Rajak B. Kadjieff / Moscú, Rusia
*No hubo aplicación de los tratados de desmilitarización.
*El violento y trágico episodio con la masacre de Budennovsk.
*La retirada de los guerrilleros de Shamil Basáyev.
*Anatoli Kulikov y Mijaíl Brsukov por la línea dura vs. los chechenos.
*Los conflictos de la guerra agravaron los males cardíacos de Yeltsin
*Dolores inesperados e internamiento hospitalario de un mes.
*Lucha paralela y combate al crimen organizado y al terrorismo.
A lo largo de 1995 los sucesivos acuerdos de alto el fuego y desmilitarización en Chechenia -y en general en el Cáucaso-, no fueron aplicados y los dramáticos episodios, fueron de valor más propagandístico que militar.
Fue entonces cuando ocurrieron las incursiones con la captura masiva de rehenes por comandos chechenos en las ciudades rusa de Budennovsk, en junio de 1995, y daguestaní de Kizlyar -y la sangrienta batalla a que dio lugar en la localidad de Pervomáiskoye-, en enero de 1996, que no sólo pusieron en evidencia la pésima organización y desmotivación de un Ejército basado en reclutas.
Más bien y con intenciones atemorizantes, se trató de convencer a la nación y a la llamada a la opinión pública e informada de que, la guerra de Chechenia, podía convertirse en un nuevo Afganistán.
El desenlace trágico y violentísimo de la crisis del hospital de Budennovsk, ciudad del territorio de Stavropol, con la muerte de 94 de los aproximadamente mil 600 rehenes que fueron tomados por los terroristas, así como de 35 policías y soldados, durante el ataque inicial de aquellos y en los dos asaltos fallidos de los efectivos rusos.
Añádase la retirada impune a las montañas del comandante guerrillero Shamil Basáyev y sus hombres escudados en 150 rehenes que finalmente fueron puestos en libertad y como parte de negociaciones conducidas por Chernomyrdin que produjeron también un alto el fuego de tres días en el conjunto de las operaciones militares.
Eso obligó a Yeltsin a depurar responsabilidades para salvar la cara ante la Duma. El 30 de junio el presidente “aceptó” las dimisiones de Yerin, Stepashin y el viceprimer ministro Nikolai Yegórov, esto es, tres representantes del denominado Partido de la Guerra.
Al primero de la lista lo reemplazó Anatoli Kulikov y al segundo Mijaíl Barsukov, ambos dos altos oficiales identificados con las tesis de dureza frente a los chechenos: el primero, venía comandando las operaciones bélicas en la república.
Barsukov de lo que tomó posesión fue del nuevo Servicio Federal de Seguridad (FSB), que el 12 de abril había reemplazado al FSK. El FSB no sólo se ocupaba de las operaciones de inteligencia exteriores, sino también de amplios cometidos en la seguridad interior.
Aquí apareció además la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo, y la vigilancia de las instalaciones nucleares, por lo que se observó como el heredero final del Komitet Gosudarstvennoy Besupasnosti, cuya nominación siniestra fueron tres letras: KGB.
La sensación de precariedad de los federales en Chechenia en 1995 coincidió con los primeros problemas serios de Yeltsin con su corazón: en julio estuvo hospitalizado dos semanas por un ataque de isquemia y a finales de octubre nuevos e inesperados dolores en el corazón urgieron otro internamiento que se prolongó durante un mes.
En los dos casos Yeltsin silenció cualquier murmullo sobre una declaración de incapacidad -que habría dejado a Chernomyrdin como presidente en funciones- y siguió firmando decretos, vetando proposiciones de ley o recibiendo a huéspedes en su habitación del hospital.
Pero los medios de comunicación se preguntaban quién dirigía los hilos en el Kremlin durante estas ausencias cada vez más prolongadas, y fue en esos días cuando cobró notoriedad el magnate de las finanzas y la comunicación Borís Berezovski.
Omnipresente e intrigante, Berezovski era sólo el más conspicuo de un grupo de grandes empresarios de la banca, la industria, los monopolios energéticos y los medios informativos.
Estos personajes, genéricamente denominados y conocidos por el público como “los oligarcas”, habían levantado en pocos años fabulosas fortunas que para la mayoría de la población sólo podían proceder de la compraventa de favores políticos al Kremlin al momento del recambio del comunismo al capitalismo salvaje.
Entre tanto, la situación estratégica en Chechenia se aparejaba en malos términos para Rusia, y la ofensiva sorpresa de los chechenos contra Grozny del 6 al 10 de marzo de 1996 obligó a Moscú a sentarse a negociar y a atender todas las demandas de los separatistas.
El 27 de mayo siguiente, Yeltsin y el sustituto provisional de Dudáyev -fallecido en un ataque de misiles ruso el 21 de abril-, Zelimján Yandarbíyev, firmaron un alto el fuego en Moscú que entró en vigor cuatro días después con graves violaciones.
El 10 de junio siguiente las delegaciones acordaron en Nazrán la retirada rusa y el desarme checheno para facilitar un arreglo político; pero hasta la entrada en escena del general Alexander Lébed el conflicto checheno no se encarriló por la vía de la paz.
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