el fútbol, el boxeo o en la figura de un cantante de música romántica como José José ejemplifica el brutal deterioro que guarda la idea de cultura y la cultura misma en un determinado momento. ¿Cómo revertir entonces el brutal deterioro cultural en que la nación quedó sumida hasta 2018?
De hecho, hasta hoy nadie lo sabe. Los funcionarios del aparato de gobierno, hasta hoy no hacen sino repetir las viejas fórmulas puestas en práctica por los gobiernos anteriores (con brutales fórmulas de austeridad que son iguales a recortes presupuestales sádicos y sin sentido), sin que hasta hoy se note que la cultura ocupa el lugar central que debiera tener, entre otras cosas porque los funcionarios de referencia parecen no tener fórmulas claras para ubicar a la cultura como ese motor que debiera ser en términos de nueva vida social. Es decir, evidentemente falta la idea de cultura y por eso ésta se concibe sólo como un hacer práctico, antes que, diría Bauman (La cultura como praxis), como una tarea de conciencia, que sólo hasta que esté consolidada, puede generar esa nueva cultura que le otorgará a la vida social una nueva dimensión de quehacer colectivo renovado, que es lo que finalmente se debe entender como la nueva cultura de un nuevo régimen y de una nueva vida social.
No se trata, pues, de saber qué ballet folklórico interpreta mejor, danzando, el son de la negra o la danza del venado, o si Cháirez tiene derecho o no a pintar a Zapata desnudo, de lo que se trata, más bien, es si todo eso se inscribe o no en una nueva conciencia cultural de un pueblo que busca, otra vez (como en 1810, 1857 y 1910), encontrarse a sí mismo. Eso sí es nueva cultura: la conciencia del pueblo tratando de encontrarse otra vez a sí mismo, a través de las luchas sociales que le hagan ver –a todos los componentes de ese pueblo– que se está en lucha en contra de quienes, previamente, nos habían destruido precisamente como pueblo y, entre otras cosas, habían destruido nuestra cultura.
O que, ¿estaríamos de acuerdo, enajenados, con que la cultura del espectáculo, el comercio y la iniciativa privada debe ser hoy nuestra cultura?
*Profesor jubilado de la UPN
Culturólogo, por ser algo
gomeboka@yahoo.com.mx
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