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viernes, noviembre 22, 2024

Tomás Miklos Húsar de la prospectiva

A manera de homenaje
29/05/2023
“Los húsares eran guerreros hábiles y astutos que combatían contra tropas poderosas que amenazaban a Europa. Se enfrentaron a los jenízaros del ejército otomano. En las tierras de Hungría, los húsares eran los que afrontaban el presente duro y abrían el camino hacia el futuro; los abanderados del camino… “
por
Margarita Arroyo y Rafael Serrano

 

 

Tomás Miklos (Foto: La Crónica de Hoy)
Tomás Miklos está cumpliendo 85 años. Un húsar mexicano de origen húngaro, ingeniero químico dedicado a construir el futuro. Un futurólogo que piensa que la memoria sirve a la gran esperanza llamada utopía y aún mejor al futurible: lo deseable/posible. Un colonizador del saber prospectivo en tierras donde el pesimismo está anclado en los fracasos del pasado. Aquí, en estas tierras baldías de México y de América Latina, Tomás ha sido un incansable guerrero contra el pesimismo del presente y sus consignas catastróficas. Un abanderado que nos advierte que los caminos del porvenir se abren si sometemos la razón a los sueños.
Estudió en la UNAM, donde se formó como ingeniero químico y se doctoró en París en Ciencias Matemáticas. Pero como todos los futurólogos su saber está configurado por un largo recorrido que comienza en la práctica profesional de su especialidad y que va combinándose con saberes prácticos; amalgamándose con otras disciplinas y con una experiencia laboral que transita y dialoga entre el mundo de lo público y el mundo de lo privado; lo que le ha permitido constituir una sabiduría compleja, que holísticamente se interesa por todo, “nada le es ajeno”. Acompañado por una curiosidad comprometida con lo humano.
Tomás ha hecho de todo en su larga vida. Ha incursionado en muchos y diversos espacios sociales y transitado en ellos como ciudadano del mundo. Siempre con la mirada anclada en México: donde, como diría Heidegger, fue “arrojado al mundo” por unos padres húngaros que migraron y se asentaron en este territorio americano. Él mismo es un migrante perpetuo, un trashumante del conocimiento que lo mismo abreva en las ciencias “duras” que en las “blandas”. Siempre con una actitud irónicamente optimista llena de buena fe y que con la lanza hueca de acero de los húsares, intenta todos los días romper las armaduras del pasado nefasto y abrir caminos hacia un porvenir venturoso. Tarea ardua en un país como México, atado pesimistamente a su pasado, en el laberinto de su soledad del que habla Paz, donde la historia narra una ristra de fracasos y destrucciones; de porvenires felices que han terminado en pesadillas sociales y distopías: desde la caída de Tenochtitlan pasando por la oscuridad de la Colonia hasta la etapa Independiente llena de proyectos inconclusos y de fracasos culturales.
A Tomás Miklos le tocó nacer en el siglo pasado, en los años treinta. En el inicio de la modernización de México, de la urbanización y del fin de la Revolución. Fue niño durante la II gran guerra y la posguerra, adolescente y estudiante universitario durante la guerra fría y el “milagro mexicano”; estudió en el París de los años libertarios (los sesenta) y después vivió el fin del nacionalismo revolucionario, el inicio de la era neoliberal, su crisis y la llegada del siglo XXI con sus reconversiones y sus amenazas.
En ese camino, en este tránsito, Miklos ha sido funcionario/directivo de instituciones de prestigio como la Fundación Barros Sierra, pionera en estudios de prospectiva, el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE), el Centro Regional de Educación Fundamental para América Latina y el Caribe (CREFAL) y el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). Pero también fue nombrado como Consejero Técnico de Educación Superior en la Comisión Nacional para el Mejoramiento Continuo de la Educación (MEJOREDU) de la SEP. Ha sido también un interlocutor prestigiado en el mundo privado: consultor Internacional de empresas como Price Waterhouse, Cresap Mccormick and Paget y coordinador/operador técnico de Plantas Químicas en Bufete Industrial, Monsanto México, Dow Química de México y Syntex Corporation.
Desde hace años fundó y dirige actualmente el Instituto Nacional de Asesoría Especializada que ha realizado múltiples y diversos estudios e investigaciones en los campos de planeación estratégica, de seguridad nacional, de educación y de cambio climático. Pertenece al mundo académico sin estar en su burocracia: Creo y dirigió el Centro de Investigación sobre la Educación (ISEAC); es Miembro de Número de la Academia Mexicana de Geografía y Estadística e integrante de la Academia de Ingeniería y de la Legión de Honor. Recibió una “mención honorífica” en Administración Pública por parte de la Secretaría de la Función Pública y obtuvo la Medalla Benito Juárez de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y ha sido en dos ocasiones postulado al Premio Nacional de Ciencias.
Como se puede observar, Tomás Miklos es un hombre que habita todos los mundos laborales posibles. Lo mismo da conferencias, asiste a congresos, conduce talleres y participa en seminarios o tertulias en los medios de comunicación. Tomás ha escrito una veintena de libros; lo mismo sobre planeación y prospectiva que sobre pedagogía, ecología, cambio climático y pedagogía electoral; un centenar de artículos y miles de horas dedicadas a enseñar a aprender aprendiendo, como él dice. Tiene como asesorados a cientos de alumnos y seguidores lo mismo inquietos jóvenes que altos funcionarios y personalidades de la “clase política” y de instituciones públicas y privadas. Sus trabajos de asesorías abarcan un espectro de conocimiento muy amplio: desde el futuro de las ingenierías hasta sus propuestas técnicas para reducir el bióxido de carbono pasando por sus análisis prospectivos sobre el porvenir de las CDMX, el aprendizaje virtual, la nueva escuela, las telecomunicaciones o el futuro de la justicia en México.
Pero Tomás es, sobre todo, un gran formador de conciencias; muchas generaciones y miles de alumnos han sido tocados por sus habilidades pedagógicas. De la estirpe de Freire al que conoció y se adscribió a su utopía: usar el conocimiento como un acto que busca el pleno desarrollo del otro a través del diálogo y la comprensión mutua, como un instrumento para emancipar a los oprimidos y los condenados de la tierra. Con este pensamiento convence y convenció a muchos a cambiar y a luchar por una sociedad justa y solidaria. De ahí su frase: hacer que las cosas sucedan, que hacía que los tomadores de decisiones revisarán sus proyectos. Era y es proverbial su carisma para decir las cosas que nadie quiere oír.
Quienes hemos trabajado en el campo de la prospectiva en México, sabemos que un referente obligado es Tomás Miklos, no solo por ser pionero en la materia, sino por su incasable vocación para difundir sus preceptos fundamentales y por su absoluto convencimiento personal sobre uno de sus principios guía: la voluntad de construir. Pocas personas logran una congruencia entre su carácter y su práctica profesional. Pocas personas también unen una curiosidad profunda sobre el mundo con la creatividad para buscar soluciones en el largo plazo, que como él dice, es el único lugar/tiempo donde todo es posible y todo cambiará.
Miklos, como lo llaman muchos, es un espíritu renacentista en los tiempos líquidos. Recoge la visión, de la tradición de los utopistas húngaros del siglo XIX y de principios del siglo XX (Theodor Herzl, Theodor Hertzka y Max Nordau) y la incorpora a las generosas utopías de los frailes franciscanos y jesuitas del siglo XVI para mezclarlas con el humanismo de las revoluciones sociales del siglo XIX y XX. Tomás es moderno y posmoderno porque, como decía Bachelard, tiene su vector de racionalidad enfocado a la construcción de un mundo habitable, sostenible, libre e igualitario. Imperativo que puede cumplirse con las herramientas de la ciencia y la tecnología. Baste con revisar la evolución del pensamiento de algunos de los grandes científicos de nuestro tiempo para percatarse de que los afanes predictivos de la ciencia tienen su núcleo en la impronta de la anticipación y en la capacidad de intervenir (regular) al entorno natural y social. Y hacerlo a través de usar el conocimiento como herramienta para sostener la vida en todas sus formas y afrontar los males sociales y las catástrofes naturales:
“Desde que tengo uso de razón y memoria tuve curiosidad e interés en las relaciones complejas y en el entorno ecológico. Seguramente por ello me interesé tanto en las matemáticas como en la química, en la ingeniería, en el psicoanálisis y en la historia. Muchos años después tuve la doble oportunidad de desarrollar estudios de prospectiva y de sustentabilidad, siempre preocupado por el futuro de la humanidad, del país y del planeta que habitamos.”
Como buen ingeniero, trae consigo, en su ADN, una inquebrantable voluntad de construir y afrontar el porvenir proactivamente. Sin los fardos del escepticismo y del pesimismo, de-construye el pasado, esclarece el presente y ofrece planes y brújulas para navegar hacia el porvenir. Es un prospectivo nato, irónico e infatigable en su optimismo proactivo, asertivo. Un pensamiento que relaciona “lo que se debe hacer” con “lo que se puede hacer” y “lo que se necesita transformar”. Los humanistas, dice Manuel Martín Serrano, sociólogo y futurólogo, proponen cambios históricos “deseables” sobre los “indeseables” y señalan que “…Tuvieron por deseables los cambios históricos que permiten el desarrollo de la dignidad del hombre, dignidad que para los renacentistas está en la libertad y la creatividad de cada persona”. Larga y fructífera vida, Tomás.

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