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sábado, septiembre 7, 2024

“Adorar a cualquier Dios es necrofilia ideológica”

Rajak B. Kadjieff / Moscú, Rusia
*La dura sobrevivencia de la Iglesia ortodoxa rusa.
*Se pretendió eliminarla en muchos años de ateísmo.
*Miles de religiosos fueron asesinados o arrestados.
*Ese credo fue capaz de alcanzar acuerdos políticos.
*El mal trato cambió tras la muerte de Iósif Stalin.
*La alta jerarquía negoció con los líderes soviéticos.
Antes y durante el gobierno del zar Nicolás II (1894-1917), el Imperio ruso concluyó el siglo XIX y entró en el XX como el Estado ortodoxo más grande del mundo, debido a que alrededor de noventa millones de seres humanos profesaban esa fe religiosa.
Esos protagonistas y feligreses integraban parte de una población total de 125 millones, que se identificaba como ortodoxa en el censo de 1897, cuando en la inmensidad del país había aproximadamente cincuenta mil iglesias.
Al mismo tiempo, la Iglesia rusa tenía problemas profundos, porque desde 1721 no se elegía un patriarca o pope, que era el cargo de mayor rango de la Iglesia ortodoxa, dirigida por un Santísimo Sínodo, máximo organismo patriarcal y gubernamental.
Parte de los intelectuales criticaban a la Iglesia por su dependencia del Estado, pues se consideraba al zar como el representante de Dios sobre la Tierra, así como por su letargo, tradicionalismo y conservadurismo centenarios.
Hubo miembros del clero que estaban de acuerdo con estas críticas: “Carecíamos de fuego espiritual. “¿Cómo podríamos iluminar las almas de los demás cuando no nos estábamos quemando?”, reclamó el metropolitano Veniamín en sus memorias.
Tras la llamada Primera Revolución rusa de febrero de 1917 que derrocó a la monarquía zarista y llevó a Alexander Kerenski a presidir un gobierno provisional hasta la noche del 25 de octubre, parecía que la ortodoxia tenía una oportunidad para reformarse.
El Consejo Moscovita de la Iglesia Ortodoxa de 1917, restauró el patriarcado como institución y eligió al primer titular de la capital y de toda Rusia en casi dos siglos en la persona de Tijon, quien se mostró listo para dirigir a los rusos ortodoxos.
No eran buenos tiempos para la Iglesia y, ese 25 de octubre -7 de noviembre del calendario juliano- de ese año, tuvo lugar la Revolución bolchevique que dio paso a un gobierno de los sóviets que encabezó Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, profunda y ferozmente anticlerical.
Para conocer su pensamiento en ese sentido, Lenin escribió en cierta ocasión a su amigo, el poeta Maxim Gorki: “Adorar a cualquier Dios es necrofilia ideológica, y fue por eso que en octubre de 1917 los bolcheviques, ateos y marxistas radicales, tomamos el poder”.
Evidentemente que uno de sus objetivos generales era aplastar a la religión ortodoxa rusa, introducida a territorio ruso hacia el año 1000 por Cirilo y Metodio, monjes originarios de Bulgaria y Grecia, quienes también llevaron los rudimentos del idioma y la gramática cirílica.
Sin embargo, los bolcheviques nunca prohibieron la existencia de la Iglesia por completo, aunque sí la oprimieron agresivamente al privar a los sacerdotes del derecho al voto y cerrar varios monasterios y catedrales, incluida la demolición del templo de Cristo el Salvador de Moscú.
El patriarca Tijon se enfrentó al poder bolchevique y, en 1918,se atrevió a condenar a los “impíos”, aunque sin mencionar directamente al gobierno leninista; sin embargo sí criticó a “los poderes que prometían establecer el derecho y la verdad; pero que solamente mostraban violencia hacia todos, sin que faltara la Santa Iglesia ortodoxa de nuestra madre Rusia”.
En 1922, Lenin ordenó la confiscación de los objetos de valor de las Iglesias en todo el país “para ayudar a los hambrientos”, produciéndose conflictos y más de dos mil asesinatos de sacerdotes y otros religiosos.
Éstos trataban o buscaban proteger los templos y otros monumentos; pero fueron fusilados, como señala el historiador Alexéi Beglov: “Los bolcheviques arrestaron a Tijon y lo acosaron hasta su muerte en 1925, luego de que el patriarca continuara teniendo problemas con los bolcheviques, generosos con los suyos e implacables con sus enemigos”.

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