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miércoles, agosto 13, 2025

Soplan los vientos del 18 de Brumario

[Brumario, en francés Brumaire, es el nombre del segundo mes del calendario republicano francés]
Por
Rafael Serrano

18 de brumario.
Golpe de Estado contra la Revolución Francesa
(9 de noviembre de 1799)
Bibliotheque Nationale, Paris, France / Bridgeman Images
Imagen de ID: 425833

 

8 años duró el poder popular que derrocó a la monarquía francesa a finales del siglo XVIII. Un golpe de estado dirigido por Napoleón Bonaparte derroca al Directorio e implanta El Consulado. Se restaura la monarquía. Era el 18 de brumario del año VIII de la República (9 de noviembre de 1799). Napoleón apoyado por algunos ideólogos de la revolución como Sieyès y Ducos conformaron un triunvirato de “cónsules” manipulado por Napoleón. Napoleón contaba mayoritariamente con el “pueblo”, el cual estaba fascinado por las victorias del Corso en las campañas de Austria, Italia y de Egipto (“las guerras revolucionarias”). Los jacobinos se hundieron en un mar de envidias, terror y corrupción y con ellos su fuerza popular, los sans-culottes. Lo que vino fue el destierro o la eliminación de los jacobinos, una reforma constitucional a modo que fue apoyada con narrativas que ungían a Napoleón como “Salvador de la Patria”. La República se extinguía. El Consulado pretendía acabar con la corrupción y someterse a los intereses de la burguesía republicana. Sin embargo, el Pro-Cónsul se proclamó “Emperador de los franceses” el 2 de diciembre de 1804. La restauración había triunfado. La prensa francesa escribió, encargada, como siempre, de vestir el golpe con narrativas “legitimadoras” (ayer como hoy):
“Francia quiere algo grande, permanente. La inestabilidad la ha perdido, es la seguridad lo que quiere. No quiere la realeza, está proscrita; quiere la unidad en la acción del poder que ejecutará las leyes. Quiere un cuerpo legislativo independiente y libre… Quiere que sus representantes sean conservadores pacíficos y no innovadores turbulentos. Quiere, por último, recoger el fruto de diez años de sacrificio.” Le Moniteur  del 24 de brumario (14 de noviembre de 1799).

Se trataba de imponer las aspiraciones de las clases acomodadas y dar fin a la era revolucionaria. Se creó un híbrido que se llamo bonapartismo. Otra realeza, secular/burguesa basada en un autoritarismo populista: ¿les suena? El sueño del panismo y del ogro filantrópico priista difundido por las voces de los enloquecidos bustos parlantes de la mediocracia (desde López Dóriga hasta Aristegui).

La lucha de clases está dada

La Guerra de La Vendée (1793.1796)

Seis años antes, en 1793, la revolución, radicalizada, promueve “la descristianización” y la confiscación de los bienes de la Iglesia así como el servicio militar (leva obligatoria) para robustecer al ejército republicano. Los campesinos de la región de La Vendée apoyados por la nobleza y la Iglesia se oponen a estas políticas revolucionarias. Se había decretado un “Ateísmo de Estado”; una propuesta cultural para formar ciudadanos despojados de las ataduras religiosas y que, en el Nuevo Régimen, estarían iluminados por “la Diosa Razón”. Dice la crónica que “El 10 de noviembre de 1793 fue abolido el culto cristiano y sustituido por el culto a la Diosa Razón”. Los revolucionarios realizan un acto litúrgico en la catedral de Paris, Notre Dame; colocan, en el lugar del Santísimo Sacramento, a la Razón deificada, nuevo Totem que anunciaba la extinción del Viejo Régimen (Ancian Règime). Estas provocadoras acciones fueron acompañadas por la confiscación de las tierras y bienes de la Iglesia Católica. Políticas que desembocaron en una confrontación violenta entre revolucionarios y contrarrevolucionarios. Un mar de diferencias los separaba, contaminadas por el odio, el rencor de clase y las fobias sociales autoritarias. En nuestro ahora/hoy, sigue existiendo el “mar de diferencias”, anidado y expandido en el ciberespacio donde las conversaciones ha creado un Leviatán (opinión pública degradada) donde prolifera la sin razón, el insulto y la mendicidad; una conculcación aberrante de “la verdad”. Vivimos bajo una dictadura soft: la infocracia.


“La procesión de la Diosa de la Razón”. Henri Renaud; sin fecha. Imagen de ID: 50173

La Guerra de la Vendée fue una verdadera lucha de clases: entre libertarios sans-culottes y conservadores reaccionarios. Jacobinos vs girondinos. Fue muy cruenta: dejó heridas sociales profundas que aún persisten. Surgió de la confrontación entre posturas radicales, fundamentalistas: por una parte, el ateísmo intransigente de los jacobinos y de los sans-culottes (“pueblo” compuesto por trabajadores urbanos); y por otra parte, el fundamentalismo religioso de los campesinos aliados con la nobleza, los burgueses girondinos y la jerarquía religiosa que buscaban restaurar el “orden” perdido y reaccionaban con furia (de ahí el término reaccionario). Los campesinos y sus aliados fueron derrotados; pero en poco tiempo, el golpe de Estado de Napoleón (1799) instaura una “dictadura plebiscitaria” donde él, es el Hombre Fuerte (el pro-Cónsul).
En México vivimos en el siglo XIX esas dictaduras: largas, prosaicas y aberrantes (Santana, el Imperio y la de Díaz ); y en el siglo XX, la Revolución fue congelada por una oligarquía ilustrada que parasitó en el porfiriato y transitó como Deep state a la Revolución Institucionalizada, apoyada por las aterradas clases medias emergentes/conservadoras (gente decente), acólitas del aspiracionismo y de una patria ordenada y generosa. El costo fue mayúsculo; un baño de sangre: un millón de muertos y el levantamiento de campesinos fundamentalistas (la Cristiada) que dejó otros miles de muertos.Tuvimos nuestro Termidor mexicano que asesinó/exterminó a todos los líderes revolucionarios, incluyendo al ángel exterminador por antonomasia: Álvaro Obregón, a manos de católicos pre-yunquistas que se decían sinarquistas (anti-anarcos). El Jefe Máximo o procónsul mexicano, Calles, promulgó la Ley Calles que impuso un Estado ateo represor (a Calles le decían “El Turco”). Se desató una cruenta guerra civil: Garrido Canabal perseguía sotanas en Tabasco, hacia quema de fetiches en las escuelas racionalistas mientras el “Turco” llamaba al Bajío el “gallinero de la República” y reprimía con dureza a los católicos y suprimía la libertad de creencias. ¿réplica de la Guerra de La Vendée?. Los campesinos perdieron, fueron abandonados por la jerarquía religiosa y por la aristocracia agraria todavía latifundista. Lo que vino después fue una algarada libertaria y justiciera (cardenismo) que dura una sexenio, 1934 a 1940, que echa andar la reforma agraria y recupera los bienes petroleros. Dura poco, en 1940 se restaura el orden priista muy a la derecha y se establece la “dictadura perfecta” durante casi un siglo y que culmina con la larga noche neoliberal: ¿neo-porfirismo o bonapartismo “reloaded”?.
En 1804 fue abolida la primera República francesa y se proclama el Primer Imperio. Como Emperador Napoleón logró conquistar buena parte de Europa y realizar grandes reformas sociales, económicas y políticas que limitaron los privilegios de los monárquicos y reforzaron a la emergente burguesía; hasta que en 1815, derrotado en Waterloo, abdica a favor de de su hijo, Napoleón II, el cual es depuesto a los 15 días de su proclamación. Los Borbones ocupan el trono con una agenda política conservadora y reestablecen el poder de la Iglesia Católica: la “Restauration” del Viejo Régimen. En 1830 un grupo de liberales pro-monárquicos, los wok de ese entonces, deponen a Carlos X y proclaman una monarquía parlamentaria que limita el poder del Rey, lo sustituyen con otro borbón, Luis Felipe I; hasta 1848, en que emerge la Segunda República, también efímera y derrocada en 1851 por la derecha reaccionaria quien “replica” el 18 de Brumario y coloca a Napoleón III como emperador del “II Imperio francés” que dura 19 años (1870). De ahí el texto de Marx “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte” donde afirma que la historia se repite; primero, como una tragedia y después como una farsa.
Cabe decir, sin embargo, que la obra de Napoleón III fue importante: reconstruyó París haciéndola una ciudad hermosa, llena de bulevares y parques, modernizó el sistema bancario y la infraestructura (la red ferrocarrilera), tecnificó la agricultura y las hambrunas se extinguieron; en lo social estableció el derecho de huelga y el derecho de los trabajadores a organizarse (sindicalismo) así como el derecho de que las mujeres fueran admitidas en las universidades. Algo de este aroma social reformador lo hizo Porfirio Díaz y la nomenclatura priista pero en una jaula social de ninguna manera melancólica sino férrea, bajo lo que se llamó la “vía Junker” capitalista (latifundismo a lo bestia). El Dictador mexicano oscilaba entre la disciplina prusiana y el bonapartismo: su afán constructor y modernizador de ciudades, de los sistemas de comunicación (puertos y red ferroviaria) y de la reforma de la educación bajo los principios positivistas acompañado de una mano dura, represiva contra la incipiente clase obrera y que sometía a los campesinos empobrecidos a condiciones infames como las tiendas de raya de las haciendas y otras salvajadas. Por su parte, el priato creo instituciones fundamentales como el Banco de México, el Seguro Social y garantizó una educación laica y gratuita y hubo durante un tiempo movilidad social. Pero a cambio de esto, se cooptó a los lideres campesinos, obreros, maestros y estudiantes; se reprimió con dureza a los disidentes (Tlatelolco, 10 de junio y la guerra oculta contra la guerrilla en los 70s) y pervirtió la democracia con infinidad de fraudes electorales y matanzas quirúrgicas. El crecimiento no trajo prosperidad para todos, como aquellos que creen que le crecimiento del PIB es síntoma de desarrollo y bienestar. El resultado: un sistema bonapartista (dictadura o monarquía sexenal) con cortos, efímeros momentos verdaderamente justicieros y revolucionarios (La era de Juárez y el cardenismo).
Bonapartismo le llamó Marx, refiriéndose no solamente a los que buscaban implantar la ideología política de Napoleón Bonaparte sino a los que aspiraban a restaurar un estilo de gobierno supuestamente equilibrado y tolerante. Me pregunto, ¿si la farsa opositora mexicana, que hoy aparece como un coro de hécubas, anunciando “el fin de la democracia” y el advenimiento de una “dictadura sostenida por el narco” quiere la restauración del pasado o simplemente lucha por sus privilegios perdidos? Ahora el coro conservador llama al intervencionismo extranjero para “volver al orden” y acusan al “morenato” de lo que ellos crearon: la Gorgona de la corrupción y del crimen organizado. Escucho la voz amargada y cansina del Ingeniero Cárdenas diciendo que la 4T “no tiene proyecto de nación” (SIC) y me duele que no tenga la grandeza de su padre, envejeció como Porfirio Muñoz Ledo hundido en sus envidias y sin asirse a la dignidad de sus virtudes republicanas que fueron muchas. Los mató el ego y la soberbia.
La comuna de París: flor de un día

La comuna de París: los descamisados contra la oligarquía

Pero siguiendo la historia de la república francesa, de la tragedia a la farsa: el II Imperio francés es derrocado y surge la tercera República que se enfrenta al asedio de Prusia que toma la ciudad de París. El ejercito francés, la Guardia Nacional, capitula por hambre y escasez de recursos (enero de 1871). El Gobierno de Defensa Nacional pacta un armisticio con los prusianos y se celebran elecciones elecciones; los monárquicos ganan la mayoría absoluta y nombran a Thiers como “Jefe del Poder Ejecutivo de la República”. En marzo de 1871, la Guardia Nacional y el pueblo se sublevan (clases populares y pequeña burguesía) y toman el control París. Instauran un gobierno popular, la Comuna de París, opuesto al gobierno de Alphonse Thiers. La respuesta fue violenta y el Gobierno de la Defensa Nacional combate y aplasta a los comuneros en mayo de 1871. Como diría Ensenzberger: una corta primavera de 90 días. El grito popular exigía “la république démocratique et sociale!”. Un socialismo autogestionario centrado en la participación autónoma de los trabajadores en las empresas donde trabajan y también en las comunidades, los partidos políticos, las organizaciones civiles y en el Estado. Un camino a la utopía: demoler la propiedad privada de los medios de producción era demoler/erradicar el egoísmo y la usura del alma humana. Los comuneros creían más en Rousseau que en Hobbes. El hombre no es el lobo del hombre. No somos un Yo depredador sino un Nos-otros fraterno.
Este momento del futuro, la Comuna de París, será replicada en el “corto verano de la anarquía” en la Barcelona de los años 30, encabezados por un minero asturiano, Buenventura de Durruti. Y en México, en la algarada efímera del 68 que exigía una sociedad libre, igualitaria fraterna con una educación laica, gratuita y co-gestiva, más allá de los modelos napoleónicos centrados en una gerentocracia gremial (la educación de currículo arbitrario y del látigo domesticador del magister dixit). Años después, en 1994, el movimiento zapatista toma San Cristóbal Las Casas y declara la guerra a un gobierno que ha entregado el país a los Estados Unidos. Su resistencia militar dura poco pero inaugura una utopía en algunos municipios aislados de Chiapas; sin Dios y sin amo. La replica histórica no puede considerarse una farsa sino una manera de asumir el pensamiento trágico, con la verdad y la utopía anidadas en su espíritu milenario. La historia puede repetirse no solamente como farsa, puede reinventarse con una estética mejorada: la estética del porvenir. Los hijos del 68 o los neo-zapatistas pertenecen a ese legado de la Comuna de París. Democracia social ya…la imaginación al poder y si, debajo de los adoquines está el paraíso.
Cuando vemos como el establecimiento judicial mexicano se derrumba, nos sentimos comuneros aun cuando todavía faltan muchas comunas por edificar y muchos feudos que disolver; pero el espíritu honesto, comprometido debe prevalecer. La rueda de la historia camina y la lucha sigue y Zapata vive. Y no fue sino hasta 1905, un siglo después de la Declaración de los Derechos Hombre, que la ley francesa separa a las iglesias del Estado y se establece un Estado laico. Y fue la tercera República francesa y no la monarquía la que lo impuso. Ha sido una lucha centenaria por crear instituciones democráticas. Que ahora son severamente cuestionadas y tomadas o asaltadas por las fuerzas reaccionarias que reviven sus viejos perjuicios. Europa ya no es paradigma de la democracia y su Estado de Bienestar se tambalea en manos de oligarquías que reviven el absolutismo monárquico del siglo XIX y recrean un neocolonialismo trasnochado ideado por la MAGA desde Miami.

La historia es maestra pero tiene muy malos alumnos; los cuales no aprenden y sólo replican el mantra de la restauración del pasado “ordenado” frente al “caos” y el “terror” de la Revolución. Se muestran innovadores pero en realidad son una repetición monocorde del pasado, son reaccionarios en el sentido estricto de la palabra: repiten “los errores y los horrores” de los cambios y se vuelven dis-ruptores supuestamente libertarios. Pocas veces aprenden, tal vez por eso se ralentizan los cambios positivos. Son violentos e intolerantes. Aquí, en México, los conservadores del siglo XIX aprovecharon los errores de los liberales y buscaron la intervención extranjera teniendo como aliados a la Iglesia dueña de las tierras, terrateniente preponderante, y a una aristocracia racista y clasista anclada en un hispanismo neocolonial. Una vez restaurada la República, dieron golpes de Estado y consolidaron una dictadura de tres décadas. Ya en el siglo XX, la Revolución que fue sangrienta y dejó heridas que todavía no cicatrizan creó un sistema que se hundió en un mar de corrupción y de inmoralidad; un sistema perverso corporativo y clientelar con una oligarquía soberbia, antimexicana y revanchista, con sus voceros, intelectuales orgánicos, palafreneros y pregoneros de sus infamias. Las fuerzas reaccionarias de hoy como las de ayer tienen ideas viejas que quieren poner en vasijas nuevas (como bien decía AMLO). La historia nos dice que no habrá restauración. Pero si habrá amenazas golpistas, suaves o duras, que nos exigirán movilizarnos para garantizar nuestra prosperidad fraterna, compartida. Ahora tenemos la fuerza populista del lado correcto de la historia. No pasarán.

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