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jueves, septiembre 11, 2025

Encuesta digital revela que la población en Quintana Roo no es afín al ambientalismo en redes

Chetumal, Q. Roo.— Una encuesta difundida por El Maya Mx arrojó un resultado revelador: 95.9 % de los participantes opinó que el ambientalismo digital en Quintana Roo “busca atención e impacto” más que aportar críticas informadas. El dato refleja un sentir claro: la ciudadanía, en su mayoría, no es afín al ambientalismo en redes sociales, al percibirlo como un activismo más preocupado por generar ruido que por construir soluciones.

El hallazgo llega en un momento clave. Quintana Roo es un estado con fuertes contrastes: mientras que el norte —con Cancún, Playa del Carmen y Tulum— concentra la mayor parte de la economía turística, el sur ha permanecido rezagado durante décadas. Para esta región, la llegada de proyectos turísticos regulados representa una oportunidad de desarrollo humano y económico que no se puede desaprovechar.

Casa D, el caso más reciente

En las últimas semanas, el caso más visible ha sido el de Casa D, proyecto turístico de Diego Dreyfus en Tulum. El señalamiento viral aseguró que implicaba la deforestación de 21 hectáreas. Sin embargo, la documentación oficial muestra que se trata de un desarrollo de cuatro cabañas y menos de 20 llaves, lo que hace imposible esa magnitud de despalme.

La polémica se centró en el permiso para usar “palos” a fin de ahuyentar fauna. Aunque criticado en redes, especialistas señalan que su impacto acústico es muy inferior al de bares y restaurantes que operan al borde de la selva, sin que estos generen indignación digital.

Este tipo de narrativas digitales llevaron a que, recientemente, las autoridades ambientales tuvieran que dar un golpe de autoridad: se señaló públicamente que las críticas dirigidas contra proyectos turísticos relevantes en el sur del estado se estaban realizando sin conocimiento de causa. Lo significativo es que estas inversiones se ubican en las zonas que más requieren desarrollo económico y humano, donde los índices de empleo, infraestructura y oportunidades están muy por debajo de los del norte. Frenar estos proyectos con acusaciones infundadas, advirtieron las autoridades, no solo es irresponsable, sino que priva a comunidades enteras de alternativas para mejorar sus condiciones de vida.

El antecedente del Tren Maya y otras controversias

El debate sobre el Tren Maya mostró una dinámica similar. Aunque hubo razones legítimas de preocupación, la oposición digital fue amplificada por la política y los medios. En contraste, encuestas serias realizadas en la región muestran otra realidad.

De acuerdo con una encuesta de Enkoll para Fonatur, publicada por El Economista en octubre de 2021, alrededor del 90 % de los habitantes del sureste (incluyendo Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán) expresó estar de acuerdo con la construcción del Tren Maya, al considerarlo generador de empleos, beneficios turísticos y ventajas económicas para la región. Otro estudio de la UNAM y Fonatur reforzó este panorama: 85 % de los encuestados consideró que el proyecto crearía nuevas oportunidades laborales, 83.2 % que fortalecería al turismo, y 75.1 % que impulsaría la economía regional.

Esto deja clara la paradoja: mientras en redes sociales se potenciaban narrativas de rechazo, la percepción real de la población en el sureste era diametralmente opuesta. Hoy ocurre lo mismo con proyectos turísticos en el sur de Quintana Roo: las campañas digitales más ruidosas no necesariamente representan la opinión de las comunidades locales, que sí ven en estas inversiones una oportunidad de progreso.

Los problemas invisibles

Al mismo tiempo, problemas ambientales de gran envergadura siguen siendo invisibles en las redes. En los municipios de Otón P. Blanco y Bacalar, la deforestación por la expansión agropecuaria es la principal causa de pérdida de selva. En Playa del Carmen, diariamente se vierten aguas negras y lixiviados al subsuelo, contaminando cenotes y el manto acuífero que sostiene a toda la región.

A pesar de su gravedad, estos problemas no generan la misma indignación digital que proyectos turísticos asociados a personajes conocidos o empresas visibles. Paradójicamente, los desarrollos que más ruido concentran en redes sociales suelen ser también los más vigilados y sujetos a estrictas normas de compliance, mientras que las afectaciones estructurales permanecen fuera del radar.

Un movimiento “blanco” y desinformado

Personas entrevistadas en el sur del estado señalan que la crítica ambiental en redes se ha convertido en un movimiento “blanco” y desinformado, muy distinto del ambientalismo técnico y especializado que, en décadas pasadas, logró conquistas históricas.

De acuerdo con esta visión, buena parte de los activistas digitales no nacieron en el sur de Quintana Roo y provienen de contextos de clase privilegiada, ligados a zonas turísticas del norte ya consolidadas. Desde esa posición, dicen, se oponen a proyectos en regiones que todavía carecen de infraestructura, inversión y oportunidades de desarrollo. El resultado es una desconexión: mientras las comunidades del sur anhelan inversión que dinamice su economía, las redes sociales proyectan una narrativa de oposición total, muchas veces sin fundamentos técnicos sólidos.

Un riesgo para el movimiento ambiental

La encuesta y los casos recientes apuntan a un riesgo claro: cuando el ambientalismo digital se concentra en la viralidad, no solo pierde afinidad social, sino que debilita la legitimidad del movimiento ambiental en su conjunto. La población comienza a percibirlo como una postura de oposición automática, lo que erosiona el respaldo a causas realmente prioritarias para el estado.

La consecuencia es grave: el ruido digital puede generar un efecto boomerang, creando adversidad hacia los ambientalistas serios y dificultando que temas urgentes —como la contaminación de los mantos acuíferos o la deforestación masiva— reciban la atención que necesitan.

El desafío por delante

En Quintana Roo, el reto es doble. Por un lado, asegurar que el desarrollo turístico —especialmente en el sur— se lleve a cabo con estricto apego a la ley y con medidas de mitigación ambiental efectivas. Por el otro, reconectar al movimiento ambiental con el rigor técnico y con las necesidades reales de las comunidades locales.

La encuesta lo deja claro: la afinidad social hacia el ambientalismo en redes está en crisis. Superarla dependerá de que las causas ambientales se aborden con seriedad, sin perder de vista que el desarrollo humano y económico también forma parte de la sustentabilidad que Quintana Roo necesita.

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