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miércoles, abril 23, 2025

“Decía que era general”

Luis Alberto García / Pátzcuaro, Mich.

*Atacó, tomó y quemó Paracho y Yuriria.
*Todos los pueblos fueron reducidos a cenizas.
*Amenazó con ir sobre Pátzcuaro y Morelia.
*José Inés Chávez fue combatido por Lázaro Cárdenas.
*El bandido tuvo virtudes de animal y vicios de hombre.
*Ideología demagógica que derivaba en las peores acciones.

“Hay pueblos que nunca olvidan”, dice Elías Jembe, comerciante y ejecutante de guitarra de un lugar famoso por la fabricación de tan tradicional instrumento regional, y es que el 18 de agosto de 1917 se informó que el pueblo de Paracho, Michoacán, había sido incendiado.
No solamente eso, sino enteramente destruido por el sublevado ex villista José Inés Chávez García, quien combatía al gobierno constitucional de Venustiano Carranza desde meses atrás, perseguido y combatido como prófugo por las tropas de un oficial jovencísimo, Lázaro Cárdenas del Río, nativo de Jiquilpan.
El grupo sublevado, compuesto por un atajo de bandidos que se sentían militares, había atacado la población en las primeras horas de la mañana, que se había defendido y repelido el ataque durante ocho horas, causando medio ciento de bajas a los asaltantes.
Ante ello, Chávez García ordenó incendiar el pueblo desde varios puntos, como lo evoca el señor Jembe -nacido en Cherán, cerca de Paracho- acicalando el ala de su sobrero serrano, del tipo que tanto gusta en esos pueblos medio perdidos en aquellas épocas.
Entonces no había buenos caminos ni comunicaciones con otras partes del estado de Michoacán, y por eso se supo tarde que el fuego se había propagado y que Chávez había ordenado destruir el poblado en su totalidad.
Varios vecinos y sus familias que huían de las llamas fueron asesinados por los bandoleros; pero Chávez García también pasó por Yuriria, comportándose con cobardía y crueldad, no como verdadero militar, sino como el bandido que participó a su despiadada manera en la Revolución mexicana.
Se sabe que había nacido en la tenencia municipal de Godino, Michoacán, el 19 de abril de 1889, que operó en la región abajeña y en los límites con Jalisco y Guanajuato, llegando a contar con miles de hombres.
Fue un hombre sin sentimientos; pero su fama era más bien producto “de sus virtudes de animal y vicios de hombre” -escribió el historiador Luis González- asentados en ideologías demagógicas que derivaban en las peores acciones, por ejemplo, en ejecuciones masivas, porque pegaba y huía, luego regresaba y acababa con todo, justificando esos actos como actos de guerra.
Se cuenta que casi en su totalidad, los pueblos y ciudades que atacaba Inés Chávez García fueron reducidos a cenizas, ya que quemarlos fue una práctica común en sus incursiones, agrediendo a los pobladores que no quedaban sin castigo, el pasar por las armas o el cuchillo, a los prisioneros.
Existe una fotografía que se estima que se tomó en 1918, poco antes de su muerte por la pandemia de gripe o influenza española que asoló México y el mundo en ese año, calculándose entre millones de muertes en todo el mundo por la influenza, entre ellos un criminal bien conocido.
“Decía que era general”, balbuceó Elena Martínez Mora, quien ayudó con su pala y su carretilla a los enterradores del panteón de Purépero, que sepultaban con harto miedo a José Inés Chávez García, el azote y Atila de Michoacán.

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