Por Mouris Salloum George*
Esta semana arranca la estación en que el poder económico debiera colocarse frente a su propio espejo y actuar en consecuencia, pero prefiere hacerlo frente al del Estado mexicano.
El ciclo primaveral corresponde al calendario en que los hombres de negocios tienen los encuentros nacionales de sus cúpulas más representativas y siempre se espera de ellos un ejercicio de autocrática. Lo que resulta es una especie de temporada de patos en que la agenda exige más concesiones al gobierno.
El primer evento es la Convención de la Asociación de Bancos de México de alcance internacional, sabido, como es, que el sistema de banca y crédito está cabalmente extranjerizado.
Otra vez: Un clima propicio “para hacer negocios”
Las secciones de Economía y Finanzas de los medios mexicanos se empiezan a poblar de entrevistas a los más conspicuos directivos del sector. Para no variar, resumimos la expresión más recurrente. Que el Estado dé a los inversionistas certidumbre y reglas claras: Otras formas de hacer las cosas y de hacer negocios.
(Vale subrayar una perla que destaca entre otras. Que el gobierno mexicano se cure la miopía y empiece a ver las expectativas que ofrecen las empresas asentadas en Asia; esto es, se colige, que deje de depender sólo de las opciones de los Estados Unidos y Europa. El dato más significativo de fin de semana: El tipo de cambio cruzó la barrera de 21 pesos por dólar.)
Desde que se inició la actual administración federal, la cuarta transformación ha difundido prolijamente los compromisos asumidos por la iniciativa privada, para el caso por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), para financiar los grandes proyectos de infraestructura productiva a fin de remontar la crisis económica y reactivar el desarrollo.
Los reportes al Mercado de Valores no dejan con qué
Ánimo optimista, el de esos compromisos, sin embargo, no se compagina con los reportes financieros entregados a la Bolsa Mexicana de Valores por los jugadores más importantes sobre el cuarto trimestre de 2019.
En su gestión operativa, algunos de esos corporativos reportan pérdidas en diverso grado y medida; en el menor de los casos, otros exhiben bajas de utilidades. Invariablemente, son los bancos los que continúan viento en popa y transfiriendo ganancias a sus matrices metropolitanas.
Si al sector inversor mexicano privado le afecta la falta de solvencia para fondear sus compromisos contraídos, ¿espera que, sin aumentar impuestos ni aumentar los vigentes, como se reiteró en días pasados, el Estado pueda financiarlos?
No tenemos acceso a una respuesta racional. Esperaremos los parlamentos de alto nivel que escucharemos en la convención bancaria, y las que vengan de industriales, empleadores y los comerciantes. Por lo pronto, el coronavirus sigue provocando algunos infartos y embolias en los sectores más neurálgicos de la economía mexicana. No vemos un diagnóstico que pueda revertir la situación en el corto plazo. Grave asunto.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.
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