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martes, noviembre 25, 2025

Chechenia: seguir adelante o jugarse el prestigio nacional

Rajak B. Kadjieff / Mocú, Rusia

*La Pax rusa de Yeltsin y la conflictividad en el Cáucaso.
*Los problemas con la CEI no se hicieron esperar.
*Relativo sosiego: resurgimiento diplomático y militar.
*Grozny fue el principal objetivo de los ataques rusos.
* El año de 1995 se inauguró con un desastre completo.
*Pérdidas propias y uso de todos los medios militares.
*Guerra de guerrillas combinada con acciones terroristas.

En noviembre de 1993 la intentona de pedir apoyo al Kremlin en los temas bélicos de Chechenia, Osetia del Sur y Abjazia quedó frustrada; pero la vuelta al redil ruso tenía su precio: la vigilancia compartida de las fronteras georgianas y el establecimiento de bases militares.
El 3 de febrero de 1994 Borís Yeltsin y Eduard Shevardnadze firmaron en Moscú un Tratado de Amistad y Cooperación y, no casualmente, el 14 de mayo siguiente los abjazios accedieron a firmar el cese de hostilidades.
El 15 de junio tres mil soldados rusos adscritos a la fuerza de pacificación aprobada ante los problemas inesperados por parte de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) comenzaron a desplegarse en la zona.
Con los armisticios de Moldova y Georgia y los precarios ceses de hostilidades para el enclave de Nagorno-Karabaj (de mayoría armenia; pero perteneciente a Azerbaidzhán), arrancado por Grachev en Moscú el 16 de mayo.
Y para Tadzhikistán, alcanzado el 17 de septiembre en Teherán con la intermediación rusa, para otoño de 1994 una suerte de pax rusa se extendía sobre los Estados más conflictivos de la CEI, si bien en todos los casos quedaban pendientes de resolver los problemas políticos y territoriales que habían desatado las guerras civiles.
No fue casual que fuera precisamente en ese momento de relativo sosiego en la CEI y de resurgimiento diplomático-militar cuando el poder ruso reavivó su interés por lo que sucedía en Chechenia.
Esta república de la CEI se había desenvuelto como un ente soberano, acumulando pertrechos militares en previsión de una intervención rusa y auspiciando una coalición de pueblos montañeses norcaucásicos que tenían como nexos el frentismo al orden federal ruso y al irredentismo osetio.
En Moscú se impuso la solución militar al problema checheno que favorecían los ministros de fuerza y Serguéi Stepashin, además del secretario del propio Consejo desde septiembre de 1993, Oleg Lobov, hasta ahora primer viceprimer ministro.
Del lado de la moderación se identificaron a Chernomyrdin y Kozyrev; pero el 16 de enero de 1994 se proclamó la República Chechena de Ichkeria, y en el verano de ese año Yeltsin dio el visto bueno a la liquidación de la rebeldía chechena; pero primero se exploró la vía indirecta de alentar la formación de un contrapoder a las autoridades de Grozny.
Cuando el 27 de noviembre fracasó una incursión de opositores armados contra la capital pese a la cobertura aérea rusa, Yeltsin encontró la ocasión para conminar a los chechenos a que cesaran en sus querellas internas so pena de introducir el estado de emergencia en la república y movilizar a las fuerzas federales para hacerlo cumplir.
Mientras Yeltsin asistía a una cumbre en Budapest, el 5 y 6 de diciembre de 1994, unidades rusas se movilizaban en la frontera con Chechenia listas para intervenir, de modo que la invasión comenzó el 11 de diciembre con bombardeos masivos por tierra y aire, con Grozny como principal objetivo.
Pese a los partes triunfalistas sobre una rápida conclusión de lo que se presentaba, no como una campaña militar, sino como una operación de orden público, lo que Yeltsin se encontró fue el más mortificante quebradero de cabeza hasta el final de su mandato.
En efecto, los chechenos plantearon una resistencia encarnizada y la primera tentativa de asalto ruso a Grozny terminó, el 2 de enero de 1995, en un desastre completo y definitivo.
Sólo la asunción de elevadas pérdidas propias y el recurso a todos los medios militares, sin reparar en destrucciones y mortandad entre la población civil, permitió al Kremlin seguir adelante con una ofensiva en la que estaban en juego el prestigio nacional y no pocas carreras personales.
El 8 de febrero las tropas completaron el control de la devastada capital chechena y hasta el 19 de abril fueron cayendo los centros urbanos de Argún, Gudermés, Shali y Bamut.
En apariencia, el orden federal volvía a regir en Chechenia, pero su Gobierno y su Estado Mayor escaparon a las áreas montañosas y allí reorganizaron sus fuerzas dispuestos a seguir batallando mediante una guerra de guerrillas combinada con acciones terroristas.

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