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viernes, marzo 29, 2024

El Cáucaso en los tiempos líquidos

La tierra del fuego sagrado

Azerbaiyán/ Azərbaycan

Parte II

Rafael Serrano

La ruta de la seda y el tren transcaucásico (verano de 2017)

[sabemos que el 30 de octubre 2017 se modernizó el tren transcaucásico y que finalmente se incorporó a la posmodernidad petrolera; ahora la ruta BTK (Bakú, Tbilisi y Kars) une el noroeste de Kazajistán, Asía Central, con Bakú y de Kars hasta el puerto turco de Mersin en el Mediterráneo. Más de 5 mil kilómetros. Es una alternativa geopolítica del gobierno azerí y del gobierno turco después de que el tren que pasaba por Armenia (Gymri) dejó de existir al momento en que Azerbaiyán cerró su frontera con Armenia tras la Guerra del Alto Karabaj. Nosotros llegamos en el verano de 2017; mala suerte, no nos tocó tocar el futuro. Pero el relato vale por lo que fue: una experiencia del realismo mágico todavía existente]

El viaje en el tren transcaucásico fue como un regreso al pasado soviético, un remake alucinante con un guión escrito por el realismo socialista. De Tbilisi a Bakú en un vetusto tren: hicimos 12 tortuosas horas para llegar a la capital de Azerbaiyán. Unos vagones con austeras y limpias literas, maltratados de tanto tiempo recorrido y rudos como los vehículos de la ingeniería automotriz soviética. Nos hicieron un atmósera retro: sin aire acondicionado, un calor infame en los vagones concentró los sudores de los viajeros, arrancó con lentitud decimonónica; parecía contradecir la era de la instantaneidad: el modo move low interpelaba al modo move fast; el enorme dinosaurio industrial le paraba el alto al tren bala que recorre 400 kilómetros en menos de dos horas.

El dinosaurio eléctrico

¿Estuvo en Armenia?

Después de nuestra partida de la estación Tblisi, nos detuvimos en la frontera en Georgia y Azerbaiyán; creemos entre Gardobani en Georgia y Sadiqli en territorio Azerí. Habiámos recorrido apenas un poco más de 50 kilómetros y faltaban 500. El calor del verano se hizo insoportable en una espera de más de dos horas para una revisión migratoria del gobierno Azerí. Un militar con un maletín entró a los vagones, revisó los baños, los cerró y comenzó a pedir los pasaportes; un silencio se hizo entre los viajeros mientras entraban soldados para revisar con aparatos si no había algún artefacto terrorista en los vagones. El militar recogió los documentos y ocupó un compartimento, ahí improvisó una oficina. Colocó su maletín en una mesa improvisada y lo abrió, contenía una computadora con dispostivos electrónicos de primer mundo, escaneó los pasaportes de manera sistemática y luego interrogó intensivamente a cada uno de los viajeros. Era todo un burócrata del politburó: frío y con ojos de hielo. Recordamos que Azerbaiyán acababa de dar una pausa a su confrontación perpetua con Armenia en el alto Karabaj.

Las entrevistas/interrogatorios comenzaron, se llamó a cada uno de los pasajeros. Pasaron los primeros y como no hablamos georgiano ni azerí no podiámos saber de antemano cómo era el interrogatorio y qué “teníamos que decir”; hasta que uno de los viajeros en un inglés tortuoso nos dijo que el militar preguntaba: de dónde venimos; si hemos estado en Armenia y cuál es el motivo del viaje a Bakú y vuelta preguntar si teníamos conocidos armenios, de dónde eramos y si hablabamos turco o ruso, etcétera; un protocolo para encontrar infiltrados. Un joven viajero, asiático, se turbó porque sí había estado en Armenia y nos preguntaba qué debía decir, nosotros habituados a la cultura mexicana de la sobrevivencia le dijimos que se hiciera el tonto (“el buey” decimos en México) y que fingiera no hablar ni entender el inglés, valió pues después largo rato, salió respirando profundo, había pasado la prueba. Margarita y yo pasamos “a la báscula” (al interrogatorio); el oficial azerí nos preguntó viéndonos a los ojos fijamente: “¿estuvo en Armenia?”, “¿alguna vez?”: “NO… sólo estuvimos en Tbilisi y vamos a Bakú; somos mexicanos y venimos desde Barcelona, somos turistas”, le dijimos; nos vio fijamente y seriamente nos dijo algo, algunas palabras, suponemos en azerí o en armenio o georgiano o quien sabe en cuál de los múltiples idiomas que se hablan en el Cáucaso, no entendimos nada… entonces nos selló los pasaportes y nos dijo algo así como “buen viaje”.

Desde el cabús del tren transcaucásico

De la Ciudad Negra a la Ciudad Blanca

Dormimos poco y al despertar apareció un paisaje seco y árido, estabamos llegando a Bakú por el sur, en lo que se llamó la Ciudad Negra (Qara Şəhər) que ahora es ya parte de la ciudad. Aquí aparecían los rastros del pasado petrolero, del siglo XIX y de principios del siglo XX, donde se fincó el auge económico de la mano de los rusos, de los suecos, de los suizos y de los alemanes; recuerden que las familias Nobel, Von Börtzell-Szuch y la Rothschild fincaron parte de su riqueza en sus inversiones petroleras; y vaya ironía, de aquí salió el dinero para premiar a la nobleza académica y literaria del mundo, del oro negro que sigue otorgando los premios Nobel desde la lejana y vikinga Estocolmo (la familia Nobel llegó a tener el control del 75% de la industria petrolera en Bakú). Qara Şəhə fue el principal emplazamiento petrolero de Azerbaiyán (en el siglo XIX producía el 90% del petróleo del mundo); y ahora aparecía ante nuestros ojos como un museo tecnológico del pasado: kilómetros y kilometros de lo que fueron los pozos petroleros del inicio de la era de las energías fósiles como mamuts petrificados de una tecnología rebasada por la fiebre tecnológica y la ambición capitalista.

Oleoducto fuera de la Ciudad Negra (Bakú) en 1905 Dominio público: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10291569

En The Black City una novela de Boris Akunin (2012) nos describe como era: “Todo es negro; las paredes, la tierra, el aire y el cielo. Puedes sentir el aceite e inhalar los vapores, y el hedor te ahoga. Caminas entre nubes de humo que cubren el cielo”. Se consideraba una ciudad colonizada por los rusos, “rusófila”, bizarra y áspera. Dice la leyenda que Stalin, georgiano, se alió con el “crimen organizado” de aquella época para combatir a los oligarcas petroleros y sembrar el terror: secuestró, organizó huelgas y distribuyó el famoso periódico revolucionarios de los bolcheviques, Iskra, utilizando como red de distribución el transporte petrolero…

Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=50365850
La Ciudad Negra Черный Город en 1913

Pero todo cambia y ahora, el nuevo Bakú desarrolla una limpieza urbana y se convierte en una Ciudad Blanca, como respuesta a su pasado oscuro, bizarro. Norman Foster, gurú de la arquitectura posmoderna, ha propuesto un plan para reurbanizar esta zona industrial. Habrá o hay ya parques y jardines con fuentes y edificios; en una superfice de 221 hectáreas aireadas con un frente costero abierto con Metro, centros comerciales y de entretenimiento que hablarán de la prosperidad caucásica. A esta altura de nuestro tiempo (2022) debería ser ya una realidad.

Ciudad Blanca de Bakú (Bakı Ağ Şəhər) 2021

De la mano de los petrodólares, lluvia que blanquea, Bakú borra lo negro, se reconvierte en cosmopolita, diversa, mosaica, yuxtapuesta; contradictoria como su presente y seguramente como su porvenir; renace cumpliendo los ciclos de la historia (ascenso y descenso de la voluntad de vivir de un pueblo). Donde antes olía a aceite y queroseno ahora los vientos del Caspio disuelven los densos olores del pasado. La narrativa del gobierno nos cuenta que la riqueza de Azerbaiyán debe mostrarse en el paisaje y borrar su áspero pasado, el cual debe considerarse como una pesadilla, un coste temporal para alcanzar la prosperidad; se adscriben a la ilusión prometeica del capitalismo globalizado. Los urbanistas señalan que la Ciudad Blanca será una ruptura con el paradigma de la construcción simétrica de la zona rusa y del casco viejo del centro de Bakú. Las calles serán anchas y rectas en una cuadrícula. La ciudad se inunda de tiempos y vientos nuevos y se deconstruye. Nosotros vemos más bien un rizoma urbano emergiendo de un raíz múltiple, en sí misma mestiza; más que ruputura, una resiliencia perpetua.

El doble juego azerí

Parece que existe en el imaginario Azerí la voluntad de convertirse en un enclave autónomo e independiente dispuesto para afrontar, desde esta atalaya, el asedio de las grandes potencias, incluyendo las potencias regionales como Irán y Turquía; un doble juego riesgoso, por ahora muy rentable para los intereses Azerbaijanos. La reciente victoria y recuperación del territorio reclamado en el alto Karabaj lo demuestra. Sus aliados turcos maniataron a las potencias europeas, a EUA y doblaron a Armenia, ahora aliada a la Federación Rusa. Hoy por hoy, toda la red de oleoductos y gaseoductos quedaron “garantizados” al “blindar” la ruta de la seda: ¿cuánto tiempo durará esta garantía? Las fuerzas de la historia nos dicen que todo cambia pero paradójicamente, permanece la parábola zaratustriana: el ciclo del eterno retorno.

Arterias del capitalismo globalizado. La red de gaseoductos y oleoductos del Cáucaso.

Como lo dice su etimologia, Azerbaiyán es la tierra que guarda el fuego sagrado o la que resguarda el tesoro. Tierra de los combustibles fósiles: dos tercios de la superficie de Azerbaiyán tienen yacimientos de gas y petróleo, el tesoro de nuestro tiempo. Pero también el lugar donde desembarca el petróleo de los países de Asia Central: Uzbekistán, Turkemistán, Kazajistán, Kirguistán, enormes estepas con ríos de gas y petróleo. Por el territorio Azerí cruzan grandes gaseoductos y oleoductos hacia el mar negro y el mediterráneo; hacia Georgia y Turquía para alimentar el jardín europeo, garantizar la pax estadounidense y sostener el modelo global de la economía. Parece un espacio catalizador entre una Rusia eslava emergente y un Islam imbatible mirando hacia occidente Entre dos mares interiores, el mar Negro y el mar Caspio, entre Asia y Europa, Azerbaiyán es el guardián de una época que periclita (el fin de la era del petróleo). Pero que vive una arcadia petrolera de la que emerge Bakú (Baki en azerí) como un sueño que quiere la inmortalidad:

Baki golpeada por el viento del Caspio

Arribamos por fin a Bakú, a una estación de ferrocarril imponente de estilo oriental. El dinosaurio metálico entró a unos andenes inmensos, interminables, donde los pasajeros parecen hormigas cargando su equipaje. Nos recordó las arquitecturas soviéticas que son ahora parte del deconstructivismo arquitectónico que se implanta en el nuevo Bakú que une el pasado con el presente.

Nos esperaba Lala, nuestra querida amiga azerí. Una políglota, digna hija de este melting pot lingüístico del Cáucaso. Sería nuestra guía por la ciudad de la colina y el viento, como dice su polémica toponimia: unos la designan desde el turco y otros desde el persa: los turcos “colina” y los persas “ciudad golpeda por el viento” (بادکوبه Bâd-kube) y que en azerí se retoma como ”ciudad de los vientos”( Küləklər şəhəri). Otros señalan que proviene de una lengua caucásica, Lak, de Daguestán con alfabeto cirílico. También los místicos tomarían del persa el nombre de “Monte de Dios”( Baghkuh). En fin, en esta enredadera cultural, propia de la región, toca escoger. Nos quedamos con la ciudad de los vientos.
En el nuevo Bakú la concentración del tiempo hace emerger una meseta ( skyline) mostrándonos un paisaje horizontal que engarza el tiempo; aparecen las reliquias del pasado anunciando el futuro: el Templo del fuego, la ciudad medieval y sus palacios y en la colinas unas torres posmodernas como vegetales, movidos por el tiempo, nos muestran su rizoma como el renacimiento que guarda el pasado oteando el porvenir.

Rizoma islámico viendo el futuro

La arquitectura se convierte en un relato mágico, el tejido urbano de Bakú deja de ser una cuadrícula para integrarse en un paisaje mosaico, yuxtapuesto, donde convive una vegetación múltiple y diversa, no del todo lineal que fluye como una tierra donde florecen multitud de construcciones que se amotinan uniendo el pasado con el presente, lo tradicional con lo contemporáneo. Un diseño histórico que se reinterpreta. Dice la gran arquitecta iraquí, Zaha Hadid: el paisaje actual de Bakú intenta ser una “… respuesta a la topografía escarpada caída que antiguamente dividía el sitio en dos, el proyecto presenta un paisaje de terrazas precisas que establecen conexiones y rutas alternativas… “… descansando de la arquitectura soviética rígida y a menudo monumental tan frecuente en Bakú, aspirando a expresar la sensibilidad de la cultura azerí y el optimismo de una nación que mira hacia el futuro.” La muestra es ese portentoso manto blanco que es el Centro Heyder Aliyev:

Pero también recoge los palacios de las antiguas oligarquías y monarquías, de los ascetas del islam y de la fe profunda de los adoradores del fuego y del sol. Paisaje sobrepuesto, de densas capas de historia, un rizoma antiguo que dialoga con el mundo líquido de nuestros días: la Torre de la doncella, con más mil años de antigüedad que expresa la sofisticación persa-sasánida, lo mismo que el palacio de los Shirvansháhs, lugar sagrado y tumba de santo sufí Seyyid Yahya Bakuví con más de 500 años de existencia; o ese lugar de la humildad y la modestia, el Templo del Fuego, donde los sacerdotes del profeta Zoroastro reflexionaban acostados en el duro suelo (siglo XVII): “El Ateshgah de Bakú fue un centro filosófico y de peregrinaje de zoroastrianos del subcontinente indio noroeste, que estaban involucrados en el comercio con el área del Caspio a través de la famosa “Grand Trunk Road”. Los cuatro elementos sagrados de su creencia eran: ateshi (fuego), badi (aire), abi (agua) y heki (tierra). El templo dejó de ser un lugar de culto después de 1883 con la instalación de plantas petroleras en Surakhany. El complejo se convirtió en museo en 1975. Unas 15 000 personas visitan anualmente el museo.” https://es.wikipedia.org/wiki/Bak%C3%BA . Azerbaiyán fue un paisaje que rivalizaba con las civilizaciones griegas y romanas proponiendo un ascetismo que permitiera adentrarse en el universo de nuestra mente. Aquí habitaron los derviches y monarcas absolutos, los nómadas mendicantes y los déspotas gregarios, los profetas del Islam y los seguidores de Zoroastro. Todo en una ciudad amurallada, resistiendo el porvenir ahora fluyendo hacia el devenir.

Pero también el pasado, sólido, es comida y cocina, otro pasado azerí asomándose a las ventanas del presente que permanece con la fuerza de los mitos culinarios: la crudo y lo cocido; las maneras de mesa (el predominio de lo sincrónico sobre lo diacrónico) y el ritual del festín basado no solo en la abundancia sino en la variedad profusa en vegetales, frutas, hierbas como la menta, el cilantro, el perejil, el berro, el tomillo, la mejorana, la cebolla, el estragón, el puerro, etc., que condimentan y acompañan a las carnes y a pescados; nos habla la riqueza de las tierras mestizas.

Bakú mira a un mar interior, el Caspio, que para los geógrafos es un lago, el más extenso del mundo, de agua salobre y que está a 28 metros a bajo del nivel del mar (wikipedia dixit). Es un puerto comercial de primer mundo que transporta 2 millones de toneladas de carga al año. Un nodo comercial estratégico, axial, que recoge las mercancías del Asia central y las distribuye hacia el Mar Negro o hacia el mediterráneo. Pero Baki es una ciudad que se mira así misma en el espejo de un lago, tan grande como un mar y como capital de la República refleja el complejo político, social y cultural de las tierras mestizas. Es la más poblada del Cáucaso, con más de 2 millones de habitantes. No es una ciudad narcisista sino una ciudad que aspira a verse en otros espejos: el Dubai del Cáucaso dicen sus publicistas.

El Caspio en los tiempos líquidos y sólidos

El nuevo boom petrolero y las urgencias del gas en el mundo globalizado han han convertido a Bakú en el Dubai del Cáucaso. Nos llama la atención, como los azeríes quieren mostrarse modernos, adherirse a la cultura europea. Sin duda algo admirable y legítimo pero también esconde o evade las desigualdades y los rezagos sociales que no han podido superar. Es un país que vive en guerra permanente, con heridas profundas: 300 mil desplazados internos o refugiados de la guerra en el Karabaj. Aproximadamente el 20% de la población azerí vive en Bakú; el país tiene un poco más de 10 millones de habitantes y un alto indice de migración: 3 millones azerbaiyanos asentados en Rusia; es decir, un tercio de su población cercana a los 10 millones de habitantes vive en su némesis eslavo. Según la UNICEF, en 2006 tenía la población de desplazados internos per cápita más alta del mundo. Para los que hablan de éxodos y migraciones aquí tienen una postal, olvidada por la mirada mediática de occidente, que debiera recordarnos la trágica y continua historia de las migraciones humanas, un sino violento las prescribe y las recicla.

Bakú en la sociedad líquida

Adiós al realismo socialista

Bakú y Azerbiayán ya no son soviéticos sino islámicos con aires modernos rasgando la posmodernidad. Baki asume su rol de Ciudad en tránsito. Una larga historia regida por invasiones, sometimientos a los designios de imperios y de guerras perpetuas que “garantizan” una paz siempre frágil, siempre puesta con alfileres, estigma de los lugares estratégicos. En el siglo XX , Azerbaiyán luchó por su independencia; después del derrumbe del imperio ruso fue invadida por el ejército rojo en 1920 y en la Segunda Guerra Mundial combatió a los nazis, pagó caro: murieron más de 200 mil azeríes. Durante muchos años, los de la guerra fría, fue la abastecedora de petróleo de la Unión Soviética. Su independencia plena se dio cuando se disolvió de la URSS y se unió a la liga túrquica.

Ahora es un estado islámico aliado de Turquía, abierto y cosmopolita, que juega en el ajedrez del medio oriente apuntando hacia occidente. Por eso la fiebre por reconstruirse. Sus líderes les gusta el urbanismo como una forma de afrontar el porvenir. Por ser rica en recursos y ruta para unir Azerbaiyán y su centro (Bakú) con los mundos de oriente y occidente, condensan no sólo las ambiciones de un mundo multipolar sino la historia misma de la humanidad. La riqueza cultural de los mundos persa, turco, eslavo, islámico se confrontan y se unen con el mundo helénico, cristiano occidental. La diversidad de lenguas y de costumbres nos recuerdan que la utopía de que somos una sola familia (la humana) sigue vigente para combatir/afrontar la contra-utopía de la Torre de Babel, la némesis que hay que someter.

Las fronteras efímeras de hoy

Los azeríes han sido precursores en secularizar el Islam y expandir libertades en un mundo que también se desglobaliza y hace resiliencia. Presumen de tener la primera universidad moderna del Medio Oriente. Ya no dialogan con Marx sino que ahora Alá se incorpora a la globalización dirigido por la férrea dinastía Aliyev. Bakú respira esos aires y también las brisas del pasado. El recuerdo de la efímera “Albania del Cáucaso”, de la cercanía cultural y lingüística con las poderosas culturas árabe, persa y turca nos hablan de la vigencia del pasado que coloniza el presente y condiciona el futuro, el “Dubai del Cáucaso”. Pero mejor, quítenle los epítetos de “Albania” y “Dubai” y queda:  bɑˈkɯ, Bakú, capital del Cáucaso que habita la eternidad llamada Azərbaycan:

Es como un viejo
velador de la tierra
mira la oscuridad
parece un joven
un guardia
en una frontera lejana
en una noche oscura
Zabardian
“The Mountains are silent”

 

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