Luis Alberto García / Pátzcuaro, Mich.
*Heroína del célebre e histórico calendario Galas.
*Protagonista central de un mural d Juan O´Gorman.
*Didácticos y patrióticos textos referidos al relato de Eduardo Ruiz.
*“No hay ninguna Eréndira en documentos de los siglos XVI y XVII”.
*Existen tesoros heredados de personas que ya no existen.
Hay una explicación que esquematiza los avatares de la princesa purhépecha Eréndira Ikikunari , algunos de los cuales la maestra Ana Cristina Ramírez Barreto desarrolla en su trabajo sobre esa figura de la historia de Michoacán, obra patrocinada y editada por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
La investigadora de esa institución de educación superior, establece que es sobre la verosimilitud de una ficción histórico-política del siglo XIX, de la cual también se ocupó Eduardo Ruiz Álvarez, historiador, militar y político michoacano, autor de una vasta y brillantísima obra.
Eréndira, la heroína del calendario Galas de México, la del mural de Juan O’Gorman en Pátzcuaro, la del mural de Fermín Revueltas y Roberto Cueva del Río en Jiquilpan, y la de éste último en la sala de banderas del ahora CREFAL, la de los varios textos que se refieren al relato de Eduardo Ruiz, algunos sumamente didácticos y patrióticos.
Eduardo Ruiz adornó con pinceladas de etnoficción la principal fuente histórica sobre el Michoacán prehispánico y los inicios de la colonia, la Relación de Michoacán de jerónimo de Alcántara.
El historiador estadounidense Benedict Warren asevera contundentemente:
“No se ha encontrado a ninguna Eréndira en ninguno de los documentos de los siglos XVI y XVII […] Pero hay una larga tradición española de construir personajes para ocupar un espacio heroico en el paisaje histórico […]”
El siglo XIX vio el desarrollo romántico de tales temas y la introducción de grandes heroínas […] y es en este contexto que debemos ver la presentación de Eréndira por Eduardo Ruiz.
Efectivamente, el mismo Ruiz enfrentó en su momento el juicio vertido por Nicolás León, en el sentido de que su entonces famoso libro Michoacán: paisajes, tradiciones y leyendas era “más bien obra de imaginación que de historia”, aseveración absolutamente infundada.
Ruiz lo asentó claramente en el prólogo al primer volumen en 1891, y lo reiteró en el prólogo al segundo en 1900, donde aparece la leyenda de Eréndira:
Ana Cristina Ramírez expresó las múltiples fuentes de donde tomó la narración, y en casi todas las páginas se ven las numerosas citas que la confirman, y no escasean los rasgos de imaginación, pero se podrá ver que la mayor parte de ellos están empleados, no en el relato de la historia, sino en las muchas leyendas allí intercaladas […]
El germen de las leyendas está en las obras citadas y en las tradiciones que son conocidas: “Soy responsable de su desarrollo y el primero en reconocer mi insuficiencia para darles una forma literaria”, advirtió Ruiz Álvarez.
Añadió:
“Como en todo relato puede encontrarse algo cierto y bueno, que acaso servirá más tarde para escribir la verdadera historia, esos datos fidedignos pertenecen principalmente el señor mi padre y a las demás personas mencionadas.
“Y mi deseo de que no se pierdan para la historia de Michoacán estos tesoros, que existen, heredados de personas que ya no existen, es la única disculpa de este libro”.
Eduardo Ruiz formaba parte de una generación de escritores que seguía la consigna de Ignacio Manuel Altamirano y Vicente Riva Palacio. Quien le dirigía cartas llamándolo “ahijado”: la nación necesita inventarse una identidad, cultivar su patriotismo bebiendo en una historia que sea un ejemplo a seguir.
Explícitamente la novela era el género recomendado para educar sentimentalmente a una población mayoritariamente analfabeta y ciudadanizarla.
El horizonte de modernidad que frecuentemente invocan estos autores liberales está inmerso en el contexto político y cultural de México de los siglos XIX, XX y lo que llevamos del XXI.
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