Por Gregorio Ortega Molina
Juegan embozados y con todo el peso del Estado (procuración de justicia y control fiscal) a su favor, creen poder modificar las normas del ajedrez y, por el momento, convierten torres y alfiles de las piezas negras, en peones, porque son sacrificables y, por lealtad, ni chistan.
La clarinada de esta nueva etapa en el proceso de reingeniería de las instituciones de la República, la da la “sumisa” renuncia de Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea. Como dicen las amas de casa francesas: “est une bonne a tout faire”; siempre está dispuesto a cualquier servicio, y esperan desprenderse a tiempo de Alejandro Gertz Manero, para convertirlo en la pistola amartillada de la sucesora de AMLO sobre diputados y senadores de oposición, en caso de que el Frente Amplio se haga con la mayoría en el Congreso.
El supuesto estratega de la transformación moral y política de los mexicanos, tiene la certeza de que caminaremos sumisos hasta convertirnos en esa pieza de su rompecabezas con el que arma su idea de república bolivariana. Es factible que lo logren, pero es imposible que el 50 por ciento, al menos, de los mexicanos en edad de votar y con la educación suficiente para externar su opinión, permanezcamos con la cabeza gacha, por lo que la respuesta será idéntica a la que dieron en Chile, Argentina, Venezuela, Nicaragua… ni manera de establecer un modelo de lo que puede ocurrir como represión, y la cantidad de víctimas para lograrlo, porque se empecinarán en intentarlo, al menos.
Rafael Sebastián Guillén Vicente avisó. Desaparece el EZLN, porque los barones de la droga, sus sicarios conformados paramilitarmente en cárteles antagónicos, pero con un mismo propósito, recomendaron que se disolvieran y olvidaran de su utopía reconocida y asumida – en los Acuerdos de San Andrés- por esos odiosos gobiernos neoliberales. La 4T y sus cómplices fueron más eficientes que Vicente Fox, y en menos de diez minutos (¿cuánto dura la declaración de Guillén Vicente?) disolvieron lo que para esta izquierda posmoderna resulta inadmisible.
Más pronto de lo que suponemos, podríamos darnos cuenta del verdadero significado de esa orden muy mexicana: “aquí sólo mis chicharrones truenan”, como lo experimentó Laura Velázquez Alzúa, quien bajo la tutela de su amo y patrón, modificó la Declaratoria de Desastre Natural por los efectos del huracán Otis, y de 47 municipios los redujo a dos.
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