CIUDAD DE MÉXICO / SemMéxico.- El futbol profesional en México, el máximo deporte espectáculo que tiene el país, está sustentado en la precariedad laboral y en la violación a los derechos de las y los jugadores; principalmente los de las mujeres. Esta situación se podría cambiar por medio de la sindicalización, iniciativa que podría surgir desde la rama femenil, aseguró la abogada e investigadora Noemí Monroy Enríquez.
Durante el seminario “Informalidad y precariedad laboral. Rumbo a la Copa Mundial FIFA 2026”, efectuado este martes, la especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) indicó que el sindicalismo puede ser una de las mayores herramientas y fuerza que le puede dar al deporte mexicano para el reconocimiento de derechos; en especial para las mujeres, quienes están muy interesadas en conocerlos, pese a las represalias que llegan a tener cuando los exigen.
Esta posibilidad está más en las mujeres, porque los hombres no están analizando sus privilegios, admitió. La liga varonil de futbol se creó en 1927; casi un siglo después se formó la femenil y se está viendo una desproporción en derechos, justificándola de manera económica, al decir que el futbol de mujeres no vende. Con esta desproporción, Monroy calcula que a las futbolistas les costaría 70 años más alcanzar las prestaciones de los hombres.
Por su parte, el economista y profesor investigador de Instituto Nacional de Antropología e Historia, Saúl Escobar Toledo, quien expuso el contexto económico de la precariedad laboral en el marco de la pandemia y cómo afectó a las mujeres, espera un auge del sindicalismo a nivel mundial. En México, hubo un resurgimiento que se fue dando en el marco de la reforma laboral de 2019, pero fue detenido por la pandemia, la cual ha hecho más difícil el movimiento sindical.
En la crisis económica mundial de 2007 y 2008, dijo, surgió la necesidad de ver a los sindicatos como forma de organización indispensable para equilibrar los intereses de la sociedad, porque en toda la etapa neoliberal se les consideró como un estorbo para el mejoramiento de la economía, el desarrollo y para aumentar la productividad.
A pesar de las dificultades, hay nuevos sindicatos en empresas que antes estaban vedados, como en General Motors, y eso da esperanzas de que el sindicalismo pueda resurgir en este país, aunque no será un proceso rápido sino prolongado y de reconstrucción del sindicalismo mexicano, el cual tendrá que surgir de las bases, aunque estén poco educadas en la vida sindical.
Para la académica, la sindicalización en el futbol mexicano puede ser posible, pese a los intentos de los hombres que han tenido, como el movimiento iniciado por Carlos Albert, recordó Rosario Ortiz Magallón, integrante de la Red de Mujeres Sindicalistas, la cual convocó a este de cuatro seminarios que han efectuado en el marco del proyecto “México Unido 2026. Promoviendo los Derechos Laborales. Rumbo a la Copa Mundial”.
Como evidencia, Monroy citó los casos de Argentina, España, Inglaterra, Estados Unidos, donde el sindicalismo ha logrado beneficios económicos hasta para los propios clubes, como en la NFL (Liga Nacional de Futbol Americano). Se trata de sindicatos representativos, democráticos que rinden cuentas a agremiados. Las cuotas sindicales les otorgan mayores beneficios, y citó el ejemplo de que durante la pandemia había contratos colectivos con una cláusula por cuestiones de emergencia. Con un subsidio que fue requerido a las federaciones de futbol, se pudo combatir la pandemia.
Las futbolistas y la exigencia de sus derechos laborales
Monroy, conferencista nacional e internacional con perspectiva de género en derecho laboral y deportivo, aseveró que deportistas profesionales se encuentran regulados en la Ley Federal del Trabajo (LFT), pero no se habla de sus derechos a la seguridad social, y cuando hay riesgos de trabajo se quedan en indefensión completa. Es uno de los capítulos que ha tenido menos reformas y carece de perspectiva de género.
La ley tampoco reconoce la desigualdad salarial, a pesar de que un deportista gane más que otro haciendo la misma actividad. Esta disparidad se justifica en la rama varonil y femenil. Estados Unidos es de los países más avanzados en el deporte femenil en el reconocimiento de igualdad salarial, pero en México, la Liga MX es reciente y se le tiene poca fe de que genere rating y beneficios económicos. Esta situación es la que empieza a mermar y precarizar las condiciones de las futbolistas.
Otro tema es, además de los salarios, el de los reglamentos. Las federaciones deportivas se rigen conforme a sus propias reglas y estatutos como ente privado, de acuerdo con la normatividad internacional. En la Federación Mexicana de Futbol (FMF) hay un estatuto del jugador en el que se habla de cuestiones laborales y contractuales, y de que no pueden acceder a la justicia laboral, hasta no agotar las instancias internas. De ahí, deben seguirse a las internacionales. Esos pactos de caballeros no están por escrito; se hacen tras bambalinas.
Es muy común el asociacionismo deportivo —distinto a un sindicato— que depende de las propias federaciones. Tienen un fin o interés en particular en cuanto a los derechos de imagen y televisivos, a una prima o a una transferencia, pero no negocian las cuestiones laborales ni terminan por satisfacer las exigencias de futbolistas.
Los jugadores de las demás categorías, de la 15 a la 20 (por rango de edad), no son reconocidos como deportistas profesionales, sino como personas beneficiarias o becarias que están a prueba. Si esto sucede en la rama varonil, con mayor razón hay un rezago histórico en la femenil, con los argumentos de que no hay rating, no gusta el futbol femenil o que no hay asistencia a los estadios. Pero son los derechos televisivos y de imagen, los que suman a las cuentas del deporte.
Otro tema que Monroy planteó fue el de las condiciones de trabajo de las mujeres, desde la infraestructura y uso de las instalaciones los entrenamientos, lo que impacta en los resultados. Los equipos de primera división entrenan en canchas con mejores condiciones, preparación y cuidado para evitar lesiones y riesgos a los deportistas. La femenil lo hace en canchas disponibles.
Otras prestaciones que reciben se dan de acuerdo con las ramas (varonil y femenil). En la LFT se establece como prestación y obligación del club brindar hospedaje y alimentación del deportista, pero las mujeres tenían que pagar estos gastos, al igual que el de la vivienda, cuando había la necesidad de trasladarse a otras entidades. Un asunto más fue que las obligaban a evitar embarazos.
La académica recordó el asunto del Club Querétaro, cuando las jugadoras aceptaron las condiciones, lo que va afectando sus derechos humanos y laborales. No los hacen exigibles por desconocimiento, y cuando exigen una copia del contrato, les ponen trabas o corren el riesgo de frustrar sus sueños. Ya no les dan horas de juego o partidos de preparación y les cierran las puertas del club. Una futbolista que exige sus derechos va a armar una revolución, consideran.
No obstante, Monroy reconoce la fuerza que tienen para exigir el reconocimiento de sus derechos. A través del diálogo han podido negociar mejores prestaciones, aunque en algunos casos no han tenido éxito, como en el Club Querétaro. Ellas estaban aceptando un salario por un tiempo específico, por temporada, y firmaron sin representación jurídica. Pero si se quieren quejar, no las dejan participar en otra liga. Con ello, les cortan su seguimiento en el desarrollo profesional.
Al agotar las instancias internas, se acercan a organizaciones civiles para buscar diálogo, acuerdos, para hacer visibles las represalias que podrían tener si no cumplen con las cláusulas del contrato, pero ahí es donde dejan la lucha. Hacen subastas o una acción que las beneficie, sin que las apoyen sus compañeros, porque están en una situación de privilegios. Durante la pandemia, los clubes redujeron a la mitad los salarios, pero ellos tenían ahorros. En el caso de las mujeres, el promedio es de seis mil pesos mensuales.
En la exigencia de derechos ha habido intentos de sindicalización, como en el beisbol. En 1980, se logró tener una liga propia que duró seis años, pero vinieron represalias. A pesar de que fueron reconocidos ante la junta, perdieron por la mayoría que exige la ley laboral en cuanto al número de sindicalizados.
Un caso diferente que mencionó Monroy fue el de las jugadoras extranjeras que vienen con mayor conciencia de sus derechos y se refleja en las cláusulas, como los de imagen. Algunas ya tienen patrocinios. Lo mismo pasa con las mexicanas que juegan en otros países que se van con mejores prestaciones,
Noemí Monroy augura que la unión y la fuerza para el surgimiento de un sindicato en México provendrá de la rama femenil, con lo que se podría erradicar la cláusula de no embarazo, que es un atropello a sus derechos, y obtener otras como el de la lactancia. Uno de los retos es generar interés por agremiarse y visibilizar los beneficios. Es mejor que crear una asociación civil, porque pierde el sentido de la defensa de derechos laborales.
Los beneficios serán más para las mujeres que para la mayoría de los hombres —dependiendo de las categorías— porque ellos han tenido más privilegios y no les repercute ni les afecta tanto. No obstante, ellos también viven la precariedad laboral, pues pueden tener un ingreso más alto, pero sin prestaciones, estabilidad laboral seguridad social o un fondo de retiro. Tener un trabajo digno no depende solo del salario, puntualizó Monroy.
AM.MX/fm
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