*La lengua es un arma de fuego. Adjetivar, descalificar, sembrar discordia e infundios, las sin razones preferidas de la 4T para infundir terror
Gregorio Ortega Molina
Nada puede hacerse ante la banalización del poder. Sus efectos, ni siquiera con los otros datos, pueden evitarse. El peso de la economía castigará a este gobierno y al país. Pero ufanos, sostienen que sus cambios son irreversibles.
Para que no desautoricen ni flagelen a la oposición desde la alta tribuna del salón de la Tesorería, baste traer a colación la epístola de Santiago, Contra la intemperancia en el hablar (3, 1-12). Que no se aparten de su interés en esa mística de un gobierno teocrático:
“… Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo… Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan grande. Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehena, prende fuego a la rueda de la vida desde su comienzo… Ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios, de una misma boca proceden la bendición y la maldición…”.
La lengua es la victimaria de esta promesa de la 4T, porque la realidad nada tiene que ver con los otros datos. Esta cuesta de enero se prolongará durante los próximos cinco años, como lo indican las cifras oficiales.
“El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informa sobre los principales resultados de la Encuesta Nacional de Empresas Constructoras (ENEC). En su comparación anual, el valor real de producción de las empresas constructoras descendió (-)11.1%, las horas trabajadas retrocedieron (-)2.2% y el personal ocupado total fue menor en (-)1.3%, mientras que las remuneraciones medias reales aumentaron 0.2% en octubre de 2019 con relación al mismo mes de un año antes”.
Total, los números de la industria de la construcción, la que mide la salud o enfermedad de una economía, indican que 2019 no fue un buen año, y ni manera de desmentir estos otros datos, proporcionados por la fuente más oficial y creíble que hay.
El problema es que se aferran, con la lengua y los dientes, a imponer una narrativa del poder sexenal que hace agua por todos lados, y cuando los fieles, los adeptos, los adictos a la imagen del político presidencial resientan las consecuencias del engaño, puede armarse la de Dios es Cristo, y entonces sí que van a necesitar de los abrazos para detener el fuego graneado de las redes sociales, de las habladurías, del hambre, de la verdad, todo propiciado por la desilusión, pero no podrán echarlos del poder.
¿Están a tiempo de enmendar? Lo considero difícil, si no imposible. Los seres humanos ya formados en sus compromisos y su fe, raramente modifican su comportamiento. Para ellos los equivocados son los otros. Y apenas es la primera cuesta de enero bajo su responsabilidad, la de 2019 correspondió al peñato. Faltan cinco toros, porque la de 2024 será su cierre, con broche de oro.
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