Adrián García Aguirre / Puebla, Pue.
*Por ahí se ha dicho que ni es china ni es poblana.
*Se caracteriza por una vestimenta tradicional.
*Esta se originó en los siglos XVIII y XIX.
*Con el paso de los años, se volvió símbolo nacional.
La china poblana, con su traje tricolor y cientos de lentejuelas que salpican su colorido como cualidad sin fin, ha formado parte de la imaginación nacional desde hace muchísimas décadas: pero su origen se pierde entre la leyenda y la historia.
Ambos elementos nos llevan a conocer algo más sobre este símbolo tan mexicano, y es que tras la Revolución de 1910 y el surgimiento del nuevo Estado, en el país hubo cambios importantes en la sociedad y en la cultura.
Uno de los más significativos fue la reivindicación de tradiciones autóctonas y el folklore, y a partir de ellas, se edificó una nueva identidad nacional que sería manifiesta en diferentes expresiones culturales y artísticas.
Es en esta época que la figura de la china poblana adquirió fuerza, volviéndose no solo un estereotipo romántico de la mujer mexicana, sino también, un símbolo de lo nacional y hasta una alegoría más de «La Patria» con mayúsculas.
Sin embargo, a pesar de la relevancia que la china poblana adquirió en la cultura popular y lo representativa que es -por ejemplo, del estado de Puebla, sitio de su esto origen-, realmente nadie está seguro en donde nació, y por ello conviene repasar episodios sobre su historia.
A doña Rebeca Esther Linares Morris, nacida en la capital poblana el 4 de junio de 1903 de padre mexicano y madre inglesa, le gustaba recordar la leyenda de Catalina de San Juan, cuando a fines del siglo XIX, gracias a algunos escritores e historiadores de la época, se popularizó la leyenda de esa mujer, responsable de originar la vestimenta de la china poblana en la época virreinal.
De acuerdo a esa historia, tal mujer se llamaba originalmente Mirra, hija de un rey o maharajá mogol de la India: “Durante una guerra con un país vecino, la niña fue apresada y hecha esclava, en Filipinas, en donde la compró un mercader, quien luego la vendió a otro comerciante”.
De ello da cuenta el profesor Fernando Benítez en su crónica histórica La nao de China -Editorial Cal y Arena, México, 1989- al consignar que, en efecto, un comerciante español había traído a esa joven que bautizaría como Catalina a la Nueva España en el siglo XVIII, a bordo de esa embarcación conocida también como el Galeón de Manila.
Benítez también describe que, ya en suelo novohispano, sería entregada a don Miguel de Sosa, comerciante originario de Puebla, quien apadrinó su bautizo dentro de la Iglesia católica con ese nombre cristiano, en honor a Santa Catalina de Siena.
Siempre riguroso, Fernando Benítez confirmó en uno de los capítulos de su libro, que la nave mercante que cruzaba el Océano Pacifico de Acapulco a Manila había creado el mito de una princesa china radicada en Puebla, cuyos atavíos eran tan hermosos como hoy mismo, y fue por eso que el vestido nacional se llamó de china poblana.
“Nunca logró hablar bien el español, era una mística entregada a Cristo de manera delirante, y su dueño, un señor de apellido Sosa, la obligó a casarse con un chino, en espera de que las ánimas del purgatorio acudieran en su auxilio, escribió Benítez.
“Finalmente murió rodeada de una aureola de santidad, como protagonista de una historia peregrina que se debe a un piadoso bachiller”, recordó el prolífico autor, conocedor profundo de la vida de la Nueva España durante la etapa colonial.
Según cuenta la señora Rebeca Linares en su testimonio, ella no dejó de usar el sari, así como otros accesorios y joyería provenientes del subcontinente indio, lo que daría origen a la vestimenta de la china poblana.
Si bien hay evidencia suficiente para comprobar la existencia de una mujer llamada Catalina de San Juan en la Puebla del siglo XVII, parece ser que ella no fue la que originó la indumentaria de la china poblana.
“La creencia popular de que la vestimenta de la china poblana había nacido en Angelópolis, fue una idea del historiador poblano Antonio Carreón. En su libro Historia de la ciudad de Puebla de 1896.
“Adjudicó erróneamente a Catalina de San Juan el origen de la ropa tradicional, así como el mote, y supuestamente este historiador, a Catalina se le conocía como «la China Poblana”, detalla doña Rebeca Esther.
El escritor Ramón Mena añadió a lo anterior el mito de que las criollas de aquella ciudad, por honrar la memoria de Catalina de San Juan, adoptaron su forma de vestir, y de acuerdo a esta versión, la mujer era recordada como una santa, ya que terminó sus días en un convento: ”Las damas poblanas adoptaron su manera de vestir para homenajearla”, destacó Mena.
Sin embargo, como señala Faustino Amado Sánchez Aquino (investigador del Museo Nacional de las Intervenciones y el INAH), en México desde finales del siglo XVIII hasta la década de 1850, se llamaba china poblana a la mujer de extracción humilde de los entornos urbanos.
Ellas acostumbraban vestir una falda de tela de lana, adornada con lentejuelas. Así mismo, usaban una blusa blanca de amplio escote, y respecto al nombre, se les llamaba chinas porque a raíz de la conquista, los españoles adoptaron de la lengua quechua la palabra china -que significa hembra o mujer-, para referirse a las mujeres indígenas y a las de origen humilde.
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