*El tema da para mucho, sobre todo en estos de pandemia que, junto con la cuaresma, se convierten en días de guardar, en sus dos significados: cuarentena y observancia irrestricta de toda norma moral, de toda ética. Imposible perderse en el camino
Gregorio Ortega Molina
AMLO ve a los zopilotes entre la oposición y sus detractores, pero es incapaz de ver a las aves carroñeras que él mismo ha criado.
Aprovechan toda distracción, todo intersticio legal, cualquier debilidad, la inexistencia de la oposición, o la voluntad quebrada de esos detractores y empresarios que fácilmente extienden la mano por cualquier favor, dádiva o palmadita en el hombro. Andan tras la permanencia “legal” de AMLO en el poder… y sin fecha de caducidad.
La que era clasificado como una percepción ajena a la historia posrevolucionaria (después de la fiebre de Álvaro Obregón por su reelección, terminada en asesinato político), es ya una realidad que asoma las orejas. Desde Mexicali, con la Ley Bonilla. La supuesta izquierda, con el albazo legal comandado por Mario Delgado, títere de Ebrard, ex alumno del ITAM, obsesionado por conseguir un lugar en la historia, sin importarle que sea el de un impostor, el de un traidor, el de un corre ve y dile.
No es asunto menor, porque ensombrece -todavía más- el anuncio de una severa recesión y muchas muertes por la pandemia, pero se asegurarán de que sean los otros los que carguen con la responsabilidad histórica, pues para ellos todo tiene su origen en el neoliberalismo y en la guerra contra el narcotráfico; mañosamente olvidan sus historias personales, su origen político unificado bajo el paraguas del PRI. En un momento todos fueron hermanos, que rompieron porque estaban tras el poder, porque la neta es que nunca buscaron consolidar el proyecto de nación firmado por sus padres y abuelos y bisabuelos el 5 de febrero de 1917.
Para nuestra fortuna, la Ley Bonilla está en la SCJN, aunque la reelección continua de diputados federales debió revisarse en el Senado de la República, donde la sociedad esperaba que la cordura privase sobre la ambición, y el conocimiento preciso de la historia patria, abriera los ojos a todos esos necesitados de un elogio de AMLO, de una palmadita en la espalda, proveniente de la mano del líder providencial, que desea permanecer en el cargo, “para comerse a besos” (él lo dijo) a las niñas que encuentra a su paso en mítines y actos políticos, sobre todo ahora que el Covid-19 le cae como anillo al dedo.
La expresión besucona fue formulada en Oaxaca y no es menor, sobre todo si proviene desde la altura máxima del poder, publicitada por quien no tolera objeciones y a quien nadie se atreve a prevenir de sus errores, y mucho menos de las consecuencias de los deslices verbales cometidos en la cúspide.
El tema da para mucho, sobre todo en estos meses de pandemia que, junto con la semana mayor, se convierten en días de guardar, en sus dos significados: cuarentena y observancia irrestricta de toda norma moral, de toda ética. Imposible perderse en el camino.
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