*Sin lugar a dudas, debido al Covid-19 ya no queda lugar para los abrazos, porque además fueron sustituidos por el escarnio de la palabra que confronta y divide y mata civil y socialmente. Es la Presidencia de la República del escarnio, pues
Gregorio Ortega Molina
AMLO se trae al pueblo bueno y sabio como perico a toallazos, atolondrado ante tanto malabar verbal, tanta inexistente rifa, incontables datos falsos para esforzarse en tapar la verdad; además, vulnera por doble vía el mandato constitucional. Para colmo exige lo que él no cumple: a la autoridad hay que respetarla.
¿Cuántas veces hemos oído su mantra: el pueblo manda? Entonces, ¿por qué no lo atiende, por qué lo regaña, le miente y lo acusa, cuando lo único que desea, ese pueblo que él tanto afirma obedecer, es hacerse escuchar, decirle esas verdades que no acepta porque deforman su realidad virtual? Lo cierto es que los programas sociales sólo se cumplen parcialmente, y los que funcionaban, los trituró, porque no fueron concebidos por la 4T, sino por sus némesis: Fox, Calderón, Peña.
Es AMLO quien no respeta a la autoridad y, en consecuencia, lesiona a la institución presidencial y a todos los organismos gubernamentales de los tres niveles, pero notoriamente del gobierno federal y del Poder Ejecutivo. La discrecionalidad en el gasto que tanto criticó al innombrable Carlos Salinas de Gortari, es hoy el pan de cada día. No se dispone de un peso sin su anuencia y sin que él indique al destinatario, desde la más modesta a la más descabellada cantidad. Nunca ha sido tan opaco el gasto, ni el destino del subejercicio. ¿Dónde está ese supuesto ahorro?
Además de hacer oídos sordos a los legítimos reclamos -originados por el incumplimiento de sus promesas de campaña- del México bueno y sabio, confronta a esta parte de la sociedad, con aquella cuyo único motivo de queja es la pérdida de empleo, la fumigación de sus ahorros, la merma de integrantes de sus familias y amistades, debido al secuestro, la trata, la violencia. Sí, confronta porque desea quedarse, y confunde, como si hubiese estudiado a Albert Camus y disfrutado de la lectura de Estado de sitio, donde el personaje Nada, afirma:
“No se debe al azar, mujer. Se trata de hacer que nadie se entienda, aunque hablen el mismo idioma. Y puedo decirte que nos acercamos al instante perfecto en que todos hablarán sin jamás tener eco, y donde los dos lenguajes que se confrontan en esta ciudad se destruirán uno al otro con tal obstinación, que todo se encaminará al instante final que es el silencio de la muerte”.
Así es, mexicanas y mexicanos fallecen, lo mismo a manos de feminicidas que de sicarios o tratantes de personas o de los aparatos de seguridad del Estado. Sin lugar a dudas, debido al Covid-19, ya no queda lugar para los abrazos, porque fueron sustituidos por el escarnio de la palabra que confronta y divide y mata civil y socialmente. Es la Presidencia de la República del escarnio, pues.
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