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miércoles, noviembre 27, 2024

Los cimientos de agua de la Pirámide de las Inscripciones

Adrián García Aguirre / Palenque, Chiapas

* Se ubica en las cercanías de Palenque, Pueblo Mágico chiapaneco.
* El inframundo de la tumba maya del rey Knich Janaab Pakal.
* Fue uno de los gobernantes más notables de la antigua Mesoamérica.
* La zona sagrada estuvo en su poder de los años 615 a 683 d. C.
* Arqueólogos mexicanos hallan sistema de canales bajo el sepulcro.

Cuando el arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier descubrió en 1952 la tumba del rey Pakal, gran gobernante maya de Palenque -al norte del estado de Chiapas-, ya se conocía la importancia que tenía el agua para esta portentosa civilización mesoamericana que se extendió y floreció en medio de la frondosidad de las selvas del sureste de México y parte de Centroamérica.

En aquella época -en la que ya se advertían templos monumentales en la que fue la capital prehispánica más poderosa de su tiempo- fue construido el extraordinario complejo arquitectónico que, no obstante el paso de los siglos, continúa asombrando por su grandiosidad

Fundado por fray Lorenzo de la Nada en la tercera década del siglo XVI, Palenque –Pueblo Mágico chiapaneco desde 2001-, vio descubiertos sus vestigios arqueológicos cercanos a la población por fray Antonio de Solís hacia 1740,

Hubo otra prolongada espera para que, seis decenios después del acontecimiento de 1952, los arqueólogos mexicanos realizaran otro hallazgo que ha cambiado para siempre la historia de esa zona sembrada de criptas, estelas y palacios: los estudiosos encontraron un sistema de canales fluviales escondidos bajo tierra durante casi mil 500 años.

El descubrimiento de los acueductos de Palenque, cuya zona arqueológica maya es de enorme atractivo turístico, desmintió las hipótesis anteriores sobre el origen de su templo de las Inscripciones, cuando se creía que el edificio de más de 20 metros de altura se había construido en ese punto para glorificar la tumba del más importante y poderoso monarca, Knich Janaab Pakal, quien gobernó desde el 615 hasta el 683 d. C.

Profundizando en los trabajos iniciados por Ruz Lhuillier en 1952, los arqueólogos que prosiguieron esas investigaciones concluyeron que el templo se construyó exactamente en ese sitio, no para señalar los restos de Pakal, sino porque había un manantial que corría por uno de los canales de agua descubiertos en Palenque.

La cámara funeraria de Pakal la edificó el propio gobernante sobre el sistema hidráulico previo, para identificarse con una deidad, puesto que esas aguas representaban para él su camino hacia el inframundo, explican los investigadores.

“La cosmogonía maya siempre asoció el agua con el origen y el fin de la vida, y en este caso se está reforzando la importancia de esa tradición”, refiere Pedro Francisco Sánchez, coordinador de los trabajos que hace permanentemente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Los arqueólogos notaron en 2015 que había algunas anomalías en el suelo durante sus exploraciones ordinarias con geo radar y, al excavar alrededor de dos metros bajo la cámara funeraria, encontraron un sistema de canales de aproximadamente quince metros de longitud.

Esa obra inexplicable, al momento de su descubrimiento, sin haber sido recorrida en su totalidad –como en la exploración del subsuelo de las pirámides de Teotihuacán-, obligó diseñar un robot capaz de hacerlo sin alterar la superficie ni la arquitectura del edificio principal.

Dados a conocer a mediados de julio de 2016, los arqueólogos trabajaron con mayores cuidados en los canales de agua descubiertos en Palenque, bajo la pronunciada escalinata del templo que conduce hasta la tumba real, a la cual colocaron una reja sesenta años atrás.

El director del Proyecto Arqueológico Palenque, Arnoldo González, detalló que el acueducto fue construido, en una labor casi imposible, con hileras de grandes piedras talladas y unidas unas a otras con piedra delgada y arcilla, en cortes cuadrados que tienen en el fondo un piso de piedra caliza que permite que el agua fluya de manera constante.

“Lo más interesante es que, al momento de su reciente descubrimiento, aún circulaba agua por ese sistema hidráulico que muestra los conocimientos arquitectónicos y de ingeniería que poseían los mayas”, refiere el arqueólogo.

“Su construcción y diseño –prosigue- responde a la necesidad de drenar el agua de lluvia, proveniente de las terrazas del templo 24, ubicado al sur, o como una manera de controlar un arroyo subterráneo sobre el que fue edificada la tumba”.

En un escenario de misterio e incógnita, como ha ocurrido con el resto de otros grandes centros surgidos de la cultura maya, Palenque ya estaba abandonada cuando comenzó la conquista de México en 1519, pero siempre despertó el interés de los primeros visitantes: misioneros y exploradores, quienes veía con curiosidad y asombro tan recóndito lugar.

Su ubicación, al norte de la gran selva de la Lacandonia chiapaneca, la convirtió con el tiempo en un paraje único que, cada año, atrae a los más célebres científicos y a miles de visitantes de todo el mundo.

“Como en otras regiones del país donde aparecieron diferentes civilizaciones, podemos decir que tan solo se ha explorado un 2 % de la gran ciudad”, asegura Arnoldo González, para quien las condiciones climáticas y geográficas de la zona no permiten garantizar la conservación adecuada de los nuevos hallazgos.

El investigador concluye: “La selva merece respeto, y a eso se debe que, además de sus misterios, aún esconda muchísimos secretos”.

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