Por: Gregorio Ortega Molina.
El secretario de Relaciones Exteriores está que se le queman las habas por encaramarse a la silla del águila. ¿Quién determina sus merecimientos? ¿La sociedad o el tlatoani que por el momento decide sobre vidas y haciendas?
Supongo que el único político y patrón que lo conoció al revés y al derecho fue Manuel Camacho Solís y, posiblemente un compañero durante su encargo en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Me refiero a Óscar Argüelles. Tengo la certeza que Andrés Manuel López Obrador ni idea tiene de las profundidades del comportamiento ético y moral de su canciller.
Por lo pronto resulta imposible probar y comprobar su verdadera responsabilidad en los sobreprecios y las muertes de la línea Dorada. El silencio cubre ese crimen administrativo; hermana al entonces jefe de gobierna de esta ciudad y a Carlos Slim, quien se ofreció, así nomás, a cubrir los gastos de las reparaciones del tramo caído, pero quién recupera las vidas que no tienen precio.
Sobre ese crimen está el otro aspecto humano que lo caracteriza, lo define como lo que es, un advenedizo casi perfecto y un hipócrita redomado.
Lo aclaro. Durante mi permanencia en TV Azteca, donde me desempeñé como director de información de noticias, me buscó Óscar Argüelles para solicitarme que fuese a su oficina, donde me presentó a Marcelo Ebrard y, al mismo tiempo solicitó para él que lo recibiera con cierta regularidad en mi oficina. Así lo hice, y después cambiamos el lugar de los encuentros a un muy modesto restaurante por el rumbo del Pedregal.
Me pregunto si recuerda sus muy personales opiniones sobre el quehacer político de quien más pronto que tarde lo convocó a ser secretario de Seguridad Pública de esta ciudad. Gabriel Regino pagó con su cargo un suceso delincuencial ocurrido en Tláhuac, incidente mucho menor que lo sucedido en la línea dorada.
Al decir de los diplomáticos de carrera, el actual canciller mexicano deja mucho que desear y se muestra incapaz o timorato ante su jefe, como para indicarle cuáles son las mejores rutas para engrandecer a México, no a Andrés Manuel López Obrador. La secretaría de Relaciones Exteriores está al servicio de la nación, no de quien transitoriamente preside el gobierno.
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