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martes, octubre 8, 2024

LIBROS DE AYER Y HOY: San Antonio. La montaña peligrosa y los deslaves

Teresa Gil
laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

Las fuertes lluvias que trajo este verano, han confirmado el peligro que siempre se detecta en cerros que no han sido perfectamente contenidos. Los peligrosos deslaves ya han causado muertes. Se está dando aquí en el país y en otros lugares enfrentados en estos meses a los aguaceros. Y consumado por desgracia lo que se advirtió a mucha gente que escaló montañas por falta de habitación y no tuvo apoyo o no lo pidieron. Ahora lo vemos en la capital en zonas como las de las alcaldías Iztapalapa, Magdalena Contreras y Álvaro Obregón. Solo en la primera se publica que pueden estar en riesgo 586 mil 658 habitantes de 206 colonias. Pero las quejas llegan de varios estados. México no es la excepción del uso de los cerros para crear grandes conglomerados. Las imágenes mundiales de países con grandes concentraciones en zonas elevadas son comunes y la historia nos habla de las Siete colinas de Roma que aún se sienten en las subidas que uno da en la llamada Ciudad Eterna.

LA CARESTÍA DE RENTAS Y EL GEOCENTRISMO EMPUJAN A LOS CERROS
Muchas de las casas construidas en las zonas montañosa en las ciudades mexicanas, tienen origen ilegal porque las zonas montañosas son federales. La situación y advertencia de peligro sobre todo en las alcaldías mencionadas, ha sido permanente pero la carestía en las habitaciones ha obligado a muchos sectores a poblar cerros. La oferta que hay en este nuevo gobierno capitalino de ampliar la construcción de la habitación popular, puede resolver esos problemas, pero hay que recordar que a la par que hay escasez de casas baratas que obligan a enfrentar el peligro, se instala el llamado geocentrismo que ha desplazado de las zonas habitacionales a la gente que ha vivido, incluso nacido en la capital. Son dos problemas que deben enfrentarse a la par, cuanto antes.

FLAUBERT Y EL PELIGRO DE LAS MONTAÑAS EN LA LITERATURA
Gustave Flaubert siempre consideró La tentación de San Antonio (Editorial Cátedra 2004) uno de sus libros cumbre, después, claro, de la novela Madame Bovary, sobre la que solía decir: “Madame Bovary soy yo”. La historia del religioso retirado en una montaña de Tebaida, al sur del Antiguo Egipto, se ha referido desde siglos atrás y hay incluso obras pictóricas que diseñan las tentaciones que lo abrumaron, en una lucha terrible contra el diablo que no era otra cosa sino su debilidad mental por la falta de alimentos. La obra refiere también en inicios, el peligro de las piedras por la ubicación, en un chiname de barro y cañas. El retiro a las montañas donde incluso se creaban conventos, era muy común en la antigüedad, igual que en los bosques alejados del mundanal ruido. Aquí, ya lo hemos mencionado, se instalaron conventos en lo que ahora es el Bosque de Chapultepec, antes de que fuera seccionado para construir la casa del poder ahora convertido en centro cultural. El libro de Flaubert publicado por primera vez en 1874 ocupó el tiempo más largo de creatividad del francés, treinta años, cuando tres de sus cuentos que giran alrededor y que se publican en la misma edición, los escribió en menos de un año.

LA MONTAÑA SE VENGA DE LOS QUE LA INVADEN SIN TOMAR PRECAUCIONES
En La tentación de San Antonio, obra que en sus orígenes fue de más de 500 páginas y reducida finalmente a poco más de 150, se alude el peligro de vivir en la montaña, no solo por la altura, sino por la soledad y la falta de sustentos. La descripción inicial en el libro de lo que es el sitio donde vive San Antonio, advierte desde entonces que es un hombre mal alimentado. Solo están en la mesa, aparte de su libro, una jarra de agua y un pan. La llegada de las tentaciones que lo asuelan se plantean como un poema con la intervención de cada una de las tentaciones, que son muchas; los siete pecados capitales, la lujuria, la gula, el pecado de la carne y toda la lista. El último acto del santo, que debió ser el primero, que era el de la alimentación, se da al final tal vez, porque vence a los que quisieron desviarlo de sus propósitos. Más listo fue Mahoma, que para ir a la montaña, le ponía una condición: “Si la montaña no viene a mi, yo iré a la montaña”, decía metafóricamente. Y la montaña prefirió ir. Por eso yo escribí en mi libro Lo que no se dijo ( Groppe 2015):
Y cuando Mahoma
abrió la puerta
de su casa,
vio que una enorme
y generosa montaña,
había venido a él.

 

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