* Supo que la única manera de limpiar su elección, era desaparecer las evidencias: hacer imposible la comprobación de si hubo o no fraude, y así procedió; ni manera de saber qué ocurrirá en las próximas horas y meses. ¿Quiénes están a cargo de la seguridad física de las actas electorales del domingo último, de la certeza de una verdad histórica irrefutable?
Gregorio Ortega Molina
Las cartas del destino inmediato de los mexicanos fueron echadas durante la manifestación de la Marea Rosa, desde el 19 de mayo último. Lo que ahora sucede y ocurrirá durante los próximos días es consecuencia de lo acontecido hace 15 días y, también, hace 35 años, como resultado de la elección presidencial de 1988.
Tomamos la efeméride periodística de Excélsior: “Durante la madrugada del 5 de mayo (1989) ocurrió un incendio en el salón de plenos de la Cámara de Diputados que no sólo destruyó gran parte del Edificio A, sino que acrecentó las suspicacias entre la oposición de un posible atentado a un año de la elección presidencial que dio como ganador al expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Tras la elección de 1988 donde en el clima político y social señalaban al gobierno de haber hecho un presunto fraude para que ganara el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, la Cámara de Diputados albergó los paquetes electorales, situación que en el incendio se consideró por parte de la oposición un factor de atentado para borrar las presuntas evidencias.
“El entonces presidente de la Cámara de Diputados, el exdiputado del PRI, Guillermo Jiménez Morales, contribuyó a la versión oficial al decir que los paquetes albergados en el edificio A habían sobrevivido a las llamas, así como la memoria histórica del parlamento.
“Los diputados necesitaban urgentemente dónde sesionar para aprobar en un periodo extraordinario para la reforma electoral de ese año, una de las más trascendentales para la democracia en el país.
“Excélsior dio cuenta el 6 de mayo de 1989 del siniestro que, de acuerdo con las autoridades, fue por un corto circuito en el que murió por intoxicación el empleado Adolfo Miguel Soriano Blanco, quien se encontraba de guardia. Además de daños en la mayor parte del edificio A…”.
Todos los cómplices fueron premiados por sus actos de valentía partidista y simulación. Sólo recuerdo dos nombres de los agraciados por la mano generosa del poder salinista, pero hay más: dos, uno detrás de otro, recibieron el estado de Puebla como premio, el mismo Jiménez Morales y Manuel Bartlett Díaz.
Carlos Salinas de Gortari, quien siempre deseó una presidencia de la República históricamente impoluta, al despedirse se llevó en las alforjas los cadáveres de Luis Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu y los de los fallecidos en las confrontación entre nuestras fuerzas armadas y los aguerridos guerrilleros del subcomandante Marcos.
Supo que la única manera de limpiar su elección, era desaparecer las evidencias: hacer imposible la comprobación de si hubo o no fraude, y así procedió.
Ni manera de saber qué ocurrirá en las próximas horas y meses. ¿Quiénes están a cargo de la seguridad física de las actas electorales del domingo último, de la certeza de una verdad histórica irrefutable?
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