Adrián García Aguirre / Cdmx
*Aunque se piense que no, esos sitios ahí están.
*Todos los días queda algún lugar apenas recordado.
*Pueda ser un lugar conmemorativo o un centro arqueológico.
*Hay el caso de pueblos enteros, como uno en Michoacán.
*Este es San Juan Parangaricutiro, cercano al volcán Paricutín.
El pueblo de San Juan Parangaricutiro en Michoacán es tal vez el más famoso de todos estos lugares, cuya historia de abandono comenzó el 21 de febrero de 1943, cuando Dionisio Pulido, un campesino originario de ahí, notó que estaba saliendo humo de la tierra que ocupaba su predio, en el municipio de Parangaricutirimícuaro.
Pulido estaba en su terreno viendo las milpas, y de pronto vio elevarse la tierra para ver surgir el volcán que los lugareños, con el tiempo, llamarían Paricutín, que en menos de un mes se había levantado de la nada, erupcionó y dejó sumergido en lava al pueblo entero, sin que afortunadamente hubiera víctimas humanas.
De San Juan Paricutiro solamente quedó la torre de iglesia, único testimonio de que ahí existió vida alguna vez, con arreglos florales que llevan sus antiguos pobladores y visitantes que permanentemente van hasta ese sitio cercano a Uruapan, la segunda ciudad de Michoacán.
En Guanajuato, en la época colonial, el Mineral de Pozos era considerado el pueblo más rico de todo el Virreinato de la Nueva España, con más de setenta mil habitantes dedicados a la extracción de oro, plata, cobre, mercurio y aluminio.
El pueblo de Ojuela, en Durango, fue uno de los primeros poblados mineros de la Nueva España, fundado por el sacerdote jesuita Servando de Ojuelos en 1598, junto a una barranca rica en minerales.
Para cruzar la barranca construyeron entonces un puente colgante que todavía se mantiene en pie y que se puede recorrer; pero en 1920 varias tormentas dejaron la mina completamente inundada y el pueblo quedó vacío.
El pueblo llamado Real de Minas de Nuestra Señora de la Purísima Concepción de los Álamos de Catorce, es uno de los pueblos abandonados más famosos de México.
Estaba al pie de un cerro en donde se construyeron varias minas de las que se extrajo muchísima plata, tanta que el estado conde está Real de Catorce se empezó a llamar Potosí, igual que una montaña ubicada en Bolivia, rica en mineral, por lo que lleva ese nombre; pero éste se agotó y hacia mediados del siglo XIX el pueblo quedó vacío.
El pueblo de Guerrero Viejo en Tamaulipas, cerca de la frontera con Estados Unidos, al norte de México, se convirtió en pueblo fantasma de la noche a la mañana cuando, en 1944, los gobiernos ambos países de inauguraron la presa Falcón, que inundaría al menos parcialmente el poblado, y sus habitantes reubicados a Guerrero Nuevo.
Actualmente, y cuando los niveles de la presa lo permiten, se pueden visitar algunos de sus edificios.
La hacienda de San Diego de Jaral del Berrio, fue el hogar de los marqueses de Jaral del Berrio, una familia tan rica que su palacio en la Ciudad de México existe aún hoy y se conoce como el Palacio de Iturbide.
En 1830 el marqués Juan Nepomuceno de Moncada y del Berrio era considerado uno de los hombres más ricos del mundo; pero con la guerra de Independencia y la Revolución, la Hacienda se fue quedando vacía y, junto con estación del tren, no quedó nadie.
El pueblo de Cerro de San Pedro en San Luis Potosí también es un pueblo minero que quedó abandonado; pero esta vez no fue al acabarse el mineral de la mina, sino que, en 1948 estalló la primera gran huelga de trabajadores de México moderno.
La empresa dueña de la mina, la estadounidense Asarco, antes que entregarla a sus trabajadores, decidió dinamitarla, y actualmente viven en Cerro de San Pedro menos de cien personas.
Villa del Carbón
En las cercanías del actual pueblo de Villa del Carbón, en el Estado de México, hay un pueblo hundido debajo de una presa, la presa Taxhimay, una de las más grandes de la región.
En 1934 el pueblo de San Luis de las Peras fue hundido por las aguas de la presa y hoy se pueden visitar los restos hundidos, de entre los cuales sobresalen la torre y la fachada de la iglesia.
En 1800 fue inaugurada la iglesia del pueblo de Churumuco, Michoacán, en los límites con el estado de Guerrero, cuya población era una de las más grandes de la zona de Tierra Caliente.
El templo se hizo famoso, porque José María Morelos y Pavón ofició misa ahí; pero hacia 1961 se construyó la presa de El Infiernillo y la mayor parte del pueblo quedó bajo las aguas.
La zona del lago de Tequesquitengo es una de las visitadas desde hace cientos de años, en parte por su fácil acceso a aguas de deshielo limpias y cristalinas, y porque cerca de ahí está una hacienda, llamada Temixco, que construyó Hernán Cortés.
El pueblo de San Juan Tequesquitengo se fundó cerca de un lago; pero hacia 1865 el desvío de aguas de riego provocó que toda la cuenca se inundara, y hoy se puede ver la iglesia y otros edificios si se bucea en sus aguas.
El pueblo de Viejo Quechula en Chiapas, al sureste de México, es uno más de los que fueron víctimas del progreso. En 1966 se construyó la presa Nezahualcóyotl que dejó bajo las aguas al pueblo entero.
Cuando las lluvias son escasas se puede ver casi todo el antiguo templo de Santiago Quechula que se construyera a principios del siglo XVIII y que ya había sido abandonado por una enfermedad que azotó el pueblo en 1776.
Entre tantos pueblos, también hay lugares en las ciudades que están abandonados y que fueron en otra época grandes lugares de reunión.
El cine Ópera en la Ciudad de México es uno de estos lugares, uno de esos, de pantalla enorme y dos pisos, que para la década de 1990 ya estaba cerrado como cine, se utilizaba principalmente como sala de conciertos, uno de los cuales, el de Bauhaus en 1998, fue el último que vio el recinto.
En 1938 se inauguró uno de los cines más lujosos y modernos de la Ciudad de México, el Orfeón, que está en la calle de Luis Moya en el Centro Histórico.
Lugar de muchísimas y lujosas premieres de la época del Cine de Oro mexicano, el lugar está abandonado desde hace décadas, a pesar de varios intentos de volverlo a habilitar.
Los habitantes de la zona mantienen su exterior relativamente limpio.
En la Ciudad de México hubo un hotel de quinientas habitaciones con cine, teatro y jardines, en una avenida céntrica, que está completamente abandonado.
Fue un sueño de su dueño, el político, empresario y arquitecto Fernando Saldaña Galván que se suicidó en sus jardines a los ocho meses de su inauguración, aunque desde entonces se ha utilizado como oficinas de gobierno, y como bodega, pero desde hace años permanece abandonado del todo.
Atlantis era un parque de diversiones de la Ciudad de México que se concibió para acompañar a los “Juegos Mecánicos” de la primera sección de Chapultepec en la década de 1980.
Contaba con varias atracciones entre las que destacaban espectáculos de focas, delfines y aves exóticas; pero los gastos fueron superiores a su presupuesto y gobierno de la ciudad le revocó el permiso de operar, por lo que cerró antes de 1996.
El parque acuático que acompañó uno par de años a Atlantis, La Ola, estaba también en el bosque de Chapultepec y contaba con varias albercas, una de olas que era famosa, y varios toboganes y área de juegos infantiles.
La Ola sufrió el mismo destino que Atlantis y para mediados de la década de 1990 ya había cerrado sus puertas para nunca más abrir sus llaves de agua y diversión.
Pocos lugares tan emblemáticos de las décadas de 1960, 1970, 1980 y 1990 que El Patio, el centro nocturno que albergó a estrellas de todos tipo y calibre, desde José José y Luis Miguel hasta The Doors que fueron invitados por el hijo de Gustavo Díaz Ordaz a tocar en México.
El lugar, elegante a más no poder y cuyas entradas eran carísimas, está abandonado desde finales de la década de 1990 y actualmente en su terreno se construye un edificio.
A la mitad de la Avenida de Los Insurgentes, cerca de la Glorieta del mismo nombre y entre varios ejes viales, el condominio Insurgentes 300 se levanta desde la década de 1960 como símbolo de la modernidad de una Ciudad de México nueva y cosmopolita.
Al poco tiempo de inaugurarse, el condominio tuvo problemas de dinero y los habitantes de los departamentos se fueron a juicio para no ser desalojados, y desde entonces el conjunto está a medio abandono.
Aunque actualmente se encuentra bajo resguardo del gobierno de México y forma parte del área natural protegida del Desierto de los Leones al poniente de la Ciudad de México, el ex convento en realidad fue abandonado por sus habitantes originales, los Carmelitas Descalzos, en 1801 porque en la zona hacía mucho frío; pero se mantuvo en el abandono total casi dos siglos hasta 1976.
Aunque estos son vestigios arqueológicos, en donde obviamente nadie vive desde hace cientos de años, el conjunto de Teotihuacan, la Ciudad de los Dioses, es un caso especial, porque cuando los mexicas llegaron a habitar el lago de Texcoco y fundaron Tenochtitlan en 1325, Teotihuacan ya era una ciudad abandonada al menos desde el año 900.
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