Por Lucas Dumont
No falta el político mendaz que busca llevar, a toda costa, harina para su costal, y más en tiempos de crisis sanitaria, en tiempos de pandemia a causa del coronavirus. Políticos que tiran la piedra y esconden la mano, en este sentido nos referimos al senador Napoleón Gómez Urrutia, el cual es presidente de la comisión del trabajo del Senado de la República. Sin embargo este senador se ha dedicado a atacar precisamente a las empresas generadoras de empleo por medio de la tercerización o subcontratación, un modelo que emplea a cerca de 8 millones de mexicanos. Dicho esquema de tercerización de empleo ha permitido, según diversos estudios, aumentar la formalidad laboral y la productividad. En consecuencia, resulta indignante intentar golpear a una actividad legal, que, no sólo no constituye un problema, sino que es una de las soluciones principales ante la pandemia.
Pero para el senador Urrutia, es más fácil mirar la paja en ojo ajeno y no la viga en el ojo propio, considerando que las medidas que ha tomado el Ejecutivo Federal para aminorar el desempleo en el contexto del coronavirus son insuficientes, así lo han expresado distintas organizaciones nacionales e internacionales.
No se debe culpar a la subcontratación por la crisis de la economía, en este sentido la OIT ha hecho un llamado, no para criminalizar la subcontratación, sino para proteger a los trabajadores durante la crisis del COVID-19 por medio de medidas flexibles que incentiven el empleo.
El senador Urrutia ataca sin tener los datos precisos, ya que no existe una cifra oficial acerca de cuántos empleos se perdieron dentro de las empresas de outsourcing. Ni Luisa María Alcalde, titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, ni Zoé Robledo, director del Instituto Mexicano del Seguro Social, han hecho ninguna declaración al respecto. Gómez Urrutia está viendo y no ve, ya que la estacionalidad del empleo no es exclusiva de la subcontratación: se trata de un fenómeno presente en todos los modelos laborales que obedece a los ciclos económicos, y más ahora, que precisamente estamos ante una inminente contracción de la economía nacional e internacional.
Pero más allá de los datos respecto al importante rol que la tercerización aporta a la generación de empleos y al desarrollo nacional, no dejemos de observar detenidamente a Gómez Urrutia, el cual llegó al senado no por el voto popular sino por la vía plurinominal, y una vez con fuero pudo regresar de su exilio en Canadá, donde vivió cerca de 12 años apartado de México precisamente por acusaciones de fraude y desvío de recursos sindicales, entre otras cosas; el burro hablando de orejas.
Más aún, poco se sabe si Napito ya pagó a los mineros los 55 millones de dólares del fideicomiso minero que él mismo representó y regenteó a su gusto durante años. ¿En dónde está ese dinero, quien lo tiene, dónde se invirtió, qué ha pasado con los intereses que generó ese fideicomiso durante tanto tiempo?
Convendría más al senador Gómez Urrutia predicar con el ejemplo antes que poner en riesgo el empleo de cerca de 8 millones de mexicanos que laboran formalmente por medio de la tercerización.
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