Mouris Salloum George
De paternalismo a paternalismo -una forma de corporativismo- ¿cuál resulta más pernicioso? ¿El del Estado? ¿El de la oligarquía patronal? Aquí no hay empate técnico.
Para el Estado, ese método de control significó una base social, política y electoral. Para la oligarquía patronal, un sistema de servidumbre laboral. El paternalismo le dio continuidad al Estado mexicano y a la iniciativa privada fuerzas organizadas para combatirlo. Ambos polos convergieron en la formación del Estado neoliberal en los ochenta: La clase trabajadora quedó atenazada.
En Europa, sobre todo en España y Francia, fue amarillo. En México se pintó de blanco. Estamos hablando de los sindicatos obreros.
Movimientos precursores de las luchas de la clase trabajadora
En las primeras dos década del siglo pasado, un movimiento precursor tuvo como agente a la Casa del Obrero Mundial y su propuesta anarcosindicalista, tendencia que tuvo sus antecedentes más violentos en las huelgas de Río Blanco, Veracruz, y Cananea, Sonora. La brutal represión porfiriana pretendió sofocarlas.
Opuesta a las pulsaciones comunistas con la que cerró la segunda década del siglo, apareció la Confederación Regional Obrera de México (CROM). Esta central encontró su reverso diez años después en la Confederación Patronal de la República Mexicana, de factura regiomontana, protocolizada y reconocida como sindicato patronal durante el sexenio de Lázaro Cárdenas.
En la mesa las clases empezaron juego de vencidas en 1931
El primer punto de choque se dio durante el interinato del presidente Emilio Portes Gil en 1929 y la iniciativa reglamentaria del Artículo 123 constitucional en materia de Trabajo.
En 1931 se inició propiamente en Monterrey el juego de vencidas entre ambos beligerantes. Una facción identificada como sindicatos blancos.
Para mediados de esa década, empezó a palpitar el producto que nació con el nombre de Confederación de Trabajadores de México (CTM). La contraparte se presentó con el nombre de Federación Nacional de Asociaciones de Sindicatos Autónomos (Fenasa), bajo los auspicios de lo que después sería el poderoso Grupo Monterrey.
Nueve sindicatos blancos formaron la piedra angular con los obreros reclutados en la Cervecería Cuauhtémoc, Vidriera de Monterrey, Cementos Mexicanos, Fábricas Monterrey y Cemento Azul.
Fueron Fenasa las siglas a las que siguieron otras formaciones que le dieron dimensión regional a los sindicatos blancos.
Paro empresarial y enlace contra la Expropiación Petrolera
En 1936 se presentó el primer desafío contra la política social del régimen cardenista, cuando industriales y comerciantes impulsaron uno explosivo paro cuyo epicentro fue Monterrey. Cárdenas los enfrentó in situ, como en 1938 lo haría en San Luis Potosí en defensa de la Expropiación Petrolera contra la Rebelión de Saturnino Cedillo, sonsacada por los centros patronales regionales y financiada con recursos de petroleras tejanas.
Con base en el sindicalismo blanco, se desarrolló el emporio económico del Grupo Monterrey, contra el que nada pudo el sindicalismo tricolor oficialista. Ambas tendencias terminaron como santo y seña del charrismo sindical. Irónicamente, fue un regiomontano el que combatió ambas formas de control obrero: Valentín Campa.
Nos inspira el tema la efigie de Lázaro Cárdenas como parte del logo de la cuarta transformación. Lo inspira el hecho de que el 1 de mayo se conmemora El Día Internacional del Trabajo, que será confinado a causa del maldito coronavirus. Así son las crisis sanitarias, qué le vamos a hacer.
(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.
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