CARACAS, VENEZUELA.- Los ejercicios militares entre Estados Unidos y Trinidad y Tobago han vuelto a encender las alarmas en Caracas, donde Nicolás Maduro denunció públicamente lo que considera una provocación directa en medio del mayor despliegue naval estadounidense en el Caribe en años recientes. La escena que se vivió este sábado en la capital venezolana no fue la de una simple movilización política: fue el retrato de un país que se siente amenazado y que prepara defensas ante lo que describe como un escenario de escalada regional.
Maduro apareció ante miles de simpatizantes en Caracas para advertir que el gobierno de Trinidad y Tobago ha permitido “ejercicios irresponsables” en sus aguas cercanas al estado venezolano de Sucre. Su mensaje fue contundente, directo y cargado del tono desafiante que suele caracterizarlo cuando se trata de la presencia militar estadounidense en el hemisferio.
La preocupación de Caracas no es nueva, pero esta vez el contexto es diferente. El arribo del portaaviones Gerald R. Ford al Caribe —acompañado por un grupo de batalla con más de 4 mil efectivos y decenas de aeronaves— marca un punto de inflexión en la estrategia militar de Washington. De acuerdo con la Armada estadounidense, este movimiento forma parte de la Operación Lanza del Sur, ordenada por el presidente Donald Trump para combatir a lo que denomina “narcoterroristas” en la región.
A mitad del conflicto, los ejercicios militares no solo representan una maniobra táctica, sino un símbolo de la compleja relación entre Estados Unidos y Venezuela. La Casa Blanca acusa a Maduro de liderar una red de narcotráfico y ha ofrecido una recompensa millonaria para facilitar su captura, mientras Caracas sostiene que esas acusaciones forman parte de una campaña para justificar intervenciones.
Durante septiembre, las tensiones crecieron de manera abrupta. La administración Trump inició ataques contra embarcaciones en el Caribe que aseguraba contenían cargamentos de droga, dejando más de 70 muertos según reportes oficiales. Venezuela respondió con la promulgación de una nueva ley de Defensa que organiza los Comandos de Defensa Integral y activa protocolos militares en todo el país. Para muchos analistas, este cruce de decisiones representa un aumento peligroso del riesgo de confrontación directa.
El despliegue del Plan Independencia 200, ejecutado por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana durante la madrugada del martes, refuerza esa percepción. Radar, artillería, sistemas antiaéreos y unidades tácticas fueron movilizados estratégicamente en varias zonas del país, como un aviso claro de que Venezuela no piensa quedarse de brazos cruzados.
Mientras Washington insiste en que su acción en el Caribe tiene fines estrictamente antinarcóticos, Caracas sostiene que se trata de una estrategia de expansión militar en la región. Para Maduro, la presencia del Gerald R. Ford es una “amenaza real”, no una maniobra diplomática.
Del lado estadounidense, funcionarios argumentan que Venezuela se ha convertido en una plataforma para rutas de tráfico ilegal controladas por grupos vinculados al gobierno de Maduro. Las acusaciones no son nuevas, pero la administración Trump las ha llevado al nivel más alto al emplear fuerza militar significativa en apoyo de sus operaciones.
La población venezolana, inmersa en la tensión, observa con incertidumbre el aumento de barcos, aviones y mensajes cruzados. Las comunidades costeras del oriente del país han comenzado ejercicios de vigilancia comunitaria, convocados por el propio presidente, para monitorear movimientos sospechosos en el mar.
A medida que el calendario avanza, el Caribe se convierte en un tablero donde cada movimiento militar tiene implicaciones políticas. Los aliados de Venezuela observan y calculan su respuesta, mientras los gobiernos vecinos miden cuidadosamente sus posturas ante el creciente protagonismo estadounidense en la región.
El mensaje final de Maduro, reafirmado en su discurso del sábado, dejó claro que la defensa nacional será prioridad absoluta mientras continúen los despliegues y los ejercicios militares estadounidenses cerca de sus fronteras. Y así, la historia termina exactamente como empezó: envuelta en un mar de tensión donde los ejercicios militares definen, una vez más, el rumbo de la geopolítica caribeña.
AM.MX/fm
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