Adrián García Aguirre / Cdmx
*Con nuevos bríos, nuevos aires y nuevas sedes.
*Renovación para mantenerse como institución líder.
*Nueva planteles que significaron grandes cambios.
*El respeto a la autonomía y el movimiento de 1968.
*Recuerdos de “El Pánuco” de doña Catita Adán.
Ya entrado el siglo XX, en décadas posteriores a su fundación, la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) experimentó un período de importancia histórica al establecer e inaugurar nuevas sedes y ampliar el plan de estudios para adaptarla a las necesidades cambiantes de la sociedad mexicana.
Durante largo tiempo, la ENP mantuvo su reputación como una institución líder en educación en México, con una numerosísima cantidad de alumnos salidos de sus aulas a lo largo del siglo pasado y después.
Actualmente, la ENP cuenta con nueve escuelas, cerca de cincuenta mil alumnos y más de dos mil profesores con los siguientes planteles en la CDMX:
El plantel 1 “Gabino Barreda”; el 2 “Erasmo Castellanos Quinto”; el 3 “Justo Sierra”; el 4 “Vidal Castañeda y Nájera”; el 5 “José Vasconcelos”; el 6 “Antonio Caso”; el 7 “Ezequiel A. Chávez”; el 8 “Miguel E. Schulz”; y el 9 “Pedro de Alba”.
También deben tomarse en cuenta las transformaciones contemporáneas, de 1980 al presente, puesto que en las últimas décadas la ENP ha continuado evolucionando para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Yolanda Damián Adán, hija menor de la señora Catalina Adán, propietaria de la que fuera celebérrima tortería, “El Pánuco”, en las calles de San Ildefonso y El Carmen, señala que se han adoptado nuevas tecnologías y metodologías de enseñanza.
También se fortalecieron los programas académicos para preparar a los estudiantes para un mundo globalizado y digitalizado, de modo que la ENP sigue siendo una institución fundamental en el panorama educativo de México.
Al revisar el desarrollo de la ENP a través del tiempo, hay que mencionar al doctor Gabino Barreda, quien falleció en la biblioteca de la institución el 10 de marzo de 1881, fecha en la cual alumnos, profesores, ex alumnos y académicos célebres y reconocidos le rindieron un grandioso homenaje en donde el mismo Justo Sierra dijo:
“Tu espíritu aquí queda, mientras la Escuela Nacional Preparatoria viva –y vivirá– lo juramos en esta hora solemne. No llegará a apagarse la lámpara que hoy encendemos en tu tumba”.
En febrero de 1882 se inscribió la primera mujer a la ENP, Matilde Montoya, quien en 1887 se convirtió en la primera mujer médico del país, en tanto en noviembre de 1885 se creaban las asignaturas de Literatura Mexicana a cargo de Erasmo Castellanos Quinto.
Y las de Historia de México con Eugenio Maldonado al frente, que sería impartida y estudiada de manera separada de la Historia Universal que era expuesta por genuinos conocedores del pasado, cuyas grandes cátedras se dieron en los auditorios “Simón Bolívar”, “El Generalito” y “Justo Sierra”.
“Esto obedeció -añade Yolanda Damián- a las reformas del nuevo director, Vidal Castañeda y Nájera para que, en 1886, Porfirio Díaz inaugurara la Primera Exposición Nacional en las instalaciones de la ENP” con sus tres patios recién adoquinados.
De 1896 a 1907, la ENP tuvo severos cambios en la educación que impartía, mejorando y adaptándose a las necesidades de la época, con el presidente Díaz declarando que la educación que ofreciera fuese pública y laica.
Así lo recordaría el rector, ingeniero Javier Barros Sierra, quien resuelta y valientemente defendió en 1968 la autonomía universitaria ante la agresión sin nombre, mediante una acción infame ordenada contra el plantel de San Ildefonso por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
En 1909, Antonio Caso impartió una cátedra sobre el positivismo y es en ese año que el grupo de preparatorianos denominado “Ateneo de la Juventud”, conformado por quienes serían los grandes pensadores y artistas del país, reciben un reconocimiento por su obra y como figuras destacadas, entre los que se encuentran José Vasconcelos -creador del lema Por mi raza hablará el espíritu”-, Alfonso Reyes, Antonio Caso y Octavio Paz.
Hay que mencionar por último a Diego Rivera, Frida Kahlo, José Alva de la Canal, Jean Charlot y Roberto Montenegro, participantes en la creación de murales inmortales que se conservan en los corredores del fastuoso edificio de los antiguos bachilleres, además de José Clemente Orozco, todos orgullosos representantes de la intelectualidad nacional.
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