FRANCISCO RODRÍGUEZ
La humanidad salió ganando desde hace siglos cuando defenestró a los políticos moralinos que quisieron marcar las rutas del Estado. Las pequeñas virtudes de que hacían gala, siempre relacionadas con conductas privadas –demasiado privadas– fueron desterradas de la historia para juzgar los legados de los grandes hombres.
Cuando el gran tribuno de la Revolución francesa –desafortunadamente de catadura monárquica– Honoré Gabriel Riquetti, conde de Mirabeau fue despojado del honor de formar parte de la rotonda de los hombres ilustres por su pasado personal, esta discusión cobró una notoriedad gigantesca.
André Chenier, un legislador menor, le negó el derecho a los restos del gran orador que marcó el rumbo de las discusiones, queriendo resaltar atributos personales, como el no robar, no mentir, no engañar, ubicando éstos por encima de la visión general de la República francesa. Ganó ante sus correligionarios, pero perdió ante la historia.
Cuando hace cien años, el republicano español José Ortega y Gasset, en su libro Mirabeau o el político, destrozó los argumentos menores de Chenier, puso las cosas en su exacta dimensión. En México fue motivo de una discusión ganada por los teóricos objetivos. El político, en vez de privilegiar el no mentir, no robar, no traicionar, dijo, debe tener una clara concepción del Estado.
Los grandes hombres no se caracterizan por pequeñas virtudes
Nada es más fácil de aparentar, que la grandeza política, en función de observar reglas de comportamiento que no tienen nada que ver con la conducción de una Nación, decía Ortega y Gasset. Hay almas grandes y chicas que pertenecen al magnánimo y al pusilánime, que son especies diversas.
Dice Ortega que la honradez y la veracidad son virtudes, pero desafortunadamente pequeñas. Frente a ellas se encuentran las virtudes creadoras, de grandes dimensiones, las magnánimas… hay perversión dondequiera que haya subversión de lo que vale menos, sobre lo que vale más. No puede haber grandes hombres, si se les analiza por observar pequeñas virtudes.
Por falsas moralinas vamos hacia una República de cosas menores
Parece mentira, pero esta falsa disyuntiva es la que nos ha llevado en México a confundir las partes con el todo. Posiblemente se deba a nuestra escasa formación sobre la política que muchas veces preferimos al que dice que no miente o que no roba, cuando en realidad se aparta de los grandes logros que deben marcar la pauta en la Nación.
No cabe duda. En política debe saberse con claridad hacia dónde debe enrolarse el rumbo de la República, y lo fundamental en el quehacer político es la creación, consolidación y sobrevivencia de las instituciones. La sanción severa que resulta de no observar lo anterior, es que por falsas moralinas, estamos desembocando en una República de las cosas menores.
Sordera del Ejecutivo que no escucha los reclamos de la sociedad
En estos tiempos, de crisis de las ideas, de arrebatos y de confrontaciones, de sordera militante del Poder Ejecutivo que no escucha los reclamos de la sociedad frente a las condiciones deprimentes de la economía y de la política, de las creencias y la cultura, el asunto adquiere una seriedad que debe justipreciarse. Está en juego nuestra supervivencia.
Se requiere del gobernante visión política certera, capacidad de unir intereses contrarios y concepción del Estado como servidor de la Nación. Y todo se ha perdido en función de privilegiar atributos que manipulan las verdaderas percepciones. Estamos mal, y vamos muy mal.
Lider con mente pobre, hace un pueblo y un país con mente pobre
El problema volvió a relucir durante la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara. Jürgen Klaric, un empresario del emprendimiento retomó el asunto. México, dijo, es el único país del mundo que tiene una frase cultural, consistente en que el que no transa no avanza.
La pobreza no es un problema físico, sino un asunto mental, que puede resolverse al cambiar la relación que se tenga con el dinero, dejar de tenerle y considerarlo una herramienta para transformar vidas, argumentó. “Pero es un peligro tener un Presidente con mente pobre, porque hace un pueblo de mente pobre, un país con mente pobre”
Y, en efecto, cuando se toman decisiones revanchistas, para supuestamente desquitarse de los que le hicieron la vida de cuadritos en el pasado, se pierden las ópticas objetivas. Se pierde el rumbo, el proyecto de gran visión, las jerarquías de los adversarios… y se acaba beneficiando a quien no se debe.
Distraer y relegar las grandes decisiones que debe dictar el Estado
En medio de esa mezcolanza, se han producido errores muy difíciles de remontar aún en el corto plazo de algunas pocas décadas. El oso de ceder la persecución de un policía corrupto en Estados Unidos para facilitar los acuerdos comerciales y de paso obstruir el nacimiento de un partido político de suyo imposible, quemó cartuchos innecesarios.
Es falso que el caso García Luna vaya a ser la llave maestra de entrada a la gran corrupción de los presidentes anteriores, valedores contumaces del procesado. En México, los acontecimientos van a desvanecerse en las famosas averiguaciones financieras que todos sabemos ya cómo empiezan y dónde acaban.
Sí, sobornos de cientos de millones de dólares por protección a Los Pinos… ¿Y…? ¿Otra vez a tranquilizar la conciencia, a coser y a cantar? ¿Y las grandes decisiones del Estado, dónde quedan?
No va a ser una decisión de Estado en la materia, y de paso, diluye la enorme posibilidad del voto de confianza para construir las consultas populares exigidas por todos para juzgar a los grandes delincuentes de este país. Es demasiado pequeño el personaje atrapado por los gabachos, servirá como testigo protegido para enderezar amenazas fútiles, pero hasta ahí.
Pobreza absoluta de miras y de visión estratégica de los cuatroteros
El recurrir al mega consorcio BlackRock, el de Larry Fink –un magnate mayor que Rockefeller de los últimos años y de toda la historia estadounidense– para cubrir un pasivo de Pemex por cinco mil millones de dólares o de pesos, es realmente ridículo y hasta ofensivo. Utilizar ese mecanismo para aliviar la deuda de una empresa quebrada es francamente inadmisible.
El mundo estuvo expectante de las decisiones que podían haber cambiado la historia geopolítica latinoamericana en función del amarre con las potencias orientales y asiáticas emergentes, para volver a entregar las naves al imperio trumpiano, es un asunto que refleja la pobreza absoluta de miras y de visión estratégica, en función de la gobernabilidad y de la independencia.
Todo por seguir apostando a la reelección de Trump. Amarrados, inhabilitados por una cuestión geográfica ante las naciones del mundo siempre, como los perritos falderos que nos empeñamos en demostrar, aunque toda la cena esté servida. No hay profundidad, no hay grandeza. Todo sigue igual.
Y acá en el rancho grande, privilegiando las virtudes menores.
Vociferando en las aldeas que no quiere reelegirse, cuando todas sus bases se desfondan por la impotencia de no ver ni recibir algo nuevo, que no esté marcado como corrupción.
Insistiendo en ser una República de las cosas menores.
Derrotado en ese afán de arrasar con los partidos de oposición, vislumbrando una tiranía desfasada.
Persiguiendo siempre la oportunidad que ya pasó.
¿Qué hemos hecho para merecerlo?
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Con su venia amable lector y con la de los señores editores, el Índice Político dejará de publicarse las próximas dos semanas. Sirvan estas líneas para desearle a usted una muy Feliz Navidad y un 2020 en el que, pese al gobiernito, alcancemos todos nuestras metas con salud y en medio del cariño de todos aquellos que nos importan. ¡Hasta pronto!
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