*¿Quién será el guapo que ordene el decomiso de esas fortunas, casas y obras de arte propiedad de EPN, o Marta Sahagún e hijos, los hermanos de Margarita Zavala, o Luis Videgaray y Emilio Lozoya? Nadie, todo estuvo previamente acordado
Gregorio Ortega Molina
Tiempo mexicano tituló Carlos Fuentes a un inquietante y original ensayo. Quizá 10 años después y en una revisión al primero y a lo que en ese momento ocurría en nuestro país, escribió Nuevo tiempo mexicano, un libro fallido que no fue complementario del primero y tampoco nos reflejó, al instante de su aparición, lo que realmente sucedía en México.
Lo traigo a cuento para preguntarnos, todos, si efectivamente lo que hoy vivimos infiere otro ritmo vital, requiere una modificación de perspectiva y exige que cambiemos de actitud, o sólo nos sentemos a esperar a que el sexenio concluya, para darnos un respiro.
Me dice un amigo que lo que importa es lo que se mueve, y me pregunto si efectivamente algo se mueve, o sólo cambia de lugar. La protagonista de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, advierte: “… doy un paso al lado para salirme del discurrir de este tiempo mío. Me salgo del tiempo. Aunque ni esto deja de ser el tiempo ni yo me he salido de él”.
Sobre los conceptos anteriores es necesario imponer otra percepción, ineludible, por ser globalizadora y por incidir en la determinación del curso de los hechos y en la toma de decisiones que los definen. Me refiero a la comunicación cibernética y al concepto de tiempo real.
Poco importa que modifiquen el lenguaje, que intenten transformar en una noche lo que requiere años, lustros y hasta decenios. Una generación no hace verano, de allí que resulta increíble que intenten mover el tiempo que vivimos sólo con el lenguaje.
La información oficial asienta: “El Senado de la República aprobó con 57 votos a favor, siete en contra y cinco abstenciones, el dictamen a la minuta que modifica la denominación actual del Instituto de Administración de Bienes y Activos, por la de Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado.
“El dictamen precisa que el nombre contribuye con la nueva política que se está implantando dentro del organismo, principalmente en la erosión de las malas prácticas con las que se había desempeña y la oscuridad al momento de realizar gestiones con los bienes y activos de la Federación que debían ser administrados en favor y beneficio de la población”.
Este es el punto nodal de la impostura. Salvo el cheque por dos mil millones de pesos, recuperados de un fraude a INFONAVIT, y entregado por Alejandro Gertz Manero al presidente constitucional, con el propósito de garantizar una rifa innecesaria, ningún dinero de lo anteriormente obtenido con subastas producto de los decomisos a la delincuencia organizada, proviene de desvíos de recursos fiscales o de actos de corrupción de administradores públicos.
Parece que la falacia funciona, pero como ahora hay discrecionalidad en el manejo de esos dineros, cuyo destino es decidido estrictamente por el dedo presidencial, y como esa lana no se la robaron al pueblo, sino que proviene de la delincuencia con ese su sello de dinero negro, pues ¿cómo justificarán el nombre de la institución?
Sólo hay una manera. Probar el origen de esos fondos de procedencia ilícita que navegan en el sistema bancario, en las especulaciones en bolsa, en bienes raíces, y entonces sí depositar entre los recursos de ese nuevo Instituto, contabilizarlos, transparentarlos y devolverle al pueblo lo robado.
Pero, ¿quién será el guapo que ordene el decomiso de esas fortunas, casas y obras de arte propiedad de EPN, o Marta Sahagún e hijos, los hermanos de Margarita Zavala, o Luis Videgaray y Emilio Lozoya? Nadie, todo estuvo previamente acordado.
La detención de Emilio Lozoya sólo es un paréntesis, un respiro, porque en ese caso y otros similares, la administración de justicia es política y discrecional, de ninguna manera jurisdiccional y apegada a derecho. Lo veremos la semana que viene.
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