Teresa Gil
Quizá suene extraño, pero la esclavitud todavía existe. No solo desde las diferentes perspectivas de lo que esclaviza al ser humano como su propia pobreza, sino de la esclavitud propiamente dicha que se ejerce en muchos países del mundo. La trata de la esclavitud que fue derogada por Abraham Lincoln el primero de enero de 1863 y está prohibida en nuestra Constitución, tiene una historia larga en la humanidad y México no fue la excepción con el tráfico de esclavos negros cuyos descendientes aún se topan a menudo con los rasgos de aquella esclavitud en sus formas de vida. Aunque el 23 de agosto se celebra la lucha contra esa trata en el mundo, en realidad me referiré a la trata de seres humanos para el comercio sexual, aunque incluye también la explotación laboral. El día que ha sido consignado por la ONU, el 30 de julio, es diferente al del esclavismo y se extiende en una lucha permanente que tiende a crecer porque es uno de los grandes negocios del crimen organizado. Al respecto, cuando ese tema aparece seguido en los medios, vuelvo a mencionar una propuesta que en otras ocasiones he traído a partir de un libro y sus características. Mientras muchos se rasgan las vestiduras y centenares de mujeres son asesinadas, un excelente libro de Humberto Musacchio, aborda el tema al ofrecer una propuesta legal de control. Al respecto, pone en su lugar el trabajo del sexoservicio y ofrece esa breve pero contundente propuesta. De banqueta y canapé ( Luna Media Comunicación S.A. de C.V diciembre 2017) es una bella y pequeña obra, editada, según dice el escritor y periodista, “para los amigos”. Las siete líneas que como parte de un apéndice proponen legislar desde el punto de vista fiscal la mencionada actividad, difiere de aquella tan afrentosa y moralista que tildaba a los sexoservidores como delincuentes y que fue enfrentada por grandes humanistas y juristas que lograron que la ONU aprobara el sistema abolicionista de la prostitución como delito, allá por el 2 de diciembre de 1949. No es desde luego la solución que resuelva de cuajo el problema de los feminicidios que tiene muchas aristas -pobreza, ignorancia, desamparo, misoginia, la inseguridad reinante, el crimen organizado y el sexo como centro de grandes negocios, etcétera-, pero si puede ser, como ocurre en muchos países como Holanda por ejemplo, un medio para que los gobiernos desde la perspectiva económica, brinden protección a miles de mujeres que se dedican a ese oficio. El contexto que determina los feminicidios no abarca solo el sexoservicio o la trata de personas -en la que existe la variante de la esclavitud laboral-, sino a todo el entorno social en el que son agredidas mujeres de todas la esferas, actividades y profesiones. La agresión suele venir primordialmente de familiares o parejas y en otros casos de delincuentes sexuales que operan en la ocasión, taxistas por ejemplo. Pero legislar el sexoservicio a nivel administrativo, es una propuesta que tiene parentesco con la propuesta de legislación de las drogas, porque se va al fondo del problema: quitar elementos a la delincuencia que opera en la trata y el narco. Suena raro, pero vale la pena probar.
DE BANQUETA Y CANAPÉ
Obra de 71 páginas 17 de las cuales son de “viva imagen”, penetra en ese complejo mundo del sexoservicio, al que en los espacios de doble moral se elude, parodiando a Wilde, el mencionar su nombre, pero que paradójicamente es el más mentado en ese mundo que fascina y atrae a los hombres, pero cuya denigración es parte del machismo que ha sobrevivido durante siglos. Musacchio, con un fino humor y una crítica profunda a ese estilar hipócrita de las sociedades mochas, va desgranando nombre por nombre, apelativos y sobrenombres y los epítetos que han adjudicado a lo largo de los tiempos a las mujeres que han ejercido el arte del placer. Hay en él un proceder versado, conocida su trayectoria de hacedor de diccionarios. Ilustra de entrada, como debe ser, los señalamientos locales desde la época precolonial y colonial, el artilugio de autores que se explayaban en ofrecer informes sobre las decantaciones gramaticales, quizás porque ellos mismos las usaban en visitas a casas llamadas non santas o en atrevimientos de banqueta y los apodos que trascendieron los diccionarios y libros, con el tiempo. Largo sería mencionarlos, algunos raros y novedosos, muchos tasados a partir de descripciones físicas de las ejecutantes, del sitio donde ejercían, del menosprecio de su labor y del valor que le daban a su actividad, entre otros. El diccionario se antoja interminable. Pasa luego el autor, a las propuestas y análisis de autores conocidos como Camilo José Cela, Alfonso Reyes, Octavio Paz, ente varios y se va al recorrido clásico de Roma, Francia, Italia y otros países, sin de tocar de fondo el otro seguimiento clásico de la antigua Grecia, bagaje de tantas historias, señalamientos y nombres. Pone énfasis en el papel que han jugado en épocas distintas los señores de la iglesia católica, en algunas ocasiones creadores e instigadores de los llamados burdeles como vulgares lenones y las frases justificatorias que daban los santones Tomás de Aquino y San Agustín a la prostitución como “un mal necesario”. Con la descripción de estas mujeres y sus nombres, como en alguna parte del libro se reconoce, se puede tasar la estructura social de un país, porque las había y las hay de alto nivel, de canapé, hasta llegar a la pobre callejera que ejercía y ejerce, como dice el título del libro, en la banqueta. Libro ameno de bella presentación que fue terminado en Impresos Albatros bajo la supervisión de Edgar Morales Carranza, presenta en su apéndice 17 imágenes de gran belleza sobre el tema, algunas a color, por donde desfilan desde Julio Ruelas, José Guadalupe Posadas, Francisco Diaz de León, Marius de Zayas, Fernando Castro Pacheco, Fidencio Nava, y los famosos Diego Rivera, Rufino Tamayo y quien lo dijera el gran cineasta ruso Serguei Eisentein en un forcejeo con “la Matildona”, mujer de la época en la que él estuvo aquí.
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