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jueves, junio 19, 2025

Joaquín Amaro, otra historia de la Revolución

Adrián García Aguirre / CDMX

*Indio, hijo de campesinos pobres nacido en Zacatecas.
*Contrate con renegados como J. Inés Chávez García.
*Sabían leer y escribir, ventajas en el México del pasado.
*Comparación de los escenarios donde surgen revolucionarios.

El ejército revolucionario, artífice del desmantelamiento del viejo régimen porfiriano (1876-1911) y después del huertista ¡913-1915) llegó a constituirse visiblemente en un complejo fenómeno de fuerzas colectivas cuya expresión regionalista mostraba la naturaleza de sus orígenes diversos.
Caudillesco en su carácter, el ejército en su conjunto dependía de un sistema de lazos clientelares y en ese contexto, personajes como Joaquín Amaro eran a la vez causa y efecto de esa circunstancia.
Amaro era entonces un indio hijo de campesinos pobres y campesino él, nacido en Corral de Ábrego, Zacatecas; su reclutamiento revolucionario probablemente obedecía a razones de índole social, “sin embargo, es difícil saber con certeza las causas que motivaron su adhesión al movimiento revolucionario”, advierte la profesora Loyo, valga aquí un paréntesis.
En el reciente libro de Álvaro Ochoa Serrano sobre José Inés Chávez García (Chávez García, vivo o muerto, Morelia, Morevallado Editores, 2004) se pueden inferir ciertas motivaciones personales que indujeron a un personaje como Chávez García a incorporarse a la Revolución mexicana.
Relativas evidencias documentales hay también en ese aspecto; sin embargo, el escenario local prevaleciente parece inclinar las causas de su reclutamiento a problemas suscitados por un deterioro del nivel de vida local, agudizado por factores económicos y menos orientados tal vez a principios políticos o ideológicos.
El escenario local, vulnerable a la movilidad laboral en el campo en el norte de Michoacán y en el norte de Zacatecas, tenía ciertas semejanzas, el trabajo en las haciendas aledañas era un recurso para sostener el jornal.
Al mismo tiempo, individuos como el sonorense Joaquín Amaro y el michoacano José Inés Chávez García, hijos de campesinos empobrecidos, poseían una ventaja con la mínima instrucción elemental -sabían leer y escribir- y mostraban una personalidad rebelde.
Hay autores que aseguran que, posiblemente, el deseo de una mejor condición de vida pudo haber representado para ellos una premisa de aspiraciones a cumplir, legítimamente válidas dadas las circunstancias de ignorancia, atraso y miseria que vivía la nación no de años, sino de siglos atrás.
Su mayoría de edad coincidió con los rumores latentes de que una “revolución” llegaba; pero su significado apenas comenzaba a esbozarse; sin embargo era la alegoría de los cambios venideros.
¿ Parece válida una comparación de los escenarios donde surgen estos futuros revolucionarios ?. La intención responde únicamente al hecho casual de ilustrar a dos personajes marginales hasta entonces, los dos salidos del campo, con una personalidad similar forjada en un universo cultural campesino zacatecano que se autonominó militar sonorense.
Por su parte, los dos -Chávez García y Amaro- eran prietos, morenísimos, de estatura baja, con habilidades natas para el combate y una habilidad y gusto por los caballos, ambos tenían la misma edad -nacidos en 1889-; y para colmo, los dos fueron conocidos con el mismo apodo del “Indio”.
Finalmente ambos se conocieron militando en las filas del constitucionalismo, subordinados del general Gertrudis G. Sánchez. Hasta ese momento subrayo las posibles afinidades y semejanzas, pues sabemos que sus destinos revolucionarios terminaron proyectándose de muy distinta manera.
Prófugo del constitucionalismo a consecuencia de su participación en el combate del Cerro de las Vueltas, Chávez García renegó de su filiación revolucionaria y empezó sus correrías bandoleras en Michoacán y el Bajío hasta su muerte, en 1918.
En contraste, y a pesar de su participación en el mismo combate, Amaro salvó la vida por voluntad e injerencia de Álvaro Obregón, convirtiéndose a la postre en un fiel obregonista sumamente valeroso para las ambiciones políticas del general sonorense.
En adelante, Amaro se fortalece como uno de los revolucionarios más leales y capaces del ejército constitucionalista, y antes de los treinta años -nos dice la autora- Amaro había fraguado ya su carácter y su fama de aguerrido y violento, un personaje con capacidad militar y con una de sus mejores virtudes, la lealtad a toda prueba.

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