Gregorio Ortega Molina
@OrtegaGregorio
El desmedido deseo de figurar en el escenario político de México y del mundo, convierte al presidente de la República en su propio victimario. Supongo que, si se detuvo a pensar en las consecuencias de sus decisiones, optó por anteponer sus necesidades anímicas.
El 9° principio determinado por Chomsky, refiere a la fabricación del consenso. Lo ensayó durante sus años de jefe de Gobierno, y hoy lo tiene perfectamente dominado. El método es sencillo. El valor de su palabra amplificada a nivel nacional, y repetida casi cotidianamente desde el Salón de la Tesorería, o desde donde las necesidades de control político lo conduzcan. Conoce el efecto de sus dichos en esa pequeña parte del ser del mexicano, que únicamente se alimenta con el rencor. El enemigo es la oligarquía, la mafia del poder, y cuando necesita rostros, lo mismo se sirve del de los ex presidentes, que del de la ministra Norma Piña. Todo es útil a su propósito de desestabilizar para que sólo se beneficien esos oligarcas con los que tiene compromiso. Poco importan los adeudos al fisco, ni el costo real del hundimiento del AICM en Texcoco.
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El consenso político está basado en idénticos principios al fomento del consumo y el endeudamiento. ¿Tenemos idea de cuánto ha crecido la deuda doméstica durante los últimos cuatro años, y principalmente durante la crisis de salud y la violencia? Insisto en lo que ya afirmé anteriormente: cuáles son los principios morales y económicos de un gobierno que pone mayor atención a la paridad de su moneda que a su poder adquisitivo. Orondos están por la cotización del dólar, más barato que un kilo de tortilla. Pero para algo sirven los plásticos del Bienestar.
¿Cómo puede verse o medirse el hecho de que las políticas públicas casi nunca están determinadas por las necesidades reales de la población? ¿Es suficiente el 33 por ciento del sufragio -con todo y partidos satélites- para tomar decisiones que afectan al cien por ciento de los mexicanos, y ni siquiera son consultados para determinar los niveles de aprobación, ya no digamos el tamaño de los beneficios?
Noam Chomsky sabe lo que ha de hacerse y lo comunica. Debemos olvidarnos de Internet y las redes sociales, y regresar a lo que es realmente efectivo y generador de confianza: el contacto personal, el ver a los ojos del interlocutor, la alteridad, la empatía, de otra manera continuarán como dueños del escenario político nacional.