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Gobernadores dejaron crecer al narco en Quintana Roo

CHETUMAL, QUINTANA ROO, 25 de marzo (ElMaya.MX).- Desde hace por lo menos un cuarto de siglo, el estado de Quintana Roo es rehén de los cárteles de las drogas, capos y distintos servidores públicos, pero siempre bajo el yugo del narcotráfico, flagelo que aumentó de manera desmesurada en los sexenios de Félix Arturo González Canto y Roberto Borge Angulo, aunque ese lastre es arrastrado desde 1993, cuando llegó a la gubernatura Mario Ernesto Villanueva Madrid, preso por delitos contra la salud.

De acuerdo con Sol Quintana Roo, cuando Villanueva Madrid heredó la gubernatura de manos de Miguel Borge Martín, tío de Roberto Borge Angulo, también gobernador de Quintana Roo, la presencia del narcotráfico en Quintana Roo era apenas visible, pues si bien no era un estado libre de drogas, dicho fenómeno era apenas incipiente y no se vislumbraba aún ninguna organización del narco que imperara en la región.

Sin embargo con “El Chueco”, como lo apodaron los chetumaleños, la situación se agravó pues fue cuando Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, fundador y líder del Cártel de Juárez, se convirtió en amo y señor del estado, con el beneplácito y complacencia del entonces mandatario estatal Mario Villanueva, al que, prácticamente, hizo su sirviente.

Sin embargo esa relación, merced a su rango de jefe del Ejecutivo Estatal, pudo mantenerla oculta la mayor parte de su mandato, aunque en los últimos años comenzó a ser demasiado evidente su conducta delictiva y ello atrajo la atención de la entonces Procuraduría General de la República, que envío al extinto Mariano Herrán Salvatti, entonces titular de la Fiscalía Especial para la Atención en Delitos Contra la Salud (FEADS) y se fraguó su detención cuando entregara el poder a su sucesor, Joaquín Hendricks Díaz.

Sin embargo, sabedor de lo que ocurría no acudió a la ceremonia de entrega recepción, en 1999, y anduvo a salto de mata durante dos años más, hasta que el viernes 25 de mayo de 2001 fue detenido en Cancún. Se le extraditó a los Estados Unidos y a su repatriación se le volvió a encarcelar y desde entonces permanece preso. Las investigaciones de ese entonces pusieron al descubierto varias complicidades de servidores públicos, por lo que, en teoría, también serían llamados a cuentas, sin embargo, actualmente, al menos uno de los involucrados en aquél entonces, Felipe de Jesús Muñoz Vázquez, que era un funcionario de nivel me

dio, ahora ocupa el cargo de subprocurador de Investigación en Delitos Federales de la nueva Fiscalía General de la República.

En el libro “Los Capos”, del periodista y escritor Ricardo Ravelo, uno de los especialistas en narcotráfico, con reconocimiento a nivel nacional e internacional, en la página 75 de la obra aparece el nombre de Felipe de Jesús Muñoz Vázquez.

Muñoz Vázquez estaba bajo sospecha desde 1998, cuando la PGR inició la investigación contra el entonces gobernador de Quintana Roo, Villanueva Madrid, por sus vínculos con el Cártel de Juárez. Sobre Muñoz, subdelegado de Procedimientos Penales “B” y Jorge Peña Sandoval, delegado de la PGR en dicho estado, pesaban las sospechas de haber brindado protección a Villanueva Madrid y de haberlo alertado sobre su captura para que huyera.

Ambos personajes, Peña y Muñoz, fueron vistos al salir de una de las casas donde se escondía Mario Villanueva cuando ya era buscado por la PGR y la INTERPOL, dentro y fuera del país. En ese tiempo, la oficina de la DEA en Yucatán, a cargo de Jaime Camacho, tenía en su poder un video en el que se acreditaba la relación de Peña Sandoval y Felipe Muñoz con Alcides Ramón Magaña, “El Metro”; brazo derecho y principal lugarteniente de “El Señor de los Cielos”.

Posteriormente Hendricks Díaz sucedió a Villanueva Madrid y aunque el Cártel de Juárez ya no ostentaba el liderazgo en el estado, seguía teniendo presencia bajo el mando de Vicente Carrillo Fuentes, “El Viceroy”, hermano de Amado, pero las pugnas entre otras organizaciones ya habían generado una ola de muerte y violencia que el entonces mandatario nunca quiso reconocer.

Esa postura tuvo que cambiarla, cuando el 24 de noviembre de 2004 nueve personas fueron ejecutadas en un hecho que se vislumbró como un ajuste de cuentas; entre las víctimas figuraron los agentes de la desaparecida Agencia Federal de Investigaciones (AFI), Roberto Alcántara Váldez, Luis Octavio Guzmán Ruiz y Fernando Pérez Nájera. Todos ellos habían sido torturados y ultimados con el tiro de gracia.

Aun así, en el sexenio de Hendricks Díaz los sucesos vinculados al narcotráfico fueron esporádicos, pero ya comenzaban las pugnas entre distintas organizaciones por el control de territorio con la incursión en el estado de los cárteles de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas, que ya se habían separado del segundo, a raíz de la captura de su líder Osiel Cárdenas Guillén.

Hasta esa fecha, mediados del 2005, las autoridades antidrogas reportaban ya la presencia de varios cárteles de la droga en Quintana Roo, pero no con la intensidad que se apreciaba en ciudades colindantes a la frontera norte del país.

Empero, la llegada de Félix Arturo González Canto representó el boom para el gang de las drogas que se dispersó por todo el estado y fue cuando se propaló la versión de que “la plaza” había sido vendida dos veces al narco y con el posterior arribo de Roberto Borge Angulo, discípulo del primero, el narcotráfico cobró un auge nunca antes visto.

Bajo esa perspectiva, en opinión de las autoridades se puede considerar a los ex gobernadores priístas González Canto y Borge Angulo, como responsables del caos en que se encuentra la entidad.

Un hecho que puso al descubierto hasta qué grado había infiltrado el narcotráfico al gobierno de González Canto, fue lo sucedido el 3 de febrero de 2009, cuando el general retirado, Mauro Enrique Tello Quiñones, fue ejecutado de manera brutal a menos de 24 horas de haber sido designado asesor en Seguridad Pública del entonces presidente municipal de Cancún, Gregorio Sánchez Martínez, “Greg”; otro polémico personaje. Las investigaciones del caso originaron la captura de Octavio Almanza Morales, “El Gori 4”; secretario de Seguridad Pública de Cancún, Francisco Velasco Delgado, “El Vikingo”; director de la Policía Municipal de Cancún y de Marco Antonio Mejía López, ex director de la cárcel de Cancún.

Trascendió entonces que la presencia del general Tello, muerto con otros dos militares a los que también “levantaron”, podría haberles originado problemas a los que, como servidores públicos, estaban vinculados con la delincuencia organizada. Su muerte fue espeluznante, revestida de saña y sevicia, narraron los peritos forenses, quienes dieron fe de las lesiones que presentaba el militar en retiro: “Tenía rotos los brazos y las piernas.

Las fracturas estaban expuestas, todas. Golpes en todo el cuerpo, en la cara, en el tórax, le rompieron las piernas y los brazos y el tiro de gracia probablemente lo recibió cuando ya estaba muerto”. Pero además hubo otros episodios negros durante la gestión de González Canto: A lo largo de su mandato sostuvo nexos con el clan de los Carrillo Fuentes, concretamente con Luis Carlos Carrillo Cano, sobrino de Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, quien se ostentaba como empresario de la construcción.

Bajo esa fachada Luis Carlos hizo millonarios negocios con González Canto, quien le otorgó diversas concesiones, entre ellas la construcción de la cárcel de Cancún, pero al descubrirse la relación entre mandatario y el narcotraficante se vio obligado a suspenderlas.

González Canto había otorgado el contrato para la ampliación de la cárcel municipal de Cancún, a través de la empresa SAFIE de Quintana Roo, SA de CV., cuyos planos contemplaban inclusive hasta la construcción de pasadizos secretos, concebidos para eventuales fugas.

Sin embargo, esa obra no fue la única, hubo otras más concretadas mediante licitaciones otorgadas por el gobierno, sin concurso, pese a que ya era conocido que, a Ricardo y Alfredo Carrillo Cano, hermanos de Luis Carlos, la Drug Enforcement Administration (DEA) los relacionaba como presuntos responsables de tráfico de drogas, “lavado” de dinero, extorsión y homicidio.

Ese parentesco y los vínculos con la delincuencia organizada, quedarían confirmados la tarde del 19 de octubre de 2011, cuando el empresario y amigo personal de González Canto, Luis Carlos Carrillo Cano, fue ejecutado en una de las principales avenidas de Cancún.

Junto al cuerpo fue dejado una cartulina que contenía un amenazante mensaje del Cártel de Los Zetas, que se adjudicó el crimen de Carrillo Cano: “Saludos, ya sabemos que están aquí y que los protege el cerdo del gobernador, pero ni con él nos van a frenar”.

EM.MX/fm

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