Luis Alberto García / Morelia, Mich.
*Ni revolucionario ni patriota, solamente criminal.
*Temido por aterrorizar a poblaciones enteras.
*Apatzingán, Paracho y Cotija, entre sus víctimas.
*Sus cómplices, El “ Manco”, el “Tejón” y el “Chivo Encantado”.
*Jesús Cíntora, el segundo entre los matones.
*Lázaro Cárdenas combatió con empuje a esos alzados.
*La gripe o influenza española diezmó a sus chusmas
*Murió en Purépero en noviembre de 1918.
Ni revolucionario ni patriota, José Inés Chávez García permaneció levantado en armas como villista sin serlo entre 1915 y 1918, años en los cuales estuvo siempre presto para actuar atrabiliariamente para seguir con sus acciones violentas en la región abajeña de Michoacán y en los límites entre Jalisco y Guanajuato.
Llegó a contar con varios miles de hombres, ejecutando procedimientos que lo situaban entre el guerrillero y el bandido, con éxitos importantes alcanzados en 1917, año en que vio su ascenso y dejó vislumbrar su muerte.
Las chusmas de José Inés Chávez García fueron temidas al aterrorizar a poblaciones enteras de numerosas regiones de Michoacán, Jalisco y Guanajuato, en especial por las masacres de las cuales los responsables y autores materiales eran sus huestes descontroladas, que no sentían misericordia por mujeres, ancianos y niños.
Entre 1915 y 1918, Inés Chávez, dejó en cenizas los poblados de Apatzingán, Paracho, Cotija y Degollado, dándose a conocer ya entonces como el “Atila de Michoacán, Jalisco y Guanajuato” al mando de un ejército, conocido como los “Tigres Pintados”, que a su paso dejaban solamente destrucción, pues como dijo uno de sus biógrafos, “Chávez García sí sabía matar”.
Ordenaba incendiar los poblados que se resistieran y su soldadesca asesinaba o torturaba a aquellos que no estuvieran de acuerdo con esos asesinos, entre ellos Rafael Nares el “Manco”, Jesús Zepeda el “Tejón”, Luis Gutiérrez el “Chivo Encantado” y Jesús Cintora, charro estrafalario y su segundo en el orden jerárquico entre los matones.
Ese grupo de malhechores fue uno de los grandes problemas que tenía que enfrentar el constitucionalismo encabezado por Venustiano Carranza para restablecer el orden, particularmente en Michoacán, debido a que, para 1917, Chávez García ya dominaba grandes zonas de este estado con ataques cada vez más fieros, sumado a ello el asalto e incendio de poblaciones enteras.
A finales de 1918, sufrió su primera derrota en Peribán, en donde perdió a Rafael Nares, uno de sus lugartenientes, y a este suceso se agregaría el empuje del entonces coronel Lázaro Cárdenas, quien resueltamente combatió a esos alzados.
Lo mismo podría decirse de las campañas encabezadas por el general Enrique Estrada con fuerzas provenientes del norte, y del azote de la gripe española, lo que terminó por diezmar a las fuerzas que le restaban a Chávez García.
Hay varias versiones en torno a su muerte: se dice que murió en 1918 en la batalla de Huandacareo, el 8 de enero de ese año, después de haber asaltado varios poblados de la región.
Otra versión es que murió en el edificio de la presidencia municipal de Purépero, el 11 de noviembre de 1918 a las 5:30 de la tarde, y se cuenta con el testimonio del padre Francisco Esquivel en su libro “Inés Chávez Muerto” en el que relata la historia de la muerte del bandolero, de la que fue testigo ocular.
En el mismo libro da cuenta de las razones por las cuales Inés Chávez nunca causó desmanes en Purépero, algunas por un motivo comprensible, ya que algunos de sus secuaces tenían parientes o eran familiares cercanos a los integrantes de lo que él llamaba su “estado mayor”.
Otra historia en el mismo libro cuenta que sus visitas al poblado eran cada vez más frecuentes y con mayor número de sus seguidores, que oscilaban en algo más de mil, sin que se pueda precisar cuántos eran realmente.
Otro hecho narrado por el sacerdote Esquivel dice que, en cierta ocasión, Pedro Ortega, integrante de la banda musical de Purépero, relató la vez en la cual, de regreso de dar una “tocada” en Panindícuaro, se toparon con J. Inés Chávez García, quien les pidió unas canciones para disfrute y gusto de él y de su tropa.
El cura también recuerda a que Chávez estuvo a punto de morir en Uriangato, Guanajuato, en donde fue derrotado el 24 de junio de 1918, en un hecho de armas que, quizá, fue el aviso de que su fin como bandolero estaba próximo, víctima de la gripe o influenza española que contrajo antes de concluir ese año.
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