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viernes, noviembre 22, 2024

ISEGORÍA: Nueva filosofía política

Sergio Gómez Montero*

Podría medir el mundo, acunarlo, transportar
su misterio, sus campanarios de agua de una orilla
a la otra
J. Boccanera: “La cuchara”

En su conferencia mañanera del pasado martes 19 de noviembre, Andrés Manuel me sorprendió con una definición equívoca al decir que democracia implica aceptar la existencia y convivencia de todos; específicamente de conservadores y liberales. Eso, sin dar argumentos para definir así democracia, que en términos etimológicos se traduce como “poder del pueblo”, que no quiere decir, para nada, lo que AMLO dice de coexistencia de todos para todo, pues, ¿qué caso tiene entonces hablar de dos posiciones enfrentadas: conservadores y liberales? Desde el momento en que el demos desplaza a la comunidad y se comienza a conformar así el poder social, este poder se conforma precisamente para que una parte del pueblo se imponga a la otra (una clase se imponga a la otra, a través del orden que la primera establece). Eso, desde muchos, muchos años atrás (entre los siglos V y IV antes de nuestra era) cuando el gobierno de Atenas no quiso aceptar ninguna oligarquía (poder de unos pocos) como forma de gobierno.

Pero el equívoco del martes permite, de nuevo, hablar de dos niveles de la lucha de ideas, en donde en uno –la lucha teórica– los que comparten ideas combaten arduamente para establecer cuáles son las bases en que se sustentan las ideas noseológicas y filosóficas que ellos defienden; en tanto que la lucha ideológica se establece en contra de aquellos que, enemigos de clase, nos tratan de destruir en pensamiento y obra, y ellos sí (los conservadores hoy entre nosotros; un mucho los panistas de hoy) no perdonan nada. No pues se puede equivocar uno en ese sentido. Ahondando en lo dicho el martes, ello conduce a preguntar ¿si el poder que emana de un proceso electoral es el que obliga a gobernar para todos, cómo entonces conciliar ello con la teoría de la lucha de clases, en donde una de ellas, de las clases, trata siempre de imponer su hegemonía sobre las otras, pues, históricamente, tal es la finalidad social de esa lucha? La democracia, pues, como la trata de entender AMLO, es una democracia fallida desde el punto de vista marxista de la teoría de las clases sociales.

Y no se crea que lo anterior es una cosa sencilla. Ese problema de la conciliación entre clases ha sido una de las tendencias que, al aplicarla a la hora de gobernar, ha conducido a varios gobiernos del mundo, pero particularmente de América Latina, a fallar como opciones de gobierno y a dejar a sus pueblos colgados de la brocha, como piñatas esperando los garrotazos. Por eso la necesidad de, tanto en teoría como práctica, tener claro todo lo que implica gobernar: hay quienes gobiernan con uno; pero hay otros cuya tarea, casi su única tarea, es  impedir que el otro, que ganó limpiamente las elecciones para gobernar, lo haga, por mínimos que sean los cambios que busca introducir en el orden social. Su empeño saboteador no tiene límites y por eso es justo combatirlos.

En fin, si me dejaron pensando las afirmaciones del pasado martes del Presidente López Obrador. ¿A usted no?

 

*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx

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