*¿De veras la clase política que hoy dirige a México es distinta a la por él descrita? ¿Dieron un vuelco de 180 grados y hoy estamos en el nirvana democrático por excelencia? ¿Qué nos dice la “amistad” entre David León y Pío López Obrador? ¿Puede probarse el origen legítimo y moral de ese dinero, o es tan ilegal como el que llenó los bolsillos de Emilio Lozoya?
Gregorio Ortega Molina
Jorge Zepeda Patterson logró lo que muchos reporteros anhelamos y sólo unos cuantos logran. Trascendió de la crónica y el reportaje a la literatura. Incluso obtuvo el premio Planeta.
No quise leer su primera novela, por el título y quizá también por desconfianza, a pesar de haberlo leído primero en El Universal y luego seguirlo en sinembargo.mx, donde fue un buen director y analista de los sucesos políticos. Lo consideré lectura obligada.
Por insistencia de Roberto Ricárdez Zamacona, quien incluso me obsequió el libro, leí Milena o el fémur más bello del mundo. Me convenció, casi me sedujo.
Sólo el encierro en el claustro de la pandemia me llevó a las páginas de Los corruptores. De inmediato pensé en que algo se malogró en el camino, porque si algo nos enseña esa novela, es que sabe o supo comprometerse y aspira o aspiró alcanzar la altura de esos grandes que reportearon e hicieron crónica, y luego se volcaron en esa literatura comprometida. Pienso en Renato Leduc, Carlos Monsiváis, Luis Spota. Luego de patear las calles de la república, se atornillaron al escritorio, con la idea de mostrarnos lo que no puede decirse, o no debe explicitarse en los espacios de la prensa escrita. En Francia Albert Camus transitó de los linotipos que transcribían sus textos periodísticos, a la honra del Nóbel de literatura.
Pero algo ocurrió en el camino. Zepeda Patterson -después de haber mostrado compromiso en Los corruptores– al triunfo de AMLO se desinfla, pero se hincha, lo que lo reconvierte en algo que no estaba llamado a ser.
Naturalmente el poder político es de poca, la fama modifica criterio y manera de ser, cuando al éxito corresponde atemperar el carácter y dar templanza a los impulsos que propicia el ser reconocido, admirado, querido, buscado por el poder para que el escritor, el intelectual de valía, avale los dichos y obras de los políticos.
En la Nota final del autor nos alimenta las expectativas: “… quiero decir que la trama de esta novela se queda corta con respecto a lo que realmente sucede en las esferas del poder en México y, para el caso, en cualquier otro país. Gran parte de las situaciones aquí descritas son absolutamente ciertas. Están cambiados los nombres y los lugares geográficos donde tuvieron lugar, por supuesto. Pero las descripciones sobre la clase política, los escándalos y el análisis de los procesos históricos derivan en gran medida de la experiencia de mi ejercicio como periodista durante más de veinte años”.
La primera edición es de 2013. ¿De veras la clase política que hoy dirige a México es distinta a la por él descrita? ¿Dieron un vuelco de 180 grados y hoy estamos en el nirvana democrático? ¿Qué nos dice la “amistad” entre David León y Pío López Obrador? ¿Puede probarse el origen legítimo y moral de ese dinero, o es tan ilegal como el que llenó los bolsillos de Emilio Lozoya?
Octavio Paz nos refiera a la cuenta larga y cuenta corta en este asunto de los procesos históricos y cambios fundacionales en las civilizaciones. Hacer realidad lo que ahora se proponen -transformar a México, erradicar la corrupción, dignificar la vida de los pobres- en un abrir y cerrar de ojos, es prometer lo que no puede ser. La idea es no dejarnos jugar el dedo en la boca, y en esto Zepeda Patterson es omiso, se entregó.
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