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miércoles, agosto 6, 2025

LIBROS DE AYER Y HOY: Hiroshima mi amor y el otro campo

Teresa Gil
laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

Estados Unidos estalló la bomba atómica Little boy en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945 hace 80 años. Es difícil que haya sobrevivientes que recuerden el hecho. O son pocos. Era común que en Hiroshima aquella ciudad japonesa, que el campesino iniciara sus actividades muy temprano por ser agosto un mes caluroso. Los campos rodeaban la ciudad y miles de campesinos se encontraban en el campo laborando las tierras, cuando sorpresivamente descendió de los cielos la muerte. Las cifras que se dan son diversas porque al número de muertes inmediatas que algunos las conceptúan en 90 mil, se agregan las de los que fueron muriendo por las severas lesiones que recibieron. Se exhibió en los agredidos y además en sus hijos, nietos, incluso hasta la cuarta generación que retuvieron parte de aquella explosión. De acuerdo a la descripción que se hace de la ciudad, un sitio moderno, con todas las instalaciones que ya eran comunes en 1945, tenía una franja agrícola para surtirse de los vegetales en un entorno de cierta de importancia que tenía un campo militar adyacente. Era pues, un sitio como hay muchos en los países, en cuyas zonas hay campos y labriegos que cosechan.

EL CAMPO DEL TRABAJADOR SE CONVIERTE EN CAMPO DE BATALLA
En México con datos oficiales, hay 5 millones de trabajadores del campo, de los cuales, apenas la mitad recibe un miserable salario. El resto como se ha publicado, son sus propios familiares, niños y esposa, que se suman a la faena, sin apoyo económico. Una agresión a su vida y su salud que no desciende del cielo sino que surge de los mismos contratantes. Parece que no son iguales todos los campos, cuando se utilizan para lo que debería de ser. Pero todos son campos de batalla, porque el campo del trabajador agrícola, suele terminar como el de batalla en la guerra, con campesinos muertos en plena juventud por el trato que han tenido por largas horas de trabajo. Eso sucede por ejemplo en zonas muy calientes del país, en donde el que cosecha bajo el sol, suele tener golpes de calor que a veces son mortales. Pero aún sin ellos, si al llegar a su modesto refugio, carece de los mas elemental para su cuerpo.

LAS DÉCADAS PASAN Y LA SITUACIÓN LABORAL EN EL CAMPO ES LA MISMA
Durante mucho tiempo estuve haciendo reportajes en el campo y la situación no ha cambiado. El trabajador sigue siendo por lo general indígena, migrante, persona sencilla con pocos estudios, que labora por un salario mínimo acompañado de su familia. Los productores son personajes que envían sus cosechas al país vecino como sucede con el tomate y el pimiento sobre todo. Reciben millones. Entre muchos he publicado en libros aquel de junio de 1979, que describe por entero lo que es el jornalero mexicano en zonas de importancia verdulera, como es Culiacán, Sinaloa. Campesinos que solo comían frijoles, papas y tortillas, se bañaban en canales sucios y sus casas tenían a veces, techos de bolsas de plástico. Va breve esta entrada de un largo reportaje, que fue publicada en la revista Interviú, concesión de la española del mismo nombre: “En los campos San Antonio y y Moroleón situados a 30 y 40 kilómetros de la ciudad, la Revolución mexicana fue uno de esos sucesos míticos de los que se oyó contar algún día. Los campesinos -oaxaqueños casi todos-, se amontonan en inmundas casuchas, mientras el sol se desploma dramático sobre millones de moscas que deambulan entre la gente. …El plástico de las bolsas de los supermercados, cubre los techos de las viviendas y de lejos parecen palomas transparentes ondeando sobre la miseria y el desamparo”

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