Adrián García Aguirre
- Este se inicia desde el kilómetro cero del ferrocarril.
- Consideraciones y advertencias de Giovanna Gasparello.
- Trabajo de campo dedicado a procesos de organización.
- Los megaproyectos y su impacto sobre las sociedades.
- Enfoque regional, en especial a la selva y al norte de Chiapas.
“Todos los megaproyectos desgarran el tejido social y el Tren Maya no es una excepción, y desde su punto de partida en Chiapas, podría detonar conflictos que están latentes”, advierte Giovanna Gasparello, antropóloga del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Para la investigadora, el paso de un tren en la selva tiene consecuencias en el tejido social pues el territorio es el lugar de la memoria, porque el dinero, la compra de voluntades, la desinformación llegan con el establecimiento de un megaproyecto fractura las dinámicas sociales, asegura. “Ya hay una primera división: los que están de acuerdo y los que no”.
La antropóloga publicó el primer cuaderno de la investigación “¡Que no te lleve el tren!, regiones indígenas en contra del Tren Maya”. En su trabajo expone el contexto social y territorial, antecedentes y escenarios ante la construcción del plan de la gestión de Andrés Manuel López Obrador.
El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) también publicó una Manifestación de Impacto Ambiental donde reconoce que el proyecto de Tren Maya podrá provocar “asentamientos urbanos no planeados y degradación del tejido comunitario local”.
Giovanna Gasparello es investigadora en la Dirección de Antropología y Etnología Social del INAH, y tiene años haciendo trabajo de campo en Chiapas, en los que se ha dedicado a estudiar los procesos de organización de los pueblos indígenas.
Ella describe su trabajo como investigadora como una búsqueda de los modos de organizar la sociedad para proponer alternativas de vida, más dignas, y ve la investigación como un puente entre los procesos de los pueblos y la sociedad.
En sus trabajos más recientes incorporó la investigación sobre megaproyectos y sus impactos en las sociedades, y explica que desde que el gobierno anunció el proyecto de Tren Maya, ella vio la importancia de hacer investigación desde la antropología social, campo en el cual se ha especializado.
“Es un megaproyecto –dice- que abarca varios estados y pretende intervenir en un territorio amplio y no se han visibilizado las consecuencias, y se ven impactos que van más allá de una realidad local. Intervienen y podrían transformar e impactar una región de naturaleza enorme con un acuífero interconectado y poblaciones indígenas que guardan sus tradiciones”.
Giovvanna Gasparello recalca que en los territorios por donde pasaría el megaproyecto de Tren Maya (tren más autopista, polos de desarrollo y explotación del turismo),ya hay varios conflictos previos, sociales y territoriales que no se consideran.
Los tiene documentados en sus investigaciones.
—¿Por qué enfocarse en Chiapas?
— El territorio de la zona norte de Chiapas, en lo específico en este primer cuaderno, es el territorio origen, será el principio o el kilómetro cero.
Desde el punto de vista institucional trata como de reducir mucho el impacto. Pretende que sea el motor de desarrollo del Sureste, pero tiene impactos. Y tendrá consecuencias en un territorio mucho más amplio de lo que es el paso de la vía.
Por esa razón, el enfoque es regional. En este, es la zona selva y el norte de Chiapas. La investigación es con los pueblos indígenas, las comunidades indígenas. Los territorios donde viven. Son sujetos colectivos que tienen también formas de organización social, políticas, modus y medios de vida ligados con el territorio.
— ¿Cómo garantizar el rigor de una investigación social, en este caso la investigación que estás haciendo, cuál es duración que técnicas de investigación estás utilizando?
— La investigación puede durar el tiempo que se considere. Muchas veces uno se encuentra al regresar a los mismos territorios o a los mismos temas.
Es una ventaja que permite tener una visión de larga duración, no coyuntural, vas acumulando una memoria y un conocimiento sobre los procesos, hay ahí una cuestión que tiene que ver con la ética de la investigación. No dejarte llevar por la pasión o por lo apasionado que pueden hacer los testimonios de las personas que vas entrevistando, contrastar lo que dicen. Usar distintas técnicas como investigación hemerográfica, entrevistas en campo.
Estamos obligados a buscar pues los antecedentes de la realidad que estamos observando. Esto proporciona un fundamento a las afirmaciones que hacemos, un fundamento pues histórico, social. No te puedes quedar solo con un dicho. Con alguien que te comenta algo.
La responsabilidad es averiguar por qué es así lo que tú estás viendo. Detallar de dónde viene la problemática, los conflictos y las contradicciones. Dar una explicación que no sea de una parte o de otra, que no refleje sólo la opinión de uno de los actores. También hay que tratar de entender cuáles son los intereses que están en juego. Esto [la investigación] es una responsabilidad creo que tenemos.
Uno de los interlocutores que nosotros consideramos si son las autoridades. Pero nuestro discurso no viene desde el lado de las autoridades. Se ubica desde la experiencia, desde lo local, desde los territorios, desde las complejidades, porque es ahí, sobre la tierra donde debe ser. Los impactos están ausentes de la discusión.
—¿De sus hallazgos como investigadora, cuáles son los impactos que quisiera advertir?
—En Chiapas, a partir del estudio de antecedentes que existen en el territorio de conflictos ligados a megaproyectos, el tren podría detonar conflictos que están latentes, que no se han cerrado, quedaron a ahí. Este podría dar vida a conflictos que responden a dinámicas que ya se han manifestado por los pueblos.
Chiapas es un tanto distinto porque los conflictos que existen y están latentes están relacionados con un megaproyecto turístico impulsado por Fonatur en el 2000.
Es el Centro Palenque-Agua Azul, entonces el impulso a ese proyecto que tiene que ver con la construcción de infraestructura. Como la autopista San Cristóbal-Palenque que se conecta directamente con la línea del tren. La construcción de esa autopista fue impulsada por gobiernos del PRD. Generó un fuertísimo conflicto que derivó en la muerte de dos personas en Bachajón.
El centro Palenque-Agua azul implicó el despojo de tierras, propiedad de los ejidos, alrededor de las Cascadas de Agua Azul. Las comunidades se opusieron y el gobierno provocó fuertísimas divisiones y fragmentación comunitaria. Fragmentación que tiene que ver con el control y la soberanía sobre el territorio desde las comunidades indígenas y los ejidos.
Está también el antecedente de las ciudades rurales sustentables en Chiapas. Juan Sabines era el gobernador. Un proyecto de ordenamiento territorial, que provocó el asentamiento y modificó los patrones de relación de las personas de comunidades indígenas. Pregonaba que el desplazamiento disperso generaba marginación. Por eso había que concentrar a la gente en nuevas ciudades de cemento en medio de zonas rurales.
Esto provocó la pauperización de la vida de las personas, muchísimos problemas como la pérdida de sus formas de producción campesina. Estos impactos que no estamos alertando ya están ahí, ya están documentados, ya han pasado.
En el siguiente cuaderno, Quintana Roo. Advertir toda la violencia ligada a la industria turística de masa, toda la economía ilegal que conlleva: el narcotráfico, la prostitución que son ofertas para los turistas también. También la violencia ligada al despojo de tierras por la especulación inmobiliaria.
—Hay investigaciones que aseguran que la llegada de estos proyectos que precisamente desgarran el tejido social. ¿Lo has visto en campo?
—Desgarran el tejido social siempre. Intervienen, en el territorio. Hay mucho dinero que se mueve. Hay compra de voluntades, de las autoridades comunitarias. En este caso, los comisariados ejidales. Las mineras, las grandes presas, las autopistas, lo primero que hacen es tratar de comprar voluntades de los comisarios ejidales que pueden bien armar asambleas espurias para decir que firmaron todos y están de acuerdo con el proyecto.
Siempre hay gente que no está de acuerdo. Que defiende lo propio. Que defiende la tierra, la tierra que en muchos casos ha costado lucha, ha costado muertos, tener los títulos de las tierras y el territorio. El territorio como sitio sagrado, como lugar del origen, el lugar de la memoria.
En primer lugar del desgarre se tiene una fractura entre los que no están de acuerdo. Con ello, el manejo de la política local, presidentes municipales, operadores de los presidentes municipales. Esto da una dimensión, muy delicada, muy oscura. En el caso de Chiapas, además, es un territorio complicadísimo porque lleva un entramado de conflictos históricos que no se han resuelto.
En la zona norte de Chiapas, en la década de 1990 fue el lugar donde más fuerza tuvieron los grupos paramilitares que fue la estrategia fundamental de la contrainsurgencia del gobierno federal y del ejército en contra de las comunidades autónomas.
Los imaginarios del tren.
—¿De qué manera abordas a las personas que están a favor del tren en la investigación?
— De una manera distinta porque lo que se menciona es en el caso principalmente de Yucatán. En realidad en Chiapas, el tren se construyó en el porfiriato, a finales del siglo XIX. Siempre estuvo ahí. Principalmente como tren de carga, no era para la gente. En las últimas décadas las personas que siguen utilizando el tren para desplazarse son los migrantes centro americanos. El tren representa en el imaginario la presencia de migrantes que están ahí esperando abordar o esperando que les resuelvan ahí su solicitud de asilo.
Esto lo hemos documentado. Este es uno de los puntos más fuertes del conflicto en esta región porque la presencia de tal número de migrantes, en un contexto donde la migración es controlada por grupos criminales, despierta en el imaginario mucha angustia.
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