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lunes, mayo 20, 2024

La construcción de Estado soviético

Rajak B. Kadjieff / Moscú, Rusia

*Primer paso, la fundación de la Cheka, policía política.
*“Blancos” y “rojos” detonan la guerra civil en 1918.
*“Mata para que no te maten”: Félix Dzerzhinski.
*Tres preguntas razonables o no de Lenin.

En diciembre de 1917, con el antiguo aristócrata de origen polaco, Félix Dzerzhinski como su jefe absoluto, la revolución triunfante fundó la policía política, la Cheka, cuyo decreto de creación se conoció íntegro hasta 1958, después del proceso de “desestalinización” ordenado por Nikita Krushchev dos años antes.
La misión de ese verdugo ilustrado y sus bandas de criminales embozados, consistía en detener y eliminar a quienes se consideraban enemigos, con el encargo además de suprimir todos a todos los jueces, tribunales y a personajes y abogados vinculados a ellos.
Los rusos “blancos”; es decir, la casta militar, la aristocracia y la nobleza en general -responsables de la práctica de una violencia inaudita y despiadada, que también ejecutaron en la guerra civil a partir de 1918-, no crearon instituciones como la Cheka.
En cambio, su terror, a diferencia del “rojo”, jamás fue sistemático, como pudo observarse en septiembre de 1918, tras el atentado de Fanny Kaplan contra Vladímir iliich Uliánov, Lenin, cuando el Sovnarkom autorizó a la Cheka de Dzerzhnitski a tomar rehenes para ejecutarlos y deportar lo más lejos posible a los enemigos de clase a campos de concentración de la Rusia oriental.
“Mata para que no te maten”, recomendaba el alto oficial chekista, quien gozaba de toda la confianza de la nomenklatura bolchevique, cuyo asistente número uno, Martin Latsis, pensaba así y contagiaba de su crueldad a los miembros del partido bolchevique, forjado por Lenin a su imagen en el exilio.
Como dice el escritor británico Richard Pipes en La Revolución rusa, Lenin fue “la fuerza rectora del Terror Rojo en todo momento. Quería construir un mundo habitado por buenos ciudadanos y esa obsesión le llevó, al igual que a Maximilien Robespierre en 1792, “a justificar moralmente la eliminación de malos ciudadanos”.
Cuando se suprimió formalmente la pena de muerte en la Unión Soviética, Lenin lo criticó: “¿Cómo vas a hacer una revolución sin ejecuciones? ¿Esperas eliminar a tus enemigos desarmándote tú? ¿Qué otros medios de represión hay?”
Despreció siempre a los rusos étnicos, incluso para ser sicarios: “Blando, demasiado blando es el ruso. Es incapaz de aplicar las duras medidas del terror revolucionario”. Por ello, la camarilla roja recurrió a no rusos para dirigir la represión: polacos, letones, judíos, georgianos. Pronto circuló un dicho popular: “¡No busques a un verdugo, busca a un letón!”.
En el siglo XVI, Iván el Terrible formó su policía política, la Oprichnina -los jinetes vestían de negro y su símbolo era un perro-, con extranjeros, especialmente alemanes. Lenin, en el XX, imitaba al más despótico de los zares.
Además de fundar la Cheka y el Ejército Rojo -y relajar los requisitos para el divorcio e instaurar el aborto libre y gratuito-, los bolcheviques comenzaron a negociar el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria.
El jefe de la delegación comunista fue Lev Davídovich Trotski, nombrado comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores por Lenin, partidario de aceptar las desmedidas exigencias alemanas, mientras que su brazo derecho -Trotski- pretendía oponerse a ellas y, ya que el Ejército se había desbandado, responder con la consigna de “ni paz ni guerra”.
Lenin consiguió convencer a Trotski de que aceptase la rendición, con este argumento: hasta que estallase la revolución comunista en Alemania, Francia y Gran Bretaña, que creían inminente, la función de los bolcheviques era mantener la única revolución triunfante.
Lo explicó así: “Voy a ceder territorio al actual vencedor para ganar tiempo. Se trata de eso y de eso solamente”. Cuando los bolcheviques trasladaron la capital a Moscú debido a la cercanía de los alemanes, otro camarada, Grigori Zinóniev, dijo: “El proletariado de Berlín nos ayudará a volver a Petrogrado”.
Así se comprende que Lenin abandonase comarcas, provincias y países: Ucrania, Letonia, Estonia, Finlandia, Crimea, zonas del Cáucaso con el Tratado de Brest-Litovsk firmado por Trotski el 3 de marzo de 1918.
Testigo de la época dieron fe de que las tropas alemanas llegaban a las ciudades fronterizas en trenes militares y se desplegaban pacíficamente ante la sorpresa de los rusos, que nada tenían a futuro, sino su odio contra Nicolás II y lo que representaba.

 

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