Teresa Gil
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Cuando se rife el avión presidencial yo no estaré ahí -disculpen la alusión-, como abogada de los sorteos. Tampoco el que fue ministro de la Suprema Corte Juventino V. Castro y Castro, no solo porque junto con varios profesionales fuimos desalojados de la Lotería Nacional por un grupo de arribistas de Baja California encabezados por el priísta Roberto de la la Madrid, sino porque el destacado jurista que fue director del jurídico de esa institución, murió en abril de 2012, a los 94 años. La Lotería Nacional que fue fundada en 1770, todavía tenía entonces cierta relevancia. El mexicano aún creía en la suerte y aquel organismo descentralizado daba para mucho, aunque buena parte de ese mucho se quedaba en los gastos de la alta burocracia. Ese mexicano que dejaba al albur de un cachito su propio futuro, contradecía la opinión que en países socialistas, como Cuba, tenían de esa disparidad. El ser humano, se sostenía allá, no puede depender su futuro de la suerte, sino de la lucha que de para arrebatar a los concentradores de la riqueza lo que le pertenece. Aquí les valía. En ese tiempo la Lotería era lo que se ha considerado siempre, la caja chica del sistema, como muchos organismos públicos que solo estaban bajo la férula de una secretaria pero que no dependían de ella y eran el acarreo económico con el que se pagaba a columnistas y reporteros de primer nivel, a los que yo vi transitar por esos pasillos. Y las historias que conocí ligadas al albur y al destino, la mucha gente que dependía- generosamente del organismo, como burócratas-, fincando su suerte en el trabajo acucioso y difícil de billeteros y agencias de billetería. Sarita Ornelas, la lideresa que soñó con ser política antes de ser asesinada por un marido celoso, me contó algunas historias de buena fortuna, mientras yo, con otros abogados, levantaba actas y daba fe de fraudes y alteraciones. En el caso mío, -necesitada siempre de dobletear-, iba en las noches de sorteos a presidir en representación del jurídico el juego de azar, con gritones. En ese entonces y por seis años, fue director Carlos Argüelles del Razo, después director de Relaciones Públicas de Carlos Hank González en el gobierno del D.F y en la Secretaría de Agricultura y Ganadería. Se habían sacado, ambos, un buen premio bisexenal.
REVIVIR LA LOTERÍA ¿ES BUENA DECISIÓN?
La rifa del avión presidencial anunciada por la Presidencia de la República pondrá en el centro de su actividad a una Lotería Nacional que ya naufragaba en el desuso y que estaba en vías de extinción. Los cachitos de esa rifa se empezarán a vender el primero de marzo a 500 pesos cada uno y el sorteo con niños gritones incluidos, será en el mes de la patria, septiembre. La institución vivió buenos tiempos, no solo por el éxito de sus sorteos, sino por la promoción cultural que hacía ¿Era realmente de la beneficencia pública como prodigaba su nombre y retribuía el gasto enorme que consumía su burocracia? La levantó un poco Pronósticos Deportivos y los negocios que creó en El Prima su edificio que estaba enfrente del edificio clásico localizado en Reforma en la Colonia Tabacalera. Con los sexenios se convirtió en un verdadero premio para los beneficiarios del régimen y promotora a través de los billetes, de figuras que no siempre llenaban el expediente de ser relevantes.
EL MINISTRO JUVENTINO V. CASTRO, CRÍTICO DEL SISTEMA Y HOMBRE PROGRESISTA
Como director del jurídico de la Lotería Nacional, Juventino V. Castro y Castro, fue un crítico de las formas burocráticas de manejar los recursos. Llevaba un diario de las cuestiones que le parecían fuera de la ley, a la par que escribía sus libros en horas de menos trabajo. Aportó muchos cambios jurídicos a la institución. Y respecto a sus propuestas generales, su libro Hacia el amparo evolucionado (editorial Porrúa S.A, 1971) causó impacto porque se refirió a un tema, el amparo, que era considerado sacrosanto. En este tiempo, el jurista tendría gran perspectiva porque su obra se basa precisamente en el cambio. Sobre el amparo sostiene que en un principio fue un juicio que causó impresión en México y trascendió al mundo, pero en el momento de su análisis era necesario profundizar en él, y hacer cambios. Cree y sostiene que el mexicano es propenso al cambio. Entre sus frases entresaco: “toda idea de evolución significa un cambio…y todo cambio provoca un gran temor..”, porque argumenta que el mexicano no ha tenido una verdadera oportunidad de cambio y teme dejar lo que tiene. Por ello subraya “si nos damos la oportunidad de cambiar -si aceptamos evolucionar- … podremos realizar nuestro destino conscientemente, superando lo que obtuvimos instintivamente”, (las dos palabras están subrayadas en el libro). A lo mejor esos cambios que deseaba el jurista para el mexicano y su juicio de amparo, también se podrían aplicar a la institución que tanto amó y que es clásica desde 1770: la Lotería Nacional.
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