Rajak B. Kadjieff / Moscú, Rusia
*Fue instrumento del proyecto reformista de Mijaíl Gorbachov.
*Los lastres que dejó Leonid Brezhnev en el camino.
*Paquidermo en cristalería con mudanzas y órdenes drásticas.
En los primeros días de la Perestroika -expresión rusa alusiva a la reestructuración de los sistemas social y económico- en marzo de 1985, al asumir el poder, Mijaíl Gorbachov empleó a Borís Yeltsin como punta de lanza de su proyecto político de reformas, con la complicada misión de poner orden y combatir los vicios incubados en la nomenklatura comunista.
Estas acciones debieron comenzar desde la época del estancamiento de Leonid Brezhnev: la incompetencia gestora, el servilismo a los mandos superiores, la desidia en el cumplimiento de los planes e, inevitablemente, la corrupción.
Yeltsin procedió como elefante en cristalería: nombró un nuevo alcalde capitalino, renovó drásticamente las secretarías del Comité Urbano y las oficinas a sus órdenes en el Comité Central del PCUS e incluso verificaba in situ si sus disposiciones sobre la reparación de averías o el suministro de productos eran aplicadas.
Pronto se erigió en el martillo de conservadores y corruptos de cualquier instancia de poder, incluidas las más elevadas del partido, y en el adalid de los aspectos más audaces de las reformas políticas y económicas en curso, sobrepasando en determinación al propio Mijaíl Gorbachov.
Este nunca imaginó que un jefe del partido se valiera de la Glasnost, la política de apertura informativa inseparable de la Perestroika, para vocear sus diferencias con otros aparatchiks: hasta entonces, las trifulcas internas se habían disputado y zanjado estrictamente entre las cuatro paredes de las salas de reuniones del Comité Central y el Buró Político.
Su personalidad, risueña y cercanamente arrolladora le dio a Yeltsin una popularidad inmensa entre la gente de la calle, con la que, algo insólito en un jerarca del partido, solía mezclarse para escuchar y compartir sus denuncias y quejas; pero también muchas animosidades en un aparato donde abundaban aún los enemigos de la reforma.
Ya en 1986 fue dado de baja como secretario de obras y construcción en el Comité Central; pero éste se trataba de un puesto básicamente burocrático que no menoscabó el perfil fuertemente político que aportaba la jefatura del partido en Moscú.
Las reprobaciones continuaron y el 21 de octubre de 1987 Yeltsin pronunció un duro discurso en el pleno del Comité Central en el que denunció los privilegios de la nomenklatura y las trabas puestas a la Perestroika impulsadas por Gorbachov.
La desacostumbrada sarta de reclamos en el corazón del poder soviético tuvo consecuencias fulminantes, pues el aparato del partido, irritado por las acusaciones, presionó a Gorbachov para que retirara su apoyo a Yeltsin, y el 11 de noviembre, aquel consintió su doble destitución como miembro suplente del Buró Político y primer secretario del Comité Urbano de Moscú, efectivas el 2 de diciembre.
La expulsión de Yeltsin tuvo elementos escenificados con el propósito de humillarle y además coincidió con una dolencia cardíaca -fue sacado del hospital para recibir comunicación personal de su cese en el Buró Político-, lo que le impidió plantear argumentos en su defensa.
Con todo, Gorbachov, pese a la creencia inicial, no lo apartó totalmente de la escena destinándolo a un puesto burocrático en provincia, sino que le nombró primer vicepresidente del Comité Estatal para la Construcción (Gostroi), cargo de rango ministerial de importancia relativa y decididamente técnico, en espera de otra oportunidad para asumir algún cargo políticamente rentable.
The post Congelado políticamente, Yeltsin esperó su oportunidad appeared first on Almomento | Noticias, información nacional e internacional.