Sergio Gómez Montero*
De hecho, afirmar hoy que la democracia electoral es sólo un cúmulo de trampas, triquiñuelas, asesinatos y negocios turbios es un lugar común. Como también es otro lugar común, de risa loca, afirmar la existencia de un árbitro –el INE se denomina en el país– que organiza al troche y moche los comicios sin poner límites y freno a quienes por medio de las guerras sucias buscan así, malévolamente, ganar en las contiendas. Es decir, ¿en los comicios electorales todo se vale? ¿No hay posibilidad de sancionar e infraccionar de verdad a los violadores de la ley?
En los comicios actuales del país (una verdadera pérdida de tiempo por el triunfo anunciado desde tiempo atrás de Morena), con todo y la reforma no hace mucho efectuada, los vicios de la democracia electoral persisten y lastiman sensiblemente el sentir de los votantes, conscientes cada vez más de todo lo falso y truculento que es el juego electoral, y sobre todo están hartos y cansados de la inoperancia de un costoso instituto electoral que no es capaz de vigilarse ni a él mismo ya no se diga a un juego electoral de las dimensiones que se va a realizar en el país el próximo mes de junio.
Mención aparte merecen los partidos políticos que sólo viven gracias a los millonarios recursos públicos que se canalizan a ellos.
Así, hágase un recuento breve de lo que ha tenido que pasar el INE de manera reciente para darse un idea de cómo, con ese árbitro, es difícil jugar a las elecciones: desde el sabotaje que hubo por una parte de consejeros electorales (afines a la vieja administración) para nombrar nuevos directivos de la institución; pasando por la abierta toma de partido político, del viejo director del INE, quien desde la calle demandó restablecer al neoliberalismo (encubierto por la palabra “democracia”); hasta la impotencia del INE actual para sancionar a quienes, cínicamente, utilizando a la prensa extranjera y a las redes sociales promueven y siguen promoviendo sin freno ni medida la guerra sucia más vil y deleznable que pueda imaginarse.
Pero no sólo al INE hay que culpar, ¿qué hará el Estado se pregunta uno, cuando se sabotea el funcionamiento de un transporte público como el Tren Maya o cuando, intencional y malévolamente, se provocan incendios (más de cien) en diversas regiones boscosas del país? ¿Hasta dónde se van a permitir tales acciones criminales?
En fin, seguir jugando tales juegos (la democracia electoral) sin que intervengamos allí más directamente los ciudadanos (que tibiamente nos representa el INE) pareciera tener cada vez menos sentido, si tales juegos no se realizan con verdadera limpieza para tener así la certeza de que en efecto ellos, esos juegos, reflejan en verdad la voluntad popular.
¿Reformar, otra vez, al sistema electoral o mejor cambiarlo (de raíz) por otro que realmente refleje la voluntad popular, hoy tan despreciada y vilipendiada> ¿O no señora Taddei?
*Profesor jubilado de la UPN
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