*Torcer el ánimo social, desestructurar instituciones, confrontar a la sociedad, con el propósito de restablecer el presidencialismo, es esforzarse en un regreso sin destino, porque los mexicanos ya no estamos en el ánimo del gobierno de un solo hombre, así fue el México de Santa Anna
Gregorio Ortega Molina
En asuntos de poder, para el quehacer de gobierno y establecer controles políticos adecuados y acordes a la norma constitucional, ¿puede recuperarse lo que fue y ya no es? ¿Actuamos y pensamos los mexicanos como en 1968, 1971, 1988, 1995, 2000 y 2006? ¿Percibimos al Estado, a la autoridad, a los gobernantes, con el mismo respeto reverencial, o -víctimas del deterioro irreversible- los vemos y sentimos como lo que realmente son?
Un mantra fortaleció el instinto de conservación de los presidentes priistas: el poder no se comparte. Pero fueron ellos mismos los que lo fracturaron, dividieron y compartieron, con un invitado al banquete totalmente inesperado. Al tomarse la decisión de sumarse a los Consensos de Washington, los preclaros salinistas que mangoneaban a Miguel de la Madrid, vendieron las empresas paraestatales y estatales de las cuales pudieron prescindir sin herir el nacionalismo, ni enseñar el cobre con la desaparición del proyecto de nación. Oficiaron las exequias de la Revolución.
Pero lo hicieron mal y favorecieron la creación, desarrollo y real empoderamiento de los identificados como poderes fácticos. Al disminuir su fuerza económica, también lo hicieron en el ámbito de las decisiones políticas, del uso y abuso del poder. Implosionaron lo que fue una coalición tripartita (gobierno, empresarios, obreros) y la convirtieron en una diarquía oficial, con un convidado que no es de piedra.
No hemos querido analizar -para comprender a cabalidad el inicio y desarrollo de los cárteles- las verdaderas consecuencias del error de diciembre y Fobaproa.
Si es cierto lo consignado entre los historiadores del narco en México y la serie de Netflix Narcos México, segunda temporada, episodios 8 al 10, el jefe de jefes, Miguel Ángel Félix Gallardo, disciplinaba a los de abajo y se disciplinaba con sus cómplices del gobierno, hasta que en la Casa Blanca comprendieron que el dinero negro era tanto que no podía dejársele a los mexicanos. Ellos lo tenían que administrar.
Quebraron lo que fue un agiornamento, una entente, lo que favoreció la multiplicación de los cárteles y dificultó la manera en que los políticos mexicanos, a querer o no, compartían su poder con los barones de la droga, pues el empobrecimiento producido por la quiebra de bancos, el endeudamiento de los usuarios, los embargos, todo ese resultado favoreció el reclutamiento de sicarios y de socios, lo mismo para lavar dinero que para ser prestanombres.
El resultado está a la vista: amplias extensiones de la república sin presencia del Estado, administradas por los narcotraficantes y sus secuaces, pero no gobernadas por ellos. Dejan esa responsabilidad a los políticos, pues tomaron nota de lo ocurrido con Pablo Escobar Gaviria al ambicionar el poder político.
Torcer el ánimo social, desestructurar instituciones, confrontar a la sociedad, con el propósito de restablecer el presidencialismo, es esforzarse en un regreso sin destino, porque los mexicanos ya no estamos en el ánimo del gobierno de un solo hombre, así fue el México de Santa Anna.
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