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martes, mayo 7, 2024

La migración en los tiempos líquidos

Por Rafael Serrano

En la Estatua de Libertad de Nueva York se lee esta inscripción : “en este país republicano todos los hombres han nacido libres e iguales”. En letra pequeña, a los pies de La Libertad, un grafiti contradice: “… con excepción de la tribu de los hamo (negros)”. Se echa por tierra lo de “todos libres e iguales”… “¡ay de vosotros republicanos!”
Herman Melville, 1849

En los tiempos líquidos, la migración es un tsunami social que exhibe el rostro de una tragedia permanente que se une a las catástrofes sociales y naturales que enrarecen nuestro mundo. La prensa inmunda o impoluta, una abundante y la otra escasa, nos relatan todos los días como los “flujos” migratorios generan escenas pavorosas de personas que caminan hacia las tierras prometidas, donde generalmente no se abre el Mar Rojo y quedan varadas en infiernos fronterizos o ahogadas en fronteras de agua; recorren miles de kilómetros; algunos, muchos, mueren o son asesinados en el camino y otros, pocos, llegan para incorporarse a una vida clandestina regida por el término “indocumentado”, “ilegal” o “sin papeles”. Les llaman migrantes y no son del todo aceptados por las comunidades sedentarias por donde pasan estos nómadas posmodernos.

Hans Magnus Enzensberger describió hace más de 30 años los terribles efectos de la migración en los tiempos de la globalización neoliberal. En un pequeño pero lúcido y profético texto (“La Gran Migración”, Anagrama, 1992) nos muestra algunas características de lo que ha significado migrar a lo largo de la historia de la humanidad y cómo ahora el capitalismo tardío lo anida en su red de contradicciones. Vale la pena recordar sus agudas afirmaciones y presentarlas como apuntes de una compleja y lacerante realidad:

1 • El poblamiento del mundo es como leer el cambio climático. Como el tiempo o como la atmósfera, su estado normal es la turbulencia. La migración es un proceso dinámico que no puede ser explicada por abstracciones estáticas. Originalmente la especie humana era nómada (cazadores, recolectores y pastores) y sólo desde hace poco tiempo, con la llegada de la agricultura en el Neolítico, nos hicimos sedentarios. Caminar y migrar era y son atavismos antropo-genéticos, pertenecen a los procesos evolutivos de la hominización; mientras que el sedentarismo es un proceso cultural, pertenece a la filogénesis que refiere a los procesos de humanización. Diferenciación que siempre resulta conflictiva. Enzensberger nos advierte: “el mito de Caín y Abel refleja el conflicto entre tribus nómadas y sedentarias: fue Caín agricultor y Abel pastor (…) En cualquier época y por las razones más diversas una parte de la humanidad siempre ha estado en movimiento. En forma pacífica o forzada , en simple migración o huyendo … se trata de un proceso caótico que desbarata cualquier intención planificadora, cualquier pronóstico a largo plazo”.

2 • Las grandes corrientes migratorias han sido una pauta evolutiva y emergen en ocasiones como tsunamis y en ocasiones como oleadas. Estados Unidos y Europa recibieron en un siglo, entre el siglo XIX y principios del XX, más de 50 millones de migrantes. Ahora se dice que en el siglo XXI se movilizarán entre 500 y mil millones de personas en todo el planeta (. Los “muros” de contención resultarán inútiles pero los medios de comunicación lo visualizarán alarmistamente. Se crea y creará un pánico escénico provocando el “cierre” de fronteras que continuarán siendo porosas con pantanos para ahogar a miles de personas. Si recurrimos a la historia y la leyenda, no hubo videos ni testimonios crueles/rudos de los hombres que cruzaron el estrecho de Bering para poblar América ni nadie documentó en un noticiero alarmista la salida de la Siete Cuevas, Chicomostoc, de las tribus que colonizaron México y Mesoamérica. Ahora las oleadas de migrantes crecen y aparece como un Tsunami que tiene los visos de un éxodo mesiánico, sin Mesías, convertido en espectáculo mediático. No son tribus guiadas por Huitzilopochtli ni por la vara de Moisés sino tropeles de personas que sin guía huyen de la violencia y de la miseria, de la devastación de sus tierras.

3 • Los nahuas, dice Enzensberger, daban a la tribus vecinas el nombre de popolacas (tartamudos) o de mazahuas (los que braman como ciervos). Levi Strauss menciona que los pueblos primitivos se atribuían ser “los mejores”, los elegidos menospreciando a los que no eran originarios, incluso a los extraños se les negaba “…un nivel de realidad” y se hablaba de seres “fantasmales o de apariciones”. Así se ven los migrantes nicaragüenses, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños caminando por las carreteras secas y calcinantes como zombis parados en los semáforos suplicando, con un acento dulce y sencillo, desde la tierra de las ánimas por unas monedas para seguir su camino. Sólo permanecen horas, lo que les permiten los otros, mendicantes originales, que los expulsan de “su” Valle de Lágrimas. Les dicen mazahuas.

4 • La identidad nacional se forja desde las migraciones: el pueblo elegido que recorre miles de kilómetros y supera obstáculos para fundar Roma, Atenas, Jerusalén o México-Tenochtitlán. Ese pueblo se asienta, se vuelve sedentario y como Adán, originario, ve a los que llegan “después” como advenedizos o incluso como enemigos. La actual Ciudad de México y su área conurbada muestra como la migraciones la reconfiguraron: los migrantes michoacanos, poblanos y oaxaqueños son ahora una mayoría que se mezcló con una minoría chilanga, en cuestión de 50 años. Pregunten que ha sucedido con los millones de mexicanos habitando Los Ángeles o Chicago en los Estados Unidos: “… el debate gira en torno a la diferencia entre propios y extraños, campo que ofrece unas posibilidades ideales para el desarrollo de la demagogia”.

5 • Toda migración ocasiona conflictos. El etnocentrismo (egoísmo de grupo), la xenofobia limitan la “hospitalidad” o la “fraternidad” para el viajante. En algunos casos, pocos, se le reconocerá su derecho, humano, a transitar libremente y a buscar, al menos, sobrevivir. En la mayoría de los casos no se quitarán el estigma de “forasteros”, personas en tránsito que “no pueden quedarse” porque inundan las plazas, colapsan los servicios y no tienen “oficio ni beneficio”. Ahí anida también el racismo, el clasismo y los caínes que ven a los migrantes como personajes “sucios”, “desarrapados”, “perdedores”: el destierro es un signo de inferioridad. De ahí, también la idea de aislarlos y confinarlos mientras esperan un salvoconducto que llegará a cuenta gotas o no llegará. Una manera de las diversas maneras de asesinarlos.

6 • Sin embargo, los migrantes ricos o “bien preparados” no tendrán problemas. Los millonarios chinos, saudíes o los científicos indios o los médicos serán bienvenidos a los paraísos sociales: “…hasta el momento nadie se ha sentido molesto por el color de piel del sultán de Brunei. Una respetable cuenta corriente acaba por arte de magia con la xenofobia…”. Enzensberger nos alertaba sobre la hipocresía y el cinismo en modo “primer mundo”: los migrantes más aceptados en esos jardines sociales son ¡los narcotraficantes y los traficantes de armas¡ de “… la mano de los banqueros que blanquean el dinero negro…”. Para Suiza o para algún paraíso fiscal no hay nacionalismo ni prejuicios: “…el forastero tanto más forastero cuanto más pobre sea”. Necesitamos ser astrofísico, matemático, traficante de armas o un político corrupto para migrar exitosamente, tener visas doradas y ciudadanías en las sociedades “avanzadas”.

7 • Un ejemplo de la catástrofe migratoria fue Irlanda en el siglo XIX. Expresa lo que hoy sucede en las fincas cafetaleras y plataneras de Centroamérica o en el campo privatizado en México, una expulsión cruenta por la oligarquía extractivista. Cuenta Enzensberger: “en el periodo comprendido entre 1851 y 1901 emigraron alrededor del 71% de los irlandeses”. Las causas se encontraban en una “pauperización salvaje” a los que la sometió la Corona Británica. La emigración no “resolvió” el problema sino lo dejo latente: la emigración no es un remedio contra la pobreza. Aunque disguste a algunos, “… mientras persistan sus causas, al cabo de veinte años o incluso de tan sólo diez años volveríamos a tener las mismas cifras de hambrientos”. La solución está en la gobernabilidad. En la capacidad o incapacidad de los Estados para garantizar condiciones de seguridad, empleo, educación, vivienda y salud.

8 • ¿Ante la catástrofe cabe la compasión?: “Nadie emigra sin que medie el reclamo de una promesa”. Miles que ahora son millones transitan, como en las cruzadas, en busca de la Tierra Santa. Niños, solos, caminan al norte olvidándose o huyendo de su orfandad, de sus casas saqueadas, de sus padres asesinados y del abandono de una sociedad miserable; mujeres y hombres jóvenes sin futuro, desterrados por el hambre, las sequias que asfixiaron sus tierras y la desigualdad ancestral deambulan en inmensos territorios; cruzan selvas, mares, desiertos; una marea de proscritos sociales frágiles, vulnerables, mercancía para los buitres que rondan en estas siniestras travesías.

9 • A los migrantes les mueve la llama de la esperanza. Pero “… el terror de la cifras astronómicas no tiene ojos (…) la empatía fracasa (…) y la razón se percata de su impotencia”. El sistema capitalista los considera “superfluos”. A eso le llaman “éxodo o emigración” cuando en realidad es un destierro y un genocidio. Un crimen de Estado o de los Estados nacionales sometidos a lógica del mercado global: cada día (es) mayor el número de seres humanos que salen “rebotados” de las parcelas o jardines sociales de la prosperidad: “…Utilizando el lenguaje de la economía: a una fuerte alza de la oferta de personas se contrapone una manifiesta baja de la demanda. Incluso en sociedades ricas cualquiera puede resultar superfluo mañana mismo”.

10 • Se ha dicho que un migrante, cuando trabaja en la tierras prósperas es una carga. No lo es. Es fuente de riqueza para la sociedad que lo emplea y para las regiones que abandonó. Miles de millones de dólares van y vienen. No se ha calculado con realismo cuanto vale económicamente un migrante. Lo que nos dicen los economistas es una vaguedad abstracta: “… todos estos intentos destinados a obtener el valor monetario exacto de un movimiento migratorio resultan erróneos (…) de todos modos, el futuro beneficio neto del inmigrante tan sólo podrá constar en los balances cuando exista demanda de su fuerza de trabajo”.

11 • Dice Enzensberger que el pánico a ser “arrasados” es una “bulimia demográfica”. La pantomima de los políticos que ante las oleadas de migrantes lo mismo hablan del colapso de los servicios públicos, la incapacidad de los gobiernos para garantizar las pensiones, los servicios de salud que de la extinción de los pueblos “originarios” y del “derecho a vivir en paz” sin que los migrantes les ensucien sus calles y viviendas pero eso si, clamando por el respeto “irrestricto” a los “derechos humanos” como retórica hipócrita para ser declamada, en Nueva York, ante una ONU maltrecha e inútil.

12 • En Francia dicen los derechistas y algunos izquierdistas que “ya no habrá franceses sino metecos” como “ya se palpa” en las gasolineras atendidas por saharianos o en la selección francesa de fútbol, incluso habrá un rector musulmán en La Sorbona. Los periódicos europeos sesudamente hablan de que los suecos, fineses, holandeses o daneses son ya minorías absorbidas por los migrantes de sus antiguas colonias; narran como los turcos “se adueñan” de Berlín mientras que los hindúes “se apoderan de Londres”; en España “los sudacas” recogen remolacha y aceitunas o barren los bares en las madrugadas y los negros subsaharianos venden bolsas de marca fake en las calles de Madrid mientras los chinos compran “todos los bares” de Barcelona; las mezquitas proliferan sustituyendo la fe cristiana. Lo mismo sucede en América; Estados Unidos y Canadá ya tienen tantos “hispanos” como negros, los wasp se vuelven minoría mientras los poblanos“amenaza al mundo libre “ vendiendo hot-dogs en la Quinta Avenida o haciendo comida francesa para los restoranes de Bourdain y un vietnamita que vende comida Tai en Vancouver “poniendo en duda” la “identidad” canadiense, tan propia…y demás narrativas sobre la decadencia, el despoblamiento, el sistema de pensiones, etc.; que “demuestran” que los europeos y los “wasp” gringos se están “extinguiendo”. Eurasia y África como el sur latinoamericano amenazan a los jardines europeos y americanos. Un fantasma recorre el planeta.

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