*Sólo hay una manera de salir pulcro de esta emergencia económica. Usar ese dinero negro para impulsar el desarrollo del país donde se recicle, y no en operativos políticos para mantenerse en el poder, debilitar a la oposición, acallar a la prensa, destruir las instituciones electorales. Hace mucho que el futuro dejó de pertenecernos
Gregorio Ortega Molina
Debemos dejarnos de prevenciones hipócritas y hacer a un lado lo políticamente correcto. El narcotráfico es, a la chita callando o abiertamente, un poder económico que incide en la política de muchos Estados en Occidente. En Oriente la Guerra del Opio nos dejó una idea de lo que sucede en el mundo hace muchos años.
En México, como lo documentaron en su momento periodistas y escritores, los enfermos de alguna narcodependencia eran atendidos por el Estado y de ninguna manera penalizados. Pero desde que Pat Nixon convenciera a Richard M. Nixon iniciar una cruzada en contra del narcotráfico, éste adquirió preponderancia en América y se adueñó de áreas claves del poder político y económico. Cierto, hay mucho de ficción en ello, aunque la verdad se manifiesta en la manera en que se toman las decisiones para combatirlo.
La emblemática Lucy in the Sky with diamonds (LSD) nos refiere a la manera en cómo amplios sectores de las sociedades diversas que llenan las naciones, abrazaron el consumo de los estupefacientes hasta convertir a los barones de la droga en una fuerza económica, primero, después en un poder fáctico.
Debemos regresar al aspecto de la ficción y evocar esa escena de Cara Cortada, en la que Al Pacino acude a una población boliviana para conversar con su boss, quien lo calibra durante la charla, para después hacer una llamada a Washington a un personaje que no aparece, pero que es él quien asume las decisiones. Pacino, como narcotraficante, tuvo desde ese momento los días contados.
Pensar que los barones del narco mexicanos son aquellos que empuñan las armas y aparecen como jefes de los cárteles, es una ingenuidad. Ellos son los ejecutores de órdenes superiores. Recuerden esa escena inicial de Antena 3, en el Octavo Mandamiento, en la que el titular de la entonces PGR traslada en vuelo privado y desde su detención en Almoloya, a alguien que puede identificarse con Joaquín El Chapo Guzmán, para que, en una reunión supuestamente secretísima, converse con el jefe de la administración de justicia de Estados Unidos, y determinen juntos el cómo del tráfico al país del norte.
Las pistas sembradas por la ficción son tantas y tan prolijas, que resulta imposible no colegir que esas narraciones de alguna manera están plagadas de episodios de la vida real, porque los miles de millones de dólares que anualmente produce el tráfico de estupefacientes, deben reciclarse en las economías legales, lo que sólo sucede con la autorización o complicidad de los gobiernos que tutelan esa reinserción.
Considero que nada más hay una manera de salir pulcro de esta emergencia económica. Usar ese dinero negro para impulsar el desarrollo del país donde se recicle, y no en operativos políticos para mantenerse en el poder, para debilitar a la oposición, para acallar a la prensa, para destruir las instituciones electorales.
Hace mucho que el futuro dejó de pertenecernos.
¿O cómo entender el narco-video del CJNG, con sus sicarios perfectamente organizados y armados como si fuesen parte de las fuerzas militares de México? Todo indica que estamos en un reordenamiento de las fuerzas políticas y ante un previsible cambio de modelo político. La reforma del Estado, pues, que se aproxima porque ya es urgente.
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