Por: Gregorio Ortega Molina
Los sucesos políticos, económicos, sociales y legales, obligan a considerar que eligen un camino inédito en México, para esforzarse en desviar la atención o al menos cubrir la desestructuración del proyecto de nación. Nos llevan al gobierno de los jueces.
Quienes secundan a este monstruoso tlatoani se niegan a darse cuenta de que está empeñado en satisfacer sus obsesiones, sin importar el costo para la patria, el país, la nación. Servirse de una supuesta legalidad para cubrir sus fechorías, componendas, complicidades, y vivir en la opacidad, lo obliga a proponernos como razón de Estado lo que no lo es, porque se ha empeñado en destruir lo que la Constitución y México fueron desde 1917, con sus constantes correcciones y enriquecimientos conceptuales y legales. Parecen sentarse las bases del narco-Estado o de una militarización peculiar, disfrazada de legalidad y supuestamente abrazada por la sociedad a la que supuestamente cuida y protege.
En cuanto al concepto de seguridad nacional, está más desvirtuado que la receta original del gansito Marinela. Esa idea significa lo que él quiera que signifique, y varía de acuerdo al momento, las exigencias y las circunstancias.
Ahora resulta que negarse a transparentar las cuentas de sus obras insignia está apegado a esa trasnochada idea que tiene de él mismo y de su mandato constitucional: al diablo las instituciones… no me salgan con que la ley es la ley.
Lo que el impoluto líder de este México nuestro hace para pisotear su mandato constitucional, me trae a la memoria un diálogo de El último encuentro, donde Sándor Márai nos recuerda, a sus lectores, lo siguiente: “Son muy pocas las personas cuyas palabras concuerdan con su existencia. Cuando eso sucede se produce una de las maravillas más raras de la vida…
“… Quiero decir que la gente acaba aprendiendo la verdad, adquiere experiencias, pero todo ello no sirve de nada, puesto que nadie puede cambiar de carácter. Quizás no se pueda hacer nada más que esto en la vida: adaptar a la realidad, con inteligencia y con atención, esa otra realidad irrevocable, el carácter personal. Esto es lo único que podemos hacer. Y sin embargo tampoco seremos más sabios, no estaremos más resguardados frente a las adversidades”.
Es tiempo de que se asuma, con absoluta transparencia, que el Gólem que habita en Palacio Nacional es creación de destacados miembros del PRI, y se niegan a asumir responsabilidad y consecuencias.
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