Por José Luis Camacho López
México ha estado condenado a una convivencia imperfecta como la llama el historiador Abraham F. Lowenthal, una convivencia que ha llegado a extremos de sumisión. México le ha servido a Estados Unidos con una mano de obra barata con esos miles y miles de trabajadores y trabajadoras mexicanas que han cruzado la frontera desde el siglo XX para mantener y desarrollar su economía.
Lowenthal afirmaba que desde décadas del siglo XX, “los trabajadores mexicanos que no encuentran empleos satisfactorios en México, se ocupan en Estados Unidos”; son una fuente de divisas para nuestro país y realizan “muchos trabajos a bajo precio que no serían ejecutados por los estadunidenses”.
Los norteamericanos saben de la utilidad de la mano de obra mexicana por ser más barata y en épocas de recesión o electorales, representan banderas políticas para gobiernos demócratas o republicanos con las expulsiones a diestra y siniestra.
Ha sido un pretexto idóneo, como lo hace el gobierno de Trump. Lo hicieron también presidentes demócratas y republicanos, Nixon, Bush, Clinton, Obama o Biden para justificar políticas ineficaces contra las drogas para presionar al gobierno mexicano u otras como aumentar los aranceles como es el caso del presidente Trump.
Estos días el narcotráfico y las caravanas de migrantes procedentes de nuestro país y de naciones del sur forman parte de esa convivencia imperfecta, que ha llegado a extremas virulencias como ahora.
La mano de obra barata mexicana ha sido fundamental para la economía estadunidense. En las series de la televisión norteamericana siempre aparece esa mano de obra en trabajos domésticos, jardinería, hotelería, obras de construcción o en la agricultura.
Para México, como lo hemos mencionado, las remesas del trabajo mexicano ha sido un instrumento de equilibrio en la economía mexicana a falta de una política real de dar empleo suficiente y bien pagado a trabajadoras y trabajadores mexicano. Lo que es una vergüenza nacional.
La actuales autoridades mexicanas siguen elogiando el trabajo migrante como lo hizo la mañana del 14 de febrero, en ocasión del Día de la Amistad, la presidenta Claudia Sheinbaum. Nuestras autoridades de la IV Transformación se preocupan más por crear albergues para los expulsados migrantes de México, facilitarles un triste regreso a sus lugares de origen, que por crear una política efectiva de empleo a estos mexicanos y mexicanas que no dejarán de cruzar la frontera a pesar de los muros y las persecuciones de la migra estadunidense, mientras la economía mexicana no les ofrezca alternativas de vida con dignidad.
Hoy en la tercera década del siglo XXI, México está bajo la extrema presión arancelaria y bajo el riesgo de una recesión a pesar de aceptar colocar barreras militares a la inmigración y al tráfico de drogas, cuando los propios estadunidenses participan de la transportan hacia su país. Numerosos son los testimonios en series televisivas del libre paso en las garitas mexicanas y norteamericanas que tienen las ciudadanías estadunidenses para transportar sus drogas.
Pero no solamente la economía mexicana está bajo la presión de la aplicación arancelaria, los territorios mexicanos de Baja California están en la mira de las misiones aéreas de fiscalización del Comando Norte de los Estados Unidos, en las cercanías de los mares de Baja California junto la opinión que tiene el Secretario de Estado, Marco Rubio, sobre el dominio que tiene el narcotráfico en zonas de México. Proceso recuerda la entrevista de Rubio con The New York Times, con una de sus conductoras, Megyn Kelly, en la cual aseguró que “hay muchas zonas de México que están controladas por los cárteles”.
El mismo diario neoyorquino acaba de publicar que el Departamento de Estado de Marco Rubio está por declarar a “cinco organizaciones criminales mexicanas como organizaciones terroristas extranjeras”.
Las versiones difundidas por la cancillería mexicana de Juan Ramón de la Fuente en sus conversaciones con Rubio, en las que agradece la colaboración mexicana en la militarización de la frontera mexicana dan la apariencia de que el Secretario de Estado trata de dar la impresión de unas relaciones aparentemente sin tensiones, no obstante esa probable declaración de terroristas a las organizaciones criminales mexicanas del narcotráfico a lo cual el gobierno de la IV se opone con esa bandera cada vez más frágil de la defensa de la soberanía.
El narcotráfico hacia los Estados Unidos y el tráfico de armas hacia México es un conflicto que data de la década de los sesenta del siglo pasado y llegó a su mayor clímax en la década de los setenta cuando, según Lowenthal, la marihuana y la heroína llegaron a representar el 80 por ciento de las “importaciones de Estados Unidos”.
La historia reciente de las relaciones de México son los Estados Unidos han estado siempre contaminadas por el narcotráfico y las inmigraciones. Hoy esas relaciones de una convivencia imperfecta están a punto de estallar.
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